Tensión e inestabilidad geopolítica en Turquía

Turquía, tras el fallido golpe de estado, ha entrado en una fase crítica de preocupante inestabilidad geopolítica, entre otros motivos, por la escalada verbal de Presidente Recep Tayyip Erdogan contra los socios principales de la OTAN. Las expresiones han llevado a un nivel de máxima tensión a una relación con un alto contenido político. Aunque no es la primera vez que la OTAN enfrenta divergencias con Turquía como fue la invasión turca a Chipre en 1974, las circunstancias actuales son más complejas y hasta podrían afectar o degradar compromisos estratégicos. También podría arriesgar la postergada negociación de la candidatura turca a la Unión Europea.
La situación es tan delicada que siembra dudas sobre si se estaría cambiando el rumbo pro occidental de Turquía, miembro de la OTAN desde 1952, que ha sido la piedra angular de la política exterior turca. La preocupación gira en torno a la nueva aproximación de Ankara con Teherán y Moscú. Ambos acercamientos plantean una variedad de interrogantes. La primera en términos de eventuales intenciones turcas de mayor islamismo como, en lo que hace al conflicto sirio, de un respaldo turco al dominio iraní sobre Siria. El segundo, tras el encuentro de Erdogan con el Presidente de Rusia, en materia del compromiso turco al vínculo transatlántico.
La falta de consistencia de la política exterior del Presidente Erdogan no genera confianza. Algunas iniciativas no pueden ser más contradictorias. Hasta hace poco tiempo intentaba promover una triada con Arabia Saudita e Israel contra Damasco. Ahora da la impresión de querer reemplazarla con un nuevo triangulo conformado por Rusia e Irán. Las cartas que se encuentra jugando el Presidente Erdogan son peligrosas y hasta permite presumir la intención de aspirar a crear un nuevo cuadro hipotético de influencias en el teatro sirio post conflicto.
Por el momento la OTAN aparenta condescendencia e ignorar ciertos comportamientos. La coyuntura es delicada. La península de Anatolia cuenta con dos bases de las Alianza Atlántica y una batería de misiles Patriot. También representa para Europa un mercado de casi 80 millones de consumidores. Alemania tiene más de dos millones y medio de residentes turcos. Otro factor central es salvar el pacto sobre los refugiados que constituye un instrumento clave para detener la oleada de refugiados sirios.
Qué Turquía pueda encontrarse a la deriva en compromisos estratégicos no es una buena noticia para la seguridad internacional. Tampoco que Ankara amenace con anular el acuerdo sobre refugiados en el caso que la UE no conceda libertad de entrada a los ciudadanos turcos. También es preocupante la magnitud de la purga contra los opositores, los niveles de censura, la eventual instalación de la pena de muerte como las señales de un regreso al culto a la personalidad. En la narrativa popular actual el Presidente Erdogan parece haber alcanzado, salvando las distancias, el nivel de Kemal Ataturk.
Es de esperar que Turquía no profundice esos síntomas y re cupere a la brevedad el sentido de equilibrio y responsabilidad que la ha caracterizado en las últimas décadas, fortalezca la democracia y los derechos humanos y mantenga latente los valores y objetivos de tolerancia expresados en la Alianza de Civilizaciones que oportunamente impulso, entre otros, con Argentina.
Noticias de tu interés