La informalidad laboral es una de las marcas estructurales de las economías en desarrollo. En Argentina, este fenómeno pega de manera persistente sobre amplios sectores de la población activa, afectando sus derechos laborales, reduciendo ingresos y debilitando la capacidad de protección social.
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cerca del 50% de los trabajadores de América Latina y el Caribe se desempeñan en la informalidad, un indicador que supera ampliamente el promedio mundial, situado en torno al 60% cuando se incluyen las regiones de África y Asia.
En el caso argentino, las estadísticas del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) mostraron que, en los últimos años, la informalidad osciló entre el 35% y el 40% de la población ocupada. Se trata de un fenómeno que, más allá de los ciclos económicos, se consolidó como un rasgo más o menos inalterado del mercado de trabajo.













