La fotografía de los super-ricos que publicó la revista Forbes días atrás impacta y a muchos les resulta obscena. En un mundo en el que, según datos del Banco Mundial, 1.200 millones de personas sobreviven con menos de u$s 1,25 por día y 2.400 millones (un tercio de la población mundial) con menos de u$s 2 por día, hay 1.645 personas que disponen de un patrimonio superior a los u$s 1.000 millones. La lista es encabezada por Bill Gates, Carlos Slim, Amancio Ortega, Warren Buffet y Larry Elison, e incluye a seis argentinos: Paolo y Gianfelice Rocca, Carlos y Alejandro Bulgheroni, Eduardo Eurnekian, Gregorio Pérez Companc, María Inés Lafuente Lacroze y Alberto Roemmers. Entre todos suman una fortuna de u$s 6,4 billones, equivalentes al doble de las reservas de divisas de China o a unas 250 veces las reservas del Banco Central argentino. Concentran el 1,5% de toda la riqueza privada del mundo, y cada uno tiene en promedio u$s 3.890 millones.

Esa es la fotografía.

Cuando se mira la película, se enciende la alarma. Tomando la información de archivo de las listas que publica Forbes, se observa que desde 1987 a hoy la cantidad de personas con más de u$s 1.000 millones pasó de 150 a 1.645, y la riqueza sumada de ese grupo trepó en ese período de u$s 300.000 millones a 6,4 billones.

En 1996 eran 400 que poseían 1 billón; en 2005 eran 700 dueños de 2,25 billones; y en sólo los dos últimos años la concentración se aceleró aún más: el número de super-ricos subió un 37% y su capital un 42%. ¡En dos años!

Y si el capitalismo sigue funcionando en las condiciones actuales, la tendencia va a continuar. Es una de las principales conclusiones de un fascinante libro titulado Capital in the 21st Century que el economista francés Thomas Piketty publicó hace cuatro meses en Francia y que la semana próxima aparecerá a la venta en inglés editado por Harvard University Press, y de donde surgen los datos históricos de Forbes recién mencionados. Apoyado en una portentosa investigación histórica sobre la evolución de la distribución del ingreso en varios países del mundo (citada en esta columna el 2 de noviembre pasado), Piketty sostiene que es característica del capitalismo que la tasa de retorno al capital sea mayor que el crecimiento económico, lo que ocasiona un aumento tendencial en la cantidad relativa de capital en la economía (según sus mediciones la relación entre capital y PBI pasó de ubicarse entre un 200 y 300% a mediados de siglo pasado a 500-600% en lo que va del siglo 21) y también un aumento tendencial en la concentración de la propiedad de ese capital.

Sus hallazgos contradicen la tesis marxista sobre la caída natural de la tasa de ganancia, y también contradice varios de los conocidos como hechos estilizados de Nicholas Kaldor sobre el capitalismo, como, por ejemplo, que la distribución del ingreso entre capital y trabajo, que el retorno del capital, y que la relación entre capital y PBI, se mantenían más o menos constante durante largos períodos de tiempo.

Piketty reconoce que la tendencia a la concentración del capItal no se verificó durante varias décadas del siglo pasado, pero lo señala como algo excepcional derivado de que la gran depresión y las dos guerras mundiales destruyeron mucho capital e incubaron el origen del Estado de Bienestar que mejoró el reparto del ingreso. Pero sostiene que desde los años 70 se verifica nuevamente que el capital tiene una ganancia mayor que el crecimiento de la economía y se concentra cada vez más.

El economista de la Paris School of Economics advierte que de continuar así el mundo volverá a registrar los niveles de desigualdad oligárquicos de los siglos 18 y 19, cuando por ejemplo en Europa el decil superior de la pirámide tenía el 90% de la riqueza y el 1% de la punta era propietario del 60% de la riqueza total. Hoy la desigualdad es menos extrema: 60-70% para el decir de arriba; 20-30% para el 1% más rico; 5% para la mitad de abajo; y un 40% en el medio que posee entre el 20 y el 30%. Sin duda es menos extrema; pero igualmente inmensa.

Piketty no es determinista.

La historia de la desigualdad de riquezas e ingresos es siempre política, caótica e impredecible, escribe. Y postula que la mejor solución para frenar la concentración es con impuestos progresivos a la riqueza a escala global basado en el intercambio automático de información bancaria. La única solución alternativa que observa son con sistemas políticos autoritarios al estilo chino.

Es uno de los mejores libros de economía de las últimas décadas y estamos en presencia de un libro que marca un hito en el pensamiento económico, opinó

Branko Milanovic, un economista serbio experto en cuestiones de desarrollo y distribución que dirigió el departamento de investigaciones del Banco Mundial, en la reseña que publicará en la próxima edición del Journal of Economic Literature.

Por su parte, el columnista Thomas B. Edsall del New York Times tituló el comentario sobre el libro Capitalismo vs. Democracia. Es el riesgo que vienen advirtiendo personajes tales como el papa Francisco, Barack Obama y premios Nobel como Paul Krugman y Joseph Stiglitz.

La Argentina no es ajena a los peligros de conflicto y disrupción que generan la desigualdad de ingresos y riqueza. De la investigación The World Top Income Database que llevan adelante Piketty junto al francés Emmanuel Saez, el inglés Tony Atkinson y el argentino Facundo Alvaredo, y de la información elaborada por la empresa Wealth X junto a la Unión de Banco Suizos (citada en esta columna el 20 de diciembre pasado), se deduce que aquí hay 1.040 personas que se quedan con el 2,49% del ingreso y cada uno tiene una fortuna superior a los u$s 30 millones.

Los seis que figuran en el ranking de Forbes y otros 1.034.