Verdades y mentiras sobre los cupones PBI

La deuda externa Argentina y la negociación post default que realizó (y realiza) el actual gobierno parece estar condenada a seguir siendo tema de discusión política y económica. Un capítulo especial lo ocupan los cupones atados al crecimiento del PBI. En este momento, varios economistas volcados a la política, que en muchos casos ocuparon posiciones de relieve en el actual gobierno y luego fueron apartados, insisten en que el manejo oscuro y poco confiable del INDEC podría ocasionar que el país pague ese cupón por el crecimiento obtenido en el año 2013 cuando, según ellos, el crecimiento habría sido inferior al 3,22 %, valor necesario para habilitar el pago. Trasmiten a la opinión pública la idea de que el país gastará casi u$s 4 mil millones que podrían destinarse a otros fines, y allí arrancan con una larga lista de bienes públicos y sociales, como hospitales, escuelas y subsidios a necesitados. El enfoque bordea peligrosamente lo demagógico. Pero quizá lo más grave es que en el afán de tratar de mostrarse como benefactores de la población, unos Robin Hood dispuestos a sacarlas a los explotadores financistas para darles a los pobres, omiten señalar que ya hubo otros Robin Hoods de ese tipo, que con la intervención del INDEC hicieron lo mismo a una escala mayor. Estos últimos son Néstor Kirchner y el inefable Guillermo Moreno. Se jactaron muchas veces de que con el aplastamiento del índice de precios al consumidor lo que buscaron fue perjudicar a los tenedores de bonos emitidos en pesos ajustables por inflación y hacer en la práctica una nueva quita de deuda. Lo que algunos llamaron un default dentro de otro default. Recordemos que para intentar salir del default más grande de la historia, el gobierno argentino preparó a fines de 2004 una batería de títulos, en diferentes monedas, quitas e intereses. Junto con ellos, entregaban los famosos cupones ligados al crecimiento. Si analizamos el caso de los bonos Discount, es decir, aquellos que tuvieron una quita nominal del 66,3 %, existía la posibilidad de recibir bonos en dólares con un interés del 8,28 % o 2,981 bonos en pesos por cada dólar (la cotización del dólar a diciembre 2003) ajustables por el índice de precios al consumidor más un interés del 5,83 %. El atractivo consistía en que la tasa de devaluación había sido más acelerada que la inflación interna, y en consecuencia, podía esperarse que la inflación superase al crecimiento del tipo de cambio tendiendo a un equilibrio futuro. Es lo que ocurre habitualmente con las devaluaciones y el pass through posterior. En Argentina, también sucedió. Lo que no se preveía fue la ingeniosa intervención del INDEC para pisar el índice. Del total de bonos canjeados en 2005, los tenedores de deuda prefirieron recibir el ¡44 % en títulos emitidos en pesos! Increíblemente, el mercado aceptaba una pesificación que nunca más volvería a repetirse. Pero, al poco tiempo la trampa del INDEC hizo caer la cotización de los títulos argentinos a niveles muy bajos cuando habían alcanzado umbrales de riesgo-país cercanos a Brasil. El efecto que tuvo la acción del gobierno fue disminuir el valor técnico de esos títulos en u$s 30 mil millones, valor adicional al que se llega si, por ejemplo, se corrige el índice de precios al consumidor por el de variación salarial. Si varios economistas hoy opositores lamentan que el INDEC pueda inflar los datos del crecimiento (lo que no está demostrado) y beneficiar a los tenedores de títulos, deberían también indicar lo que sí es seguro: La política del INDEC de alterar el índice de precios al consumidor le redujo la deuda al estado (y perjudicó a sus titulares) en una suma que equivale a ocho pagos anuales del cupón. También podrían agregar que después de la estatización de las AFJP, la mayoría de esos títulos de deuda integran el fondo de ahorros que deberán aplicarse al pago de futuras jubilaciones. A veces una media verdad es la peor mentira.
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