Hegemonías y alternativas

La caracterización de la etapa que vive la humanidad indica una acentuación de la hegemonía económica -capitalista, con una democracia liberal y con una cultura que incluye no sólo los medios de comunicación, sino también la idea fuerza de la innovación, la aplicación de la revolución científico- técnica con salida directa al mercado. El enterrador que anunciaba Marx en El Capital no ha llegado. A pesar de las crisis y contradicciones que tiene el sistema, y que se observan en las luchas territoriales, comerciales, militares y financieras, está lejos de agonizar. Las tecnologías de la información y las comunicaciones construyen una nueva economía de carácter mundial, pero que mantiene su núcleo duro.
En este contexto desde la post guerra fría, acelerando y reproduciendo el dominio a escala planetaria, el capitalismo se expande (eso también preveía el filósofo alemán) hasta su máximo nivel de desarrollo posible, mientras los países emergentes tratan de articularse con la globalización y algunos intentan una identidad no dependiente.
El proceso político de América Latina y el Caribe que comenzó a principio de la década del 2000, significó la superación de la etapa anterior y fue la oportunidad para restaurar el valor del Estado frente a la sociedad. Las crisis del sistema político en la región abrieron nuevas experiencias, como lo fue la del chavismo en Venezuela, el surgimiento de Néstor Kirchner en Argentina, o de Evo Morales en Bolivia con su reinvindicación étnica, y acompañaron un momento de crecimiento y redistribución social de la riqueza. La formación de una alianza progresista con una discursividad contrahegemónica, tuvo un período de apogeo y de creación institucional como Unasur o la Celac.
Sin embargo, hace pocos años comenzó la decadencia, en paralelo con la caída de los precios de los productos primarios, la crisis del sector externo y la descapitalización, que sumado a la desaparición física de Chávez y Kirchner, hicieron que este conjunto de países sufrieran retrocesos que debilitaron la coalición. Ni las alianzas que se efectuaron con la República Popular China ni con la Federación Rusa, fueron una alternativa política y económica de sustitución de los dominios mundiales que encabezan los EE.UU. y la UE.
Los graves sucesos de Brasil, el cambio de signo ideológico en la Argentina, la crisis venezolana, la no reelección de Evo Morales y la defección de Correa a la continuidad indefinida, señalan una tendencia regresiva de las nuevas experiencias progresistas. Es decir que de acuerdo al tablero internacional, hoy prácticamente no quedan espacios de expansión o apoyo para proyectos nacionales y populares.
A la división internacional que surgió después de la firma de Yalta, con el nacimiento de la guerra fría y la bipolaridad, se generó un tercer mundo equidistante y proclive a las experiencias nacionalistas y socialistas. Hoy no existe ni el segundo ni el tercer mundo, y se hace más difícil construir opciones contrarias al dominio mundial en la democracia occidental.
Aunque estamos en un planeta políticamente multipolar, el mismo está unificado en el modo de producción de bienes y servicios y las relaciones sociales que implican.
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