Corría el año 1989. La hiperinflación corroía el poder de Raúl Alfonsín, había caído el muro de Berlín y llegan a Argentina diferentes empresas que sembraban el girasol confitero y lo exportaban a Estados Unidos y Europa.
Era un negocio pequeño pero lucrativo que llamó la atención de los tres hermanos Diaz Colodrero: Pablo, Javier y Fernando.
Pablo fue el de la idea pero los tres investigaron el negocio y la semilla especial de girasol que se necesitaba. Concluyeron que la producción era rentable aún en los años de precios bajos y que la genética requería de una semilla muy grande con la pepita suelta en su interior. Era una genética específica para un negocio específico.
Ese mismo año los tres hermanos Diaz Colodrero crearon la empresa Argensun y se volcaron a la exportación de semilla de girasol confitero. Siete años más tarde deciden dar el salto al consumo masivo de un producto muy poco conocido en Argentina pero que contaban con algún arraigo en la comunidad árabe y judía.


