El desafío de aprender de las crisis

Las ciudades resilientes son aquellas preparadas para sobreponerse a situaciones límites de todo tipo. Y esto se puede aprender. Sante Fe es la primera urbe argentina en presentar su estrategia.

Una ciudad se considera resiliente cuando está preparada para sobreponerse a desastres naturales, situaciones límite dadas por el cambio climático, crisis derivadas por factores sociales como guerras civiles, o de factores económicos como situaciones de pobreza extrema. El término, que en psicología se refiere a la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones extremas, sobreponerse y salir fortalecidos se usa también para medir a los grandes conglomerados urbanos. En 2014, la Fundación Rockefeller creó el programa 100 Resilient Cities (100RC) con el fin de ayudar a las ciudades a aprender de sus crisis y salir fortalecidas.

"La resiliencia se trata de la capacidad de las personas, comunidades, instituciones, empresas y sistemas que se encuentran dentro de una ciudad de sobrevivir, adaptarse y crecer, independientemente de los tipos de tensiones crónicas e impactos agudos que experimenten", dice Eugene Zapata, director Regional del programa de la Fundación Rockefeller para América Latina y el Caribe. Los shocks que experimenta una ciudad pueden incluir desastres repentinos, como incendios, terremotos, apagones e inundaciones, pero también pueden ser factores que generen una presión crónica como escasez de alimentos, sequías, un sistema de transporte sobrecargado, violencia endémica o una alta tasa de desempleo.

Zapata considera que la resiliencia urbana ayuda a planificar y administrar una ciudad, creando un entorno más seguro y una mejor calidad de vida para beneficio de todos sus ciudadanos pero en especial de las personas en situación de pobreza y vulnerabilidad que resultan entre los más afectados ante situaciones adversas. Con el tiempo, las ciudades resilientes desarrollan la habilidad de aprender del pasado y actuar de forma innovadora en tiempos de crisis.

El total de ciudades que participan de 100RC están detalladas en http:// www.100resilientcities.org/cities/. En una primera instancia, el programa financia la creación de una oficina de resiliencia en la ciudad donde se llevará adelante el proyecto, luego se identifican los ejes de trabajo y las acciones concretas; se proporcionan fondos y asistencia técnica, además se accede a una red de información sobre las experiencias en distintas partes del mundo y se obtiene apoyo de agentes del sector privado que son socios del programa como empresas, organismos internacionales, bancos de desarrollo, consultoras, ONG's.

"El programa no otorga un certificado o constancia de resiliencia a sus miembros, los ayuda a prepararse para hacer frente a un futuro incierto, de manera más sólida y con un enfoque multidisciplinario. Con el apoyo de la Fundación Rockefeller, 100RC otorga recursos técnicos y financieros para que el desarrollo de las estrategias de resiliencia de cada ciudad sea incluyente y holístico, involucrando en el proceso a todas las dependencias de gobierno, así como iniciativa privada y sociedad civil", cuenta Zapata.

La resiliencia como meta

No se puede decir que una ciudad sea 100% resiliente, "la resiliencia se construye constantemente, es difícil decir que haya una ciudad que ya sea resiliente porque todas presentan constantes tensiones e impactos. No hay fórmulas, cada ciudad tiene desafíos propios y cada ciudad busca y encuentra la mejor manera de hacerles frente", aclara Zapata.
Entre las ciudades de América Latina que forman parte del programa, la colombiana, Medellín es un buen ejemplo de resiliencia.
"Un lugar al que Time Magazine llamó en 1988 'la ciudad más peligrosa del mundo', ahora es un destino turístico y un centro cultural", cuenta Zapata. Tras años de intentos fallidos de reformas, la ciudad se enfocó en una visión más integradora, y logró que la interdependencia de sus sistemas se convirtiera en el eje de su éxito. Este enfoque resiliente le permitó revertir la curva de homicidios y dar esperanza a las comunidades más afectadas por el espiral de violencia. Algunos de los procesos incluyeron un sistema de transporte público que alcanzaba directamente a las comunidades más apartadas y marginadas; a través de una serie de góndolas y escaleras mecánicas, la ciudad conectó a las comunidades de los cerros con el centro comercial y entre sí. También se construyeron bibliotecas y plazas públicas en algunas de las zonas más peligrosas. La ciudad fomentó la cohesión social y equidad económica de las cuales depende una ciudad para llegar a ser y permanecer resiliente.
En la Argentina, Buenos Aires y Santa Fe forman parte del programa. En el caso de Santa Fe, se presentó un plan de 50 iniciativas para hacerla una ciudad más resiliente. "El primer pilar comprende proyectos orientados a mitigar el riesgo hídrico y el cambio climático, liderar la gobernanza metropolitana, mejorar la movilidad urbana y reducir el impacto de los residuos en el medio ambiente. En el segundo pilar se procura aumentar las opciones de empleo para los jóvenes, reducir el déficit habitacional y ampliar las oportunidades de inclusión social.
En tanto, el tercer pilar incluye iniciativas que buscan aumentar la participación de la comunidad, fomentar la cultura emprendedora y mejorar la convivencia ciudadana. El cuarto pilar se plantea mejorar el funcionamiento de los activos y servicios municipales, generar conocimiento para optimizar la gestión y promover el enfoque de resiliencia para el desarrollo urbano", dice Andrea Valsagna, directora de Resiliencia de Santa Fe.
Los planes incluyen obras para el desarrollo económico y la infraestructura del área metropolitana; la concreción de un Parque del Norte y la ampliación de la Reserva Urbana del Oeste para recuperar zonas degradadas, resguardar su funcionamiento como componentes claves para la mitigación del cambio climático y al mismo tiempo transformarlos en espacios públicos, donde además se generen experiencias de economías de baja escala que ofrezcan oportunidades laborales para los jóvenes. También un programa de relocalización de familias de la zona costera, que viven en zonas de riesgo hídrico y en asentamientos informales; un centro de monitoreo y control que permita gestionar de manera integral los servicios de la ciudad vinculados a la emergencia, el transporte, el tránsito y la seguridad.
Ser miembro de 100 CR les proporciona a las ciudades el acceso a un conjunto de herramientas y servicios para la construcción de resiliencia. La selección de miembros se inició en 2013 y finalizó el año pasado, la etapa actual es el trabajo concreto hacia la construcción de resiliencia en las ciudades que forman parte del proyecto. Ya se llevan publicadas más de 30 estrategias para hacer a las ciudades más resistentes a las crisis y en todo el mundo hay 80 directores de resiliencia (se contrata uno por ciudad). Respecto al futuro, para el director regional de 100 RC, las perspectivas son auspiciosas. "El desafío es crear una práctica exitosa, capaz de ser replicable a otras ciudades en el mundo. La idea es que las 100 sirvan de ejemplo para que algún día 10 mil ciudades sean más fuertes y capaces de hacer frente a sus desafíos".

Los casos de américa Látina

En América Latina y Caribe, las ciudades que ya están trabajando para ser más resilientes son: Cali y Medellín, en Colombia; Ciudad de México, Colima, Guadalajara y Juárez, en México; Buenos Aires y Santa Fe en Argentina; Montevideo, Uruguay; ciudad de Panamá; Porto Alegre, Río de Janeiro y Salvador, en Brasil; Quito Ecuador; San juan Puerto Rico; Santiago de los Caballeros, República Dominicana; Santiago en Chile.

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