SOCIALMENTE RESPONSABLES

La revolución de las fundaciones

Para su profesionalización muchas organizaciones del tercer sector utilizan herramientas típicas del ámbito privado. Con la incorporación de especialistas, buscan tener mayor alcance y generar conocimiento y metodologías. Aunque también enfrentan desafíos: financiarse mejor, conocerse más y trabajar en red.

Al principio fue un emprendedor, que identificó una necesidad social que requería atención. Imaginó cómo satisfacer el bien común y comunicó su idea. Así, sumó recursos y voluntades. Trabajando, la organización social generó conocimientos y metodologías. Lograron resultados que se mostraron a la sociedad como logros, que renovaron la confianza.

El proceso de creación de organizaciones del tercer sector se reprodujo casi sin cesar en las últimas décadas en el país cuando nacieron, crecieron y se profesionalizaron, en distinto grado, más de 120 mil emprendimientos de la sociedad civil. En muchos casos, pasaron de ser un conjunto de voluntarios a contar con profesionales rentados, con programas con cobertura regional y generadores de conocimiento y especialización sobre problemáticas sociales particulares.

Según María Rigou, coordinadora del Curso de Posgrado en Gestión Estratégica para el Desarrollo Sustentable de Fundación UADE y consultora, estas asociaciones crecieron cuantitativamente y cualitativamente en las últimas décadas. Al hacer foco en determinadas temáticas y desde el territorio donde nacieron, aglutinaron saberes y lograron capacidad de llegada y de resolución de los problemas sociales. "Hoy, con esos saberes específicos, atraen a empresas y al Estado que los ayudan a dar las respuestas a esas problemáticas específicas", dice. ¿El balance? "Recorrieron un camino, pero falta mucho", diagnostica.

El tercer sector en nuestro país aborda temáticas muy diferentes. No sólo desarrollo social y pobreza, sino también salud, protección del medio ambiente y "expresa la voluntad de las personas de organizarse para satisfacer sus propios deseos y valores", dice Gabriel Berger, director de la Escuela de Administración y del Centro de Innovación Social de la UdeSa.Entre los logros cuenta la profesionalización de sus cuadros y de las estrategias de fundraising -buscan y obtienen financiamiento de organismos públicos nacionales e internacionales-; aprendieron cómo asociarse a las empresas -entendiendo cómo operan las firmas y dónde quieren hacer foco en su estrategia de inversión social-, muestran indicadores de desempeño -pueden decir a cuántas personas impactaron y en qué territorios trabajaron- y lograron metodologías de trabajo que replican en otros territorios.

Balance positivo

"Desde que entregamos los primeros alimentos a una organización social, hace 15 años, venimos creciendo", hace el balance Marisa Giráldez, directora General de Banco de Alimentos. ¿La razón? Fortalecer y profesionalizar el programa principal de la fundación, el "Rescate de Alimentos", que cuenta con un presupuesto anual de $20 millones. Así, diseñaron y aplicaron sistemas de stock para agilizar entregas y rotación de los alimentos, contrataron un staff de profesionales rentados con especialización en cada una de las áreas e implementaron un Sistema de Gestión de Calidad, certificado bajo la Norma ISO 9000 en 2007 y pasaron de tener 120 a 6.700 voluntarios.

Hoy reciben 4,2 millones de kilos de alimentos por año y ayudan a 704 beneficiarios. La fortaleza de la institución es trabajar con un modelo probado internacionalmente que les permite monitorear y hacer trazabilidad de las donaciones recibidas, lo que asegura la transparencia. "Y al pertenecer a la Red Argentina de Bancos de Alimentos y a al Global Food Banking Network (GFBN) compartimos buenas prácticas con resto del mundo", cuenta Giráldez, quien menciona la reciente incorporación del código de barras aplicado a la clasificación de alimentos y la posibilidad de discriminar los productos aptos para celíacos.

