Industria y jóvenes: un solo corazón

Septiembre, aparte de la primavera y del Día del Estudiante, aporta el Día de la Industria al calendario de efemérides de la Argentina. Algunos lo juzgarán antitético con los anteriores - el gris de la industria versus los alegres colores de la juventud y del renacer primaveral- pero hoy están muy relacionados entre sí.

Conviene preguntarse, primero, por qué hay una Día de la Industria. La respuesta no es difícil: si bien toda actividad productiva contribuye al crecimiento de un país y si bien en la economía moderna, aún en las naciones industrializadas, el principal sector que aporta al PBI es el de servicios, la industria tiene un impacto especial.

Ese impacto tiene que ver con lo que la industria hace en sí misma -la transformación de las materias primas- pero, sobre todo, con los efectos que derrama al resto de la sociedad.

En primer lugar, el empleo, pues lo genera en mayor cantidad que la agricultura moderna; además, es de mejor calidad, en general, que el que promueve el sector servicios.

En segundo lugar, ese empleo de calidad es una pieza fundamental para la movilidad social, ya que permite a mucha gente, no sólo ganarse la vida, sino ganar conocimientos y saberes que les permiten mejorar ingresos, ampliar sus horizontes culturales, alcanzar nuevas metas. La industria es así no solo transformación de la materia, generación de riqueza material, sino también productora de riqueza social.

Por esa razón, la firme decisión política del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner de profundizar el proceso de industrialización de la Argentina, iniciado en 2003 por el presidente Néstor Kirchner, excede la política económica, para insertarse en una política de desarrollo económico, social y cultural.

Que esa política es exitosa no hay dudas. Hoy tenemos el doble de PBI industrial que en 2003; la industria ha crecido un 7,5% anual promedio desde esa fecha. Hoy tenemos una industria que no solo es más grande sino también más competitiva: las exportaciones de origen industrial representan el 34% de las exportaciones totales, contra 26% de 2003, con exportaciones 184% mayores, (por unos u$s 170 mil millones en todo el período), que llegan a un 33% más de destinos.

Tenemos actualmente una industria que impulsó un fuerte proceso de inversión, sostenido por un importante esfuerzo de inversión pública en infraestructura y educación, que se coloca en máximos históricos a la relación entre inversión y PBI: 24%.

Se generó un millón de puestos de trabajo industriales adicionales a los que había en 2003, empleo que ha contribuido fuertemente a baja la tasa de desocupación a solo 7,2%, en un mundo, en el que se acumulan millones de desocupados.

Todos estos datos macro, por positivos y esperanzadores que sean, ocultan los millones de datos micro que conforman la realidad de esta industria argentina. Porque, ¿qué es la industria que celebramos en septiembre?

La industria, parafraseando a Borges, somos todos: los cientos de miles de empresarios que ponen su tiempo, su capital, su creatividad al servicio de la transformación; los millones de trabajadores que piensan, empujan, cortan, sueldan, forjan, mezclan, analizan y ponen su vida en hacer funcionar esas máquinas, esas industrias.

Por eso quiero destacar un hecho menos conocido: desde 2003 a la fecha se han creado, crecen y se consolidan,- 190.000 nuevas empresas, de las cuales más de 18.000 son netamente industriales. Son miles de proyectos concretados y que en su pequeña o gran medida han contribuido a que hoy tengamos esta industria diversificada, competitiva y consolidada.

Hay un cambio cultural que mejora a la industria argentina. Más del 95% de esas nuevas empresas son PyMEs, que han ido creciendo. El 60% han sido creadas por menores de 40 años. Y este doble hecho, pequeñas empresas que se transforman en medianas y jóvenes creadores de empresas, muestra que la recomposición no es solo en cantidad sino también en legitimidad: hoy ser empresario es una opción atractiva para los jóvenes, porque ven en la creación de empresas una forma de creatividad, de satisfacción profesional pero también personal, una forma de vida.

Así como la reconstrucción y el crecimiento de la industria argentina es la consecuencia de una decisión política y de acciones políticas concretas, el surgimiento de los jóvenes empresarios no es casual, sino el resultado de un gobierno que ha revalorizado su rol en la vida social. Y no sólo en lo político, laboral o cultural, sino en su dimensión productiva. Desde 2009, y contando las acciones del Ministerio de Industria, más de 10.000 jóvenes fortalecieron sus iniciativas, más de 2.700 proyectos de jóvenes recibieron financiamiento; más de 300 cursos, en todo el país, permitieron que puedan usar su creatividad, iniciativa y visión para diseñar un futuro de empresarios.

De allí que la coincidencia de que en septiembre se celebre a la primavera y a los estudiantes, es decir, a la juventud, y que también se recuerde a la industria no es hoy apenas una casualidad del calendario. Podemos articular juventud y empresa con la seguridad de que están surgiendo nuevos empresarios no sólo en términos cronológicos sino sobre todo en términos cualitativos.

Con la certeza de que que estos miles de jóvenes empresarios no solo buscan la legítima ganancia, sino que saben -quizás más que sus mayores - que una empresa no crece únicamente cuando vende y gana mercados, sino cuando lo hace generando trabajo, arraigo, respondiendo a los valores de la sociedad, cuando contribuye a hacer una sociedad más democrática y justa. Por eso estamos seguros de que seguirán surgiendo nuevas empresas, que contribuirán a que tengamos una industria cada vez más competitiva. Que, cada vez más, la industria argentina sea orgullo nacional.

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