Espejismo en China

Mauricio Macri protagonizó una bilateral perfecta con Xi Jinping, presidente de China. Macri logró que Xi apoyara la candidatura de Susana Malcorra en Naciones Unidas y que instrumente medidas políticas para equilibrar la balanza comercial entre ambos países.

A cambio, China mantiene la construcción de las dos represas en Santa Cruz, las dos centrales nucleares en Buenos Aires y su base espacial en Neuquén, cinco emprendimientos estratégicos que Xi había arrancado a Cristina Fernández que necesitaba un socio global y sus millones de yuanes/dólares de libre disponibilidad.

En Hangzhou, el Presidente mantuvo también un contacto informal con Barack Obama, que se despedía de la cumbre del G-20. Obama y Macri tienen buena relación personal, y esa empatía sirvió para acelerar las negociaciones con los fondos buitres en Wall Street. Obama elogió la agenda política y económica de Macri y volverán a tomar café en New York, durante la Asamblea General de Naciones Unidas convocada para mediados de septiembre.

Hacia el final de las deliberaciones del G-20, Macri se reunió con Vladimir Putin, que mantiene profundas diferencias con Estados Unidos y Europa por su estrategia política en Siria y por su voracidad en Ucrania, que terminó con la anexión compulsiva de la península de Crimea. Macri cree que Vaca Muerta es un emprendimiento clave para la matriz energética nacional y Putin necesita los alimentos argentinos para reemplazar los embarques de cereales bloqueados por Washington y Bruselas. Ambos presidentes se pusieron de acuerdo, y el voto ruso es clave para las chances de Malcorra en Naciones Unidas.

La crisis de Brasil y las limitaciones de Enrique Peña Nieto, presidente de México, colocan a Macri en una situación de liderazgo regional. Estados Unidos, Europa, China y Rusia necesitaban en América Latina a interlocutores ajenos al populismo y encontraron al presidente argentino, que derrotó a CFK y enfrenta a Nicolás Maduro. Macri no buscaba ese liderazgo, y aprovecha la coyuntura internacional para empujar su programa de gobierno, que se asienta en las inversiones y el libre comercio.

Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner y CFK viajaron al exterior como presidentes de la Argentina. Al principio, se los veía felices, compenetrados, seductores. Por distintas razones políticas, creían que estaban en el centro del universo, y sus interlocutores ocasionales desplegaban la alfombra roja y juraban amor eterno. Pero la política doméstica marca la agenda diplomática, y si hay conflicto fronteras adentro, ese conflicto terminará por teñir todas las relaciones internacionales.

En este contexto, con el presidente de gira, ya no se sabe si son vacaciones forzadas o una nueva oportunidad para profundizar las relaciones diplomáticas de la Argentina. Al final de su segundo mandato, Cristina Fernández se quedaba largas horas en su habitación de cinco estrellas mirando a la estatua de Colón. Y sólo salía para hablar en la ONU, mantener bilaterales de escaso rango o cenar a escondidas en un restaurant cercano a Central Park.

Macri tiene problemas en la gestión política. Erró en la denuncia contra Gómez Centurión, confió demasiado en ciertos miembros de la Corte Suprema, facilitó la organización de la marcha de la CTA, tardó semanas en enmendar el cuadro tarifario y, fundamentalmente, insiste en un modelo de ejercicio de poder que no coincide con la lógica interna que identifica a los asuntos de Estado.

Un dirigente partidario se transforma en jefe de Estado cuando siempre confía en los suyos y siempre tiene un plan alternativo ante la posible/inevitable traición del interlocutor. La ausencia de plan B, implica una fuerte cuota de inocencia que está reñida con el ejercicio cotidiano del poder. No se trata de enterrar la ética personal, ni de olvidar que la moral es necesaria para gobernar. En la selva, hasta que pueden o deben, conviven el Lobo Feroz y Bambi.

El peronismo le juró a De la Rúa que terminaría su mandato en paz. Kirchner le prometió a Eduardo Duhalde que lo respetaría hasta el final de sus días. CFK le aseguró a Daniel Scioli que apoyaría su candidatura presidencial. Y se podría agregar: Alvear con Yrigoyen; Perón con Cámpora; Massera con Isabel, Galtieri con Viola, Hitler con Stalin.

Macri tuvo una agenda fantástica en China. Pero no alcanza para resolver la política doméstica, que es clave para ejecutar los planes que trazó en sus reuniones con Xi, Obama, Putin, Mariano Rajoy y Ángela Merkel. A Jaime Stiuso, Sergio Massa, Máximo Kirchner, Hugo Yasky y Luis DElía, entre otros personajes locales, no les importa adónde queda Hangzhou y para qué se encontraron los 20 países más influyentes del planeta.

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