Argentina y Estados Unidos 2012: ¿una nueva etapa?

Jorge Argüello presentó ante Barack Obama sus credenciales como nuevo embajador argentino en Estados Unidos. El ex representante ante la ONU declaró que el propósito de su gestión será mejorar las relaciones bilaterales, luego de los múltiples cortocircuitos ocurridos durante el 2011. Desde la reelección de Cristina Kirchner, tanto la Casa Blanca como la Casa Rosada están buscando reencauzar el vínculo bilateral, aunque por motivos distintos.
Estados Unidos, antes de la VI Cumbre de las Américas (Cartagena, 14 y 15 de abril), necesita relanzar la relación con América Latina y buscará aliados en la región. Pretende esmerilar la activa política anti-yanqui del eje bolivariano, que logró poner en marcha la CELAC (una organización de 33 países americanos, que excluye a Estados Unidos). Además, precisa que el gobierno argentino siga apoyando sus políticas antiterroristas, la no proliferación nuclear y el aislamiento del régimen iraní.
Frente a un contexto económico internacional cada vez más crítico, un eje de la política exterior argentina para 2012 será buscar mantener un superávit comercial de unos 10.000 millones de dólares, objetivo complejo debido a la probable recesión europea, y al menor crecimiento y demanda chinos. En los últimos años, Argentina tuvo un déficit comercial creciente con Estados Unidos, que en 2011 superó los 4000 millones de dólares. Parte de la gestión de Argüello se encaminará a intentar reducir ese desnivel. También buscará apoyo del gobierno de Obama para cerrar los litigios con acreedores estadounidenses, en el CIADI y en el Club de París. El gobierno procura reingresar al mercado de capitales y generar las condiciones para volver a tomar deuda en el exterior.
El problema es que históricamente Argentina tuvo déficit comerciales con los Estados Unidos, producto del carácter más competitivo que complementario de ambas economías. En la década de 1920, Honorio Pueyrredón, embajador en Washington, intentó infructuosamente equilibrar el comercio bilateral y romper el embargo sanitario impuesto por los productores agrícolas estadounidenses contra las carnes argentinas. En la década siguiente, fue el embajador Felipe Espil quien intentó sin éxito quebrar las presiones del bloque agrícola, que hicieron naufragar la política de Franklin Roosevelt de anticipación de la reciprocidad, fundamento económico de la política del buen vecino. En el último siglo, podemos encontrar muchos ejemplos de cómo Argentina, con la promesa de lograr un mayor acceso al mercado estadounidense, cedió frente a la Casa Blanca en cuestiones estratégicas, y luego no logró las contraprestaciones esperadas. Hoy en día, frente a una inminente recesión económica en Estados Unidos, y en un año electoral, difícilmente Obama esté dispuesto a eliminar protecciones a productores agropecuarios (de limones en California, por ejemplo) para reequilibrar el comercio con Argentina. Ese es el riesgo de la nueva orientación de las relaciones argentinas con Estados Unidos, justo cuando se avizora una integración latinoamericana alternativa, por fuera del mandato de Washington.
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