"Para ver lo incierto que es todo, basta con lo del domingo". Sergio Mengoni, flamante director general de TotalEnergies en la Argentina, provocó un breve silencio en el público. "Me refiero a la decisión de la Opep", ironizó y detonó risas en el auditorio principal de La Rural, durante su participación en la AOG, cumbre anual de la industria energética local.

El ejecutivo -argentino que volvió al país hace 10 días tras manