La galleta tarifaria argentina

En un año electoral en que las tarifas están quietas y siguen siendo ancla de la inflación, un conjunto de usuarios de gas natural apareció de repente en escena protestando porque le vinieron grandes aumentos en su última factura bimestral. Aún sin aumentos tarifarios, lo que emergió fueron los efectos del esquema anunciado en Abril del año pasado, que introdujo tarifas de gas con valores significativamente más elevados, pero que dependen de las variaciones del consumo observado respecto al año anterior. Según el nuevo esquema las categorías de consumidores residenciales se enfrentan con un mecanismo adicional de precios que depende de las variaciones en el consumo observado, a modo de generar incentivos al ahorro de energía. Así, la tarifa se eleva significativamente si el nivel de consumo respecto del año anterior aumenta, se mantiene igual o se reduce muy poco (entre 0 y 5%); la tarifa se mantiene sin cambios si se verifican ahorros de consumo del 20% o más (siempre respecto al año anterior) y la tarifa aumenta más moderadamente si los ahorros son mayores a 5% (pero inferiores a 20%). Es decir que a la ya bastante compleja estructura de tarifas crecientes según niveles de consumo, que establece 8 tarifas diferentes para los usuarios residenciales, ahora se le agregan variantes de precios según el movimiento del consumo respecto del mismo bimestre del año anterior que dan lugar a 3 variantes distintas, elevando la estructura de tarifas a 24 variantes, que pueden seguir subiendo en número si agregamos otras dimensiones que tienen que ver con la grilla de los cargos del gas importado.

Este esquema de incentivos al ahorro pensado para reducir subsidios trajo consigo un innecesario aumento de la fragmentación e inestabilidad de las facturas. Dado que el consumo de gas es muy dependiente de la temperatura, cambios en la misma de año a otro que antes movían más lentamente a los consumidores entre categorías tarifarias cercanas (porque se definen sobre promedios bimestrales de consumo), ahora los mueven rápido entre categorías del nuevo esquema basado en ahorros observados de un bimestre respecto al mismo de año anterior. Los problemas no han sido todavía percibidos completamente, porque tuvimos un año de relativamente alta temperatura invernal (2014) seguido de otro igual (2015), lo cual escondió la inestabilidad recién mencionada. Además, los aumentos del 2014 se anunciaron de modo escalonado entre Abril y Agosto. Esto, y la baja variabilidad entre los últimos dos inviernos, hizo que los consumidores residenciales no sintieran los efectos del esquema latente. Pero si el año que viene tenemos un invierno frío, el esquema tarifario va a generar grandes sorpresas, justo en medio de una adecuación generalizada de tarifas.

Pero además el esquema actual tiene otros problemas de diseño, para lograr el ahorro de energía que dice promover. Al haber introducido aumentos tan grandes en la tarifa de gas, dejando igual la de electricidad, en un mundo tarifario en donde los consumidores están segmentados por bloques con tarifas tan disimiles, se sobre incentivan de modo ineficiente ahorros de gas -por sustitución hacia electricidad- de algunos consumidores (no de otros) y de algunas zonas (Capital y GBA) y no de otras (porque en estas el precio de la electricidad es muy alto). Es decir que el ahorro total de energía es relativo y es posible que vaya en direcciones o magnitudes no deseadas. Otro problema es que el esquema exige a los usuarios realizar esfuerzos de ahorro para obtener beneficios que desaparecen al año siguiente. El esquema le corre el arco al usuario que quiere evitar el tarifazo y lo obliga a tener que realizar otro esfuerzo adicional que no va a ser posible por lo que termina expropiándole los beneficios del esfuerzo al año siguiente. Esto se conoce desde hace mucho en la economía de los incentivos como el Efecto Ratchet y puede ser fuente de ineficiencias si el esquema no está bien diseñado. Más relevante es el hecho que para el grupo de usuarios (estimo en un tercio de los hogares) que van a tomarse en serio el esquema y van a hacer esfuerzos de ahorro de 20% o más, no contemplan que las ganancias duran un solo año (y al año siguiente los precios saltan bruscamente) el esquema termina siendo engañoso. Porque tal vez para ellos era preferible hacer ahorros menores (5%) en varios años que hacerlo todo de golpe. Las simulaciones muestran que efectivamente éste es el caso y que el efecto de bolsillo para un usuario representativo es grande. Es decir que el esquema es injusto porque puede ser engañoso, porque los consumidores no estuvieron bien alertados. Cualquier empresa privada, regulada o no, que hubiera propuesto un esquema como este sería llevada a juicio de defensa de los consumidores y obligada a compensaciones millonarias.

Esto está detrás del malestar que empezó a aparecer recientemente y que posiblemente se profundice el año próximo. Por eso, antes que eso ocurra mi recomendación a los candidatos y sus equipos es que hay que revisar este esquema y, en términos más generales, simplificar la galleta tarifaria de la Argentina. Se necesita un programa más racional y equitativo de reforma de los subsidios, que hoy es parte de una política de estado impostergable.

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