En el caso de Vivienda Digna, hace 3 años, trazaron la hoja de ruta. "Con nuestro equipo armamos el "plan estratégico 2020"; hoy nos marca el norte", dice Alejandro Besuschio, director Ejecutivo de la fundación que se dedica a la urbanización de lotes y construcción de viviendas permanentes para familias con dificultades en el acceso las mismas. Parte del plan fue cambiar su marca -antes, Fundación Sagrada Familia-, con el objetivo de lograr una mejor recordación y relacionarla directamente con su actividad.

Para su tarea convocan referentes y expertos. "Brindan ayuda desinteresada y profesional para solucionar temas que se traducen en impacto positivo", dice Besuschio para quien es clave contar con un equipo profesional para gestionar eficientemente los proyectos y planificar hacia el futuro. "Hay que medir las estructuras organizacionales por el impacto social que generan y no por el costo laboral", dice el especialista.

Otros objetivos del plan estratégico son: crecer planificadamente, incrementar la incidencia en políticas públicas, consolidar procesos y sistemas, implementar procesos de calidad, trabajar en innovación, garantizar la trascendencia de la cultura organizacional y promover el trabajo en redes. En ese camino, encuentran empresas que desean asociarse. "Cuanto más claros somos en la descripción del objetivo o tema a solucionar mejor respuesta tenemos por parte de las compañías", revela.

Con un presupuesto anual de $40 millones, Vivienda Digna está urbanizando 98 lotes con servicios de luz, agua y cloaca, más la construcción de 50 viviendas definitivas de 56 metros cuadrados otorga 1.000 microcréditos para mejorar viviendas, con asistencia técnica de arquitectos voluntarios y facilitan el acceso a materiales con el Corralón Social Sume Materiales, que además genera fondos para la organización.

Fundraising, un desafio

Para lograr uno de sus objetivos principales -educar a las 400.000 personas que lo visitan al año y despertar su interés por los creadores latinoamericanos- Malba y la Fundación Costantini, que conserva y difunde el arte latinoamericano contemporáneo, tiene varios retos por delante. Articularse con otras ONGs para lograr sinergias que optimicen la búsqueda de fondos, lograr despertar la cultura filantrópica de los individuos desarrollando más conciencia social, lograr fondos y tener estructuras profesionales para hacer campañas de recaudación competitivas, son algunas de ellas. "En este panorama, el gran desafío es competir por fondos escasos", dicen en la institución.

Los ingresos de Malba se generan mediante tickets, auspicio, mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, donantes, embajadas, tienda y restaurante que no alcanzan a cubrir el 50 % de los costos totales, mientras que el resto lo aporta la Fundación Eduardo Costantini. Los tickets y los auspicios representan casi un 90% de los ingresos propios generados, gracias al interés de las empresas de asociar su marca con Malba. Los egresos del 2015 fueron de casi $60 millones, 40% por ciento de los cuales se generan por venta de tickets, acciones con empresas, la tienda y la concesión del bar.
Afrontar los gastos fijos es un tema complicado para las organizaciones. "Cuando se asocian con ellas, las empresas, por lo general, no quieren financiarlas, lo cual muchas veces incide negativamente en su transparencia", cuenta Rigou. "Estos costos dan el marco y contexto de estabilidad a los programas", explica.

En la búsqueda de financiamiento, a muchas todavía les cuesta cumplir con el nivel de exigencia y formalidad requerido para captar fondos de organismos internacionales. "Tienen que dar cuenta de una cantidad de indicadores, presentar sus programas y a algunas les cuesta mucho", dice Rigou. Aunque con menos requerimientos, las empresas privadas también los convocan más formalmente. Hoy, más que simples dadores de fondos, las empresas buscan ser socios estratégicos de las organizaciones sociales. "Todos los proyectos son articulados, el que sabe o llega al territorio es la organización social; a las firma les gusta incidir en el programa, que llegue de tal manera y a tal lugar, donde se encuentre su comunidad de impacto, donde está la planta o para atender el problema que preocupa a las compañías, relacionado con su negocio", dice. Pero en la búsqueda de financiamiento, muchas veces las organizaciones también pierden su rumbo, reconoce la especialista.

