El aumento del 20 al 35% en el recargo por adelanto de impuestos a los gastos con tarjeta en el exterior y a la compra de divisas para viajes es un parche agujereado para moderar la incesante pérdida de reservas. La ineficacia de la herramienta ha quedado claramente demostrada hace ya tiempo, por lo que cuesta comprender el empecinamiento oficial.

De acuerdo al balance cambiario del Mercado Único y Libre de Cambios (se omite comentario irónico sobre la denominación) del tercer trimestre del año que difundió días atrás el Banco Central, el nuevo esquema de retención por adelanto de impuestos que comenzó en agosto del año pasado con un recargo del 15% y que en marzo pasado había sido elevado al 20%, de nada sirvió para frenar el gasto en turismo en el exterior. Es así que en los primeros nueve meses de 2013 los rubros Turismo, Viajes y Pasajes acumulan una salida de u$s 7.736 millones, que es un monto superior a lo que se gastó en todo el año pasado. En setiembre pasado (último dato disponible) el drenaje fue de u$s 867 millones, un 15% más que en igual mes de 2012, que fue el primero de vigencia del recargo.

Según datos no oficiales, en octubre y noviembre la tendencia se habría acentuado, lo que indujo al nuevo equipo económico a insistir con más de lo mismo. La resolución 3378 de agosto de 2012 que impuso la primera retención del 15% fundamentaba la medida en razones de administración tributaria y equidad. Desincentivar el turismo al exterior cuando faltan divisas bien puede justificarse con criterios de equidad y de asignación prioritaria de algo escaso. El problema es que así no lo consiguen.

En primer lugar, la mayoría de los que realizan grandes gastos con tarjeta calcula que va a deducir el recargo de su declaración de Ganancias o Bienes Personales o, eventualmente, luego de un trámite en la AFIP, por lo cual el encarecimiento se reduce al costo financiero entre el gasto y el recupero. Pero incluso si el recargo se considerara un encarecimiento, dada la percepción acerca de lo barato que está el dólar, muy probablemente el gasto se comportaría con poca elasticidad-precio al actual nivel de tipo de cambio oficial.

En este tema el Gobierno está actuando con timidez y a media agua. Evidencia su objetivo de desacelerar el gasto en turismo y el uso de tarjeta, pero no se anima a desdoblar el tipo de cambio para esos gastos específicos. Y esa hibridez no sólo resulta ineficaz, sino que además le significa pagar el costo político del malestar que genera en aquellos que creen que gastar dólares baratos en un derecho humano básico y que el Estado no tiene por qué afectar su libertad de movimiento.

Un dólar turista y tarjeta más caro serviría también para apuntalar el ingreso por turismo receptivo. En setiembre pasado los extranjeros vendieron en el mercado oficial u$s 96 millones. Arriban menos turistas, y muchos venden sus dólares en el mercado negro. A excepción de junio de este año, cuando apenas ingresaron 87 millones, hay que remontarse al año 2003 para encontrar un mes con menos de u$s 100 millones liquidados por turistas.

El balance cambiario de los primeros nueve meses refleja algunas otras causas de escasez de divisas. Por ejemplo, el déficit del sector automotriz alcanzó los u$s 5.704 millones, y los pagos por importación de energía u$s 9.100 millones (la factura de importación en ese período fue de 10.200 millones). En base a esos números puede establecerse la siguiente equivalencia: los déficit por turismo, autos y energía suman aproximadamente las divisas que genera el complejo sojero.

Si el ataque al déficit de turismo ha sido ineficaz, los abordajes al desequilibrio automotriz y energético no despiertan optimismo inmediato. El proyecto de ley para gravar los autos caros tal vez sirva para reducir la importación de vehículos de alta gama totalmente importados, pero el problema de fondo de ese sector es su bajísimo y decreciente grado de integración local, que sigue intacto.

En cuanto a la energía, la apuesta a Vaca Muerta es una esperanza a mediano plazo y la anunciada extensión del plan de estímulo a la producción de gas tiene un potencial muy acotado. Por su parte, la corrección al monumental despilfarro de subsidios sigue en gateras.

El balance cambiario revela que si bien el Gobierno ha relajado un poco las autorizaciones para girar dividendos y utilidades, el grifo sigue muy cerrado. En 2010 y 2011 la remisión neta de ganancias al exterior había superado los u$s 4.000 millones anuales; en 2012 bajó abruptamente a 223 millones; y en los primeros nueve meses de este año fue de 902 millones.

Las cuentas externas están empeorando y hay luz amarilla encendida, pero todavía hay margen y tiempo para equilibrar los números. El actual nivel de reservas alcanza para cubrir más de una vez y media los vencimientos de intereses y capital de la deuda externa del sector público de 2014 y 2015.

Para finalizar, un dato relevante sobre el sector externo. Si no se hubieran usado divisas del Banco Central para cancelar con el FMI y otros pasivos, hoy habría en las reservas u$s 39.200 millones adicionales. Es decir cerca de 70.000 millones. Fue un uso inteligente para ganar desendeudamiento. Lo lamentable es todo lo que se perdió en simultáneo.