La fábrica de dólares presidencial

Recientemente, en un acto en la Casa de Gobierno, la Presidente manifestó que la prueba de que no hay cepo cambiario es que, desde enero, habían tenido que entregar u$s 82.700 millones, incluyendo pagos de compromisos del gobierno y del sector privado, particularmente para importaciones y viajes al exterior. Similar argumento utilizó a poco de volver de su viaje a Estados Unidos donde expuso y contestó preguntas de estudiantes de dos importantes universidades. Ante una de estas inquietudes, respondió que lamentaba no contar con la máquina de imprimir dólares. Por lo tanto, es difícil de entender cómo es que, tan generosamente, su gobierno nos entrega tantos miles de millones de esa moneda extranjera; más teniendo en cuenta que no tiene crédito externo ni interno disponible. Queda claro que algo anda mal.
¿El BCRA estará falsificando dólares? ¿Habrán encontrado alguna alquimia que transforme pesos en la divisa estadounidense? La respuesta es no. Los dólares se los tienen que comprar a alguien.
El problema surge de un error de concepto, de este gobierno y muchos políticos argentinos, según el cual la Argentina produce, ahorra, exporta y genera divisas. Por lo tanto, quiénes fueron elegidos por el pueblo tiene la obligación y el derecho de administrarlos como les parezca mejor para el beneficio de todos, o sea según su propio criterio.
Por ejemplo, el gobierno cree que esto los habilita a redistribuir graciosamente las riquezas que esta gran Nación produjo. Si esto es así, propondría que todos los argentinos dejemos de trabajar y producir; la Argentina lo hará y nuestro generoso gobierno podrá darnos la parte que considere justo. Un absurdo.
Es que las comunidades no producen, ni ahorran, ni exportan, ni generan divisas. Son millones de personas, trabajadores y empresarios, los que lo hacen. Son un señor productor y sus empleados los que exportan un bien y reciben en pago las divisas extranjeras. Es un hotelero el que atiende a los turistas del exterior que le pagan en dólares. Son argentinos y extranjeros los que deciden traer sus ahorros y capital de afuera, para depositarlo o invertirlo en la Argentina. Es un tremendo error pensar que las divisas que el BCRA obliga a las empresas y particulares a liquidar en sus arcas son de la Argentina. Por lo tanto, cuando les paga menos de lo que valen esas divisas, les está confiscando parte de su propiedad o cobrando una retención o impuesto ilegal; ya que no fue aprobada por el Congreso, como manda la Constitución.
El corralito verde que el Ejecutivo instrumentó desde fines de 2011 no tiene otro fin que permitirle adquirir más baratas las divisas extranjeras que necesita. El BCRA emite para comprar moneda extranjera para el gobierno y, además, para hacerle transferencias en pesos, permitiéndole mantener un gasto público más alto que el sustentable con sus ingresos genuinos. Dado que la gente no demanda semejante oferta de pesos, éstos se desvalorizan; pero el Central no permite que esta baja en su precio se refleje completamente en el tipo de cambio controlado. En definitiva, para eso se ocupó de quitar la competencia de la demanda de la gente y las empresas de su exclusivo coto de caza de divisas. Así que quién se ve obligado a liquidar sus divisas en el mercado oficial sufre una quita por la diferencia de lo que valen sus dólares y lo que le paga el BCRA. Nuestras estimaciones muestran que, si se hubiera mantenido el tipo de cambio libre y la autoridad monetaria hubiera emitido lo mismo que hasta ahora para financiar al gobierno, el tipo de cambio hubiera subido hasta algún valor entre $5,80 y $6,20. Es decir, el Banco Central le está confiscando, más de un peso por dólar que le obliga a venderle.
Es cierto que la Presidente no tiene la máquina de hacer dólares; pero, también, que su gobierno no entregó ni un dólar que fuera propio. A través de medidas ilegales e inconstitucionales se implementó un cepo cambiario que le permitió apoderarse de las divisas de particulares y empresas. El problema es que no hay muchos argentinos o extranjeros que estén deseosos de donarle parte de sus ahorros y capital al gobierno; por lo tanto, la inversión en la Argentina se verá seriamente resentida, ya que nadie traerá un dólar al país.
En la medida que el peso se deprecie y esto se refleje parcialmente en el tipo de cambio oficial, se incrementará esta retención al valor de lo exportado y sus fabricantes tendrán, cada vez, menos incentivos para producir y vender al exterior. Y los turistas extranjeros o no vendrán, por el encarecimiento de los servicios al tipo de cambio oficial, o deberán aprender a operar en el mercado paralelo. Podemos tener un veranito por una circunstancial buena cosecha; pero por este camino sólo nos espera una mayor decadencia económica. Solamente el respeto de los derechos e instituciones que preserva nuestra Constitución Nacional nos permitirá construir un país en que todos los argentinos tengamos más posibilidades de progreso.
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