Lugares con un nuevo significado

El desarrollo de un emprendimiento en un área patrimonial implica un gran desafío para los arquitectos. Cómo conjugar los elementos históricos con las necesidades actuales.

Las áreas de patrimonio constituyen un desafío interesante para el trabajo arquitectónico. Allí la tradición se mezcla con las nuevas necesidades y escenarios urbanos, y la inventiva es clave a la hora de generar proyectos.
"La gestión de un área histórica es un proceso de carácter permanente, conjunto, coordinado y consensuado entre los diferentes actores -incluso organismos del Estado- e interesados, que debe involucrar a la comunidad", afirma el arquitecto Marcelo Magadán, del estudio Magadán y asociados. Magadán cuenta con una vasta experiencia en obras de patrimonio entre las que se cuentan trabajos realizados en la Misión Jesuítica de San Ignacio Miní, en San Ignacio; en el Palacio de Justicia; en el edificio de la Fundación Bunge y Born y en el Castillo San Carlos, en Concordia. A la hora de realizar intervenciones en áreas patrimoniales, para él es fundamental hacer un buen diagnóstico: conocer los componentes físicos, ambientales y humanos y su situación, para que la propuesta sea acorde con un desarrollo sostenible.
El arquitecto lvaro García Resta -co-coordinador del Centro de Diseño y Construcción Sustentable de la Universidad de Palermo- coincide con Magadán, y habla de la importancia de pensar a futuro: "El patrimonio no tiene que ver sólo con cuidar lo visual, sino también la tipología y cómo está construido el edificio. El desafío implica pensar que así como llegó hasta hoy tiene que durar por lo menos el doble de tiempo. ¿Cómo intervenís un PH, por ejemplo? ¿Cuáles son las necesidades de una familia de hoy que se compra una casa de ayer? La familia hoy vive de otra manera. Entones, se trata de plantearse de dónde viene y hacia dónde va esa construcción, cómo evolucionó hasta hoy, quién lo va a usar, y cómo va a desarrollarse en el tiempo para que la obra no quede obsoleta".
Entre los proyectos en los que participó, García Resta destaca su trabajo en el Monasterio de Santa Catalina de Sienna -que data de 1750- donde sobre un edificio en funcionamiento se resignificaron áreas y se generaron nuevos usos. Ahí se trató de un buscar una solución para una construcción que tenía grandes espacios sin usary necesitaba generar una actividad comercial no agresiva ni invasiva para un monasterio hoy.Patrimonio vivoEl arquitecto cuenta que entre los objetivos figuraba, por ejemplo, que las modificaciones estuvieran en consecuencia con la tipología del edificio -ya que por tratarse de una obra de patrimonio no se permiten modificaciones estructurales- y que permitieran al monasterio funcionar de manera pública en la planta baja -donde se desarrollan actividades de servicio público- y de manera privada en la planta alta.
Así, se reconfiguró el funcionamiento generando oficinas de co-working en las celdas de la planta superior, donde se desarrollan diversos emprendimientos en oficinas compartidas, brindando además una solución a la alta demanda de alquileres en el centro. "Se trata de un patrimonio vivo, que se sigue usando. A este edificio todos los días viene gente a almorzar, usa el patio, trabaja. Obviamente, no viven más monjas de clausura en la planta alta, ahora trabajan chicos que emprenden. Está bueno encontrar un uso que tenga que ver con la vida del monasterio y hacia dónde quiere ir: este horizonte tiene que ver con los jóvenes, con compartir. En este caso, además, las oficinas de co-working apoyan y facilitan los primeros pasos a los emprendedores. De eso se trata que el edificio siga vivo", dice.Cuestión de contextosEl contexto es determinante en arquitectura, y en el caso de áreas de patrimonio, las limitaciones normativas a las intervenciones pueden ser vividas como un estímulo a la imaginación. Max Zolkwer, de Pop Arq, considera que la clave es saber aprovechar lo existente: "Si sabés leer el contexto en el que tenés que operar es mucho más fácil trabajar, porque tomás lo que tenés -en este caso lo construido- como una oportunidad para ver qué posibilidades genera eso".
A Max le tocó trabajar en un área de patrimonio en el barrio de San Telmo, donde logró resignificar una vieja casona para convertirla en un hostel trabajando con un mobiliario que permitiera aprovechar al máximo los espacios. La decisión del arquitecto surgió de las mismas limitaciones que presentaba la obra. Se decidió usar el mismo presupuesto que se tenía para remodelar y hacer los muebles, y todas las divisiones y pequeños cambios que se podían realizar, se abordaron en programas conjuntos. "Los cuartos eran muy pequeños, entonces hicimos una lista de todos los programas que debía tener una habitación, y a cada uno le dimos una forma. Después inventamos un lleno al que le restábamos todos los vacíos que cumplían con esa función que se necesitaba cubrir, y armamos un sistema donde las camas formaban parte de los muebles", recuerda Max.
Las ciudades están vivas. Su evolución y los cambios de hábitos pueden convivir con los espacios que conservan su historia, y las experiencias de refuncionalización y resignificación son muchas y muy variadas. Magadán advierte en este sentido sobre la importancia de trabajar a conciencia: "Claro que es posible dar un nuevo sentido a lo existente, lo que hay que preguntarse es si un cambio total de funcionalidad o significación es deseable. Los procesos de tercerización de áreas históricas, mayormente habitacionales o de usos mixtos, termina por expulsar la población y cambia su carácter", concluye, utilizando como ejemplo el fenómeno que se da en Palermo o San Telmo, reconvertidas en áreas turísticas y recreativas, en detrimento de su carácter barrial. Será cuestión de encontrar un equilibrio.
Gabriela Koolen
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