Son un clásico absoluto de las mañanas y tardes argentinas. En todos los rincones del país pueden alternarse con tortas fritas, bizcochos de grasa o variantes de facturas, pero jamás faltan: las medialunas, convertidas en uno de los hitos de la identidad gastronómica local.

Las medialunas tradicionales siguen siendo las elegidas, por encima de las versiones novedosas, desde los croissants a las saladas. Aunque hay muchas favoritas, cada panadería de barrio se esfuerza por lucirse en la elaboración y ganar el título de la mejor.

Las medialunas no nacieron en tierra argentina. Sin embargo, son un producto popular que casi todos adoran.

No hace falta ser un experto para darse cuenta de que se trata de un producto que varía mucho según donde se compren. En el mercado hay diversas calidades: la reina de las facturas puede ser más o menos tierna, dulce y aromática o con un sabor más neutro.

Si bien hay aspectos vinculados exclusivamente al gusto, hay criterios que una buena medialuna debe cumplir: esponjosidad, tamaño, suavidad, almíbar, tiernez.