El camino para que la rueda empiece a girar

Ocho proyectos finalistas. Ocho pitches a través de los que, en pocos minutos, los emprendedores buscaron convencer a un jurado -integrado, entre otros especialistas, por quien escribe esta nota- sobre por qué su propuesta debía ser la elegida por la Argentina para hacerse del pase a la gran final, que se disputaría unos meses más tarde en España, país en el que competiría por la friolera de 60.000 euros.

La claridad de las palabras, la capacidad de oratoria y entonación, la habilidad para generar empatía con la audiencia y la creatividad al estructurar la presentación son, más allá del nada despreciable hecho de contar con una idea de negocio innovadora, competitiva y con potencial para generar impacto, algunos de los elementos que condicionarán a quien se siente del otro lado para evaluar cada una de las propuestas.

No es fácil decantarse por un candidato. Sobre todo, cuando son varios los perfiles talentosos en busca de aquel impulso, tanto financiero como en mentoría, que les permita abrazar el ansiado despegue. Sin embargo, ya el hecho de animarse a participar es un gran paso que les permite ordenar, planificar y trazar los ejes del futuro negocio y los entrena en cómo comunicarlo. Pero, sobre todo, porque, más allá de que puedan no resultar elegidos, la presentación en sí se convierte en una vidriera para lucirse delante de colegas, consultores y periodistas. Las cartas ya están echadas. La rueda empieza a girar.

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