Debería calmarse un poco la suba del dólar hasta el Invierno

Todavía luce caro el dólar cerca de 8 pesos. Así lo comentamos por radio, hace un mes, al regreso de las vacaciones. Lleva unos 30 días fluctuando en torno de los $7,80 en el mercado libre tras el pico hacia fines de enero; y la verdad es que sigue aún la misma percepción de un valor un poco alto, a juzgar por el comportamiento del resto de los precios relativos de la economía frente a la trepada del tipo de cambio. Un litro de nafta vale hoy menos que un dólar, mientras que en diciembre la súper oscilaba en $6,50 cuando el billete se negociaba a $6 en la calle. Si bien la inflación golpea más que nunca, una comida en Buenos Aires ya no es tan cara en dólares al cambio de 8 pesos; del mismo modo que una camisa de vestir estándar se puede conseguir hoy entre 35 y 50 dólares en Barrio Norte, casi como en los shoppings de Miami. Parece claro que en los últimos 90 días el dólar subió bastante más que la mayoría de los precios. Los que viven en dólares, por caso, perciben que hoy la Argentina está menos cara que antes.
Cuesta dejar de lado el componente político e ideológico con que gobierna el Gobierno, y se sabe que opinar sobre el dólar en la Argentina presenta obvias dificultades. La demanda de los individuos y las empresas reconoce en este país hasta cuestiones de fe, y la sensación de vivir en una tierra donde puede pasar cualquier cosa aparece frecuentemente para incorporar creciente temor en los actores económicos. Se suma en estas horas la tensión derivada por las consecuencias del pleito en Nueva York con los bonistas que no entraron al canje.
Al mismo tiempo, observando las incertidumbres políticas y económicas que presenta el año electoral y sobre todo un 2014 con mayor déficit, donde ya no existirá cosecha récord y seguirán faltando dólares; cabe tal vez suponer que muchos argentinos podrían optar por seguir comprando dólares como puedan, más allá de que ahora lo perciban como un poco caro. El tiempo, creen, les dará revancha.
En el corto plazo sin embargo, mirando los próximos meses, y si se atienden estrictas cuestiones macroeconómicas y monetarias, todo indica que debería calmarse un poco la plaza cambiaria hasta el final del invierno. Juega la percepción ya comentada de un billete ahora no tan barato cerca de $8, y sin duda colabora la esperada liquidación de dólares del campo entre marzo y julio que se calcula en unos u$s 10.000 millones para equilibrar la pérdida sistemática de reservas.
Los economistas tratan de explicar todos estos fenómenos. Por lo pronto afirman que los precios subieron menos que el dólar libre, porque todavía la mayoría de la formación de esos precios obtiene dólares regulados a 5 pesos. El repuesto de la cafetera Nespresso, que costaba 4 pesos antes del cepo cambiario en 2011, hoy se vende a $ 5,20. Subió 30%, contra el dólar libre que trepó 100%. Lo mismo ocurre con los autos, las maquinarias, combustibles o materiales de construcción.
También hay bastante coincidencia entre los técnicos respecto del supuesto dólar de equilibrio que hoy neutralizaría el atraso cambiario y devolvería competitividad a la industria y a las economías regionales. Seguramente no se parece a 5 pesos como el actual dólar oficial, pero tampoco se necesita que llegue a 8. Estaríamos hoy en torno de $ 6,50 si se ajustara por inflación real y suba de salarios el dólar de $ 3,50 de 2009, un valor que lucía muy competitivo entonces. Nadie se quejaba de atraso cambiario el año en que Néstor Kirchner perdió en la provincia de Buenos Aires, al punto que permitió la gran recuperación económica local después de la crisis internacional de las hipotecas truchas y la caída de Lehman Bros
Hay un evidente factor político que extremó la ansiedad sobre el dólar, al compás del vamos por todo y decisiones oficiales que fueron cerrando el grifo para acceder al cambio oficial. En el último año, los saltos fuertes del billete se dieron inmediatamente después de conocerse medidas de restricción para acceder al dólar oficial, cómicamente llamado por el Banco Central Mercado Único y Libre de Cambios (MULC). Saltó por encima de $ 6 en mayo de 2012, cuando se canceló prácticamente el acceso a los que compraban con autorización a la AFIP; pasó los $ 6,50 en agosto último cuando se blanqueó que se prohibía directamente el dólar para atesoramiento y para operaciones inmobiliarias; y supero $ 7 en enero pasado cuando ya no le vendían dólares oficiales ni a los turistas.
Se supone que este año, con el Gobierno recuperando reservas en el segundo trimestre, no deberían aparecer nuevas restricciones cambiarias que alimenten más la ansiedad sobre el dólar libre. Incluso podría abrirse algo más el grifo que el año pasado, estabilizar la plaza cambiaria, y llegar mejor a las elecciones. Ni hablar si el Gobierno eliminara el dólar prohibido implementando un desdoblamiento modelo 80s con dólar comercial y dólar financiero. Sin la Policía en la plaza financiera, el dólar libre podría ubicarse entre 6,50 y 7 pesos; incluso menos si las autoridades dieran apenas alguna señal de seriedad económica
Por ahora, empero, nada parece destinado a modificarse. Los banqueros apuntan que no ayuda la impericia del Banco Central a calmar el dólar. Una pregunta no menor es qué hará el Gobierno con la montaña de pesos que emite mes a mes, más lo que habrá de imprimir para comprar los u$s 10.000 millones de la cosecha. Últimamente absorbió pesos vaciando cuentas del Banco Nación, que terminan indirectamente financiando al Estado. Y estos días de presión sobre el dólar y pérdida de reservas, el Central parecía operar en su contra, a propósito: Cuando la tasa de call para préstamos entre bancos llegaba a 12%, aparecía con órdenes para llevarla a 9%. Inexplicable.
Como Mercedes Marcó del Pont opina que la inflación ascendente en la Argentina obedece a problemas de oferta de bienes y no a la explosiva expansión monetaria que administra, no permite que ajusten al alza las tasas de interés. Los pesos que sobran no encuentran refugio, salvo por ahora en la compra de bienes dolarizados, cuyos precios subieron menos que el billete a casi 8 pesos.
En este último punto se presenta la pregunta del millón. Con los pesos que sobran, cuando lo pools de siembra liquiden la cosecha, ¿se destinarán todos esos fondos a la compra de dólares a 8 pesos; o parte se asignará a la recomposición de stocks o adquisición de bienes que todavía no ajustaron sus precios 100% por el dólar libre? A un empresario, rural o industrial, qué le conviene en el corto plazo. Comprar dólares o comprar insumos. Todos los años aparece el alerta por la supuesta retención de granos en el sector agropecuario, un fenómeno que nunca se termina de confirmar en los grandes números ni mueve demasiado el amperímetro cambiario, como sí ocurría en los 80s, cuando la soja apenas existía. Tal vez cabe esperar una tregua cambiaria hasta el invierno, lo que permitirá tomar las decisiones con algo más de tranquilidad.
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