Crisis y oportunidad

Nacida en el contexto crítico de los 2000, el tiempo y la experiencia fueron fundamentales para las dos líneas de trabajo a las que apunta Cimientos: atender el abandono escolar en el nivel secundario de jóvenes en contextos vulnerables y mejorar la calidad de la educación en las escuelas. Hoy trabaja también en Colombia y Uruguay.

Si hace 18 años otorgaba una beca y asignaba un tutor a cada beneficiario para que permaneciera en la escuela secundaria y finalizara el ciclo, hoy el programa es mucho más rico: promueve habilidades socioemocionales, transfiere metodología a otras organizaciones, realiza transiciones hacia el mundo laboral de los egresados y también acompaña estudios universitarios. "Por ejemplo, creamos el programa "Ronda de Directores", que fortalece el rol pedagógico del equipo docente para mejorar la inclusión educativa", cuenta Agustina Cavanagh, directora de Cimientos. Más de 200 directivos e inspectores participaron del programa.

La fundación entendió la necesidad de ser profesional en el uso de los recursos que aportan sus socios y ser transparente en la rendición de cuentas: desarrolló un sistema de información a sus socios que da cuenta de los resultados de los programas como el de la utilización de los fondos. También cuenta con un área de evaluación que hace un seguimiento de los programas, y evalúa resultados e impacto. "En conjunto con el BID, medimos desde hace 3 años el impacto de nuestro principal programa, Futuros Egresados", cuenta la directiva. Se financian en un 80% con fundaciones donantes, nacionales e internacionales.

Según los principales resultados del programa, los chicos acompañados por la fundación muestran trayectorias educativas 3 veces mejores, sin repitencia, ni abandono; obtienen su título antes y en un 23% más que sus compañeros y al terminar la escuela secundaria logran trabajar en el 93% de los casos.

Nacida en el mismo contexto, CIPPEC hoy concentra sus esfuerzos en afianzar sus procesos internos, para asegurar continuidad en la agenda de trabajo. Para persistir con foco en políticas públicas que fomenten la equidad y el crecimiento en el país, se define como independiente, apartidaria y sin fines de lucro. Así, consolidaron su estrategia de financiamiento haciendo hincapié en la transparencia de la actividad y de su financiamiento: "en nuestra web se accede a la rendición de cuentas de la institución, con mucho detalle", explica Mercedes Méndez Ribas, directora de Desarrollo Institucional. Se financian con fondos de la cooperación internacional -se presentan a convocatorias y concursos-; donaciones de individuos, empresas o fundaciones empresarias; y recursos propios por la asistencia técnica y el desarrollo de proyectos con gobiernos.

"Estos no pueden superar el 33% del total de ingresos de la institución y deben mantener una equilibrada distribución político partidaria", aclaran. Con la vista puesta en 2020, apuntan a lograr mayor impacto en su estrategia de incidencia, alinear el financiamiento a las prioridades de sus iniciativas, avanzar en la innovación de procesos y en el modo de comunicar y retener y convocar a los mejores talentos para garantizar a la institución enfoques multidisciplinarios.

Crecer y trabajar en red

Con casi 25 años de historia, el trabajo de la Fundación Arcor expresa la profesionalización de la estrategia del grupo empresario en su relación con la comunidad Una característica distintiva de la organización es que está formada por profesionales de las ciencias sociales, convocados especialmente para su función: pensar y articular la inversión social de la firma. "Psicólogos, trabajadores sociales, especialistas en educación fuimos contratados para trabajar en inversión social del grupo", señala Santos Lío, gerente de la Fundación.

Hoy, uno de sus desafíos es la articulación entre las estrategias del Instituto Arcor en Brasil y la Fundación Arcor en Chile y así llegar a desarrollar una política de Inversión Social Regional integrada que atienda a las características culturales de cada país. En total, en el último año el grupo destinó más de $12 millones a la inversión social privada en sus fundaciones regionales, 8 en la Argentina. El enfoque de largo plazo de sus acciones se expresa en uno de los programas más exitosos y de escala más amplia, el de desarrollo lingüístico y cognitivo en Entre Ríos, junto a especialistas del Conicet, donde se impactó en el nivel preescolar de la provincia, con una modalidad extensiva e intensiva.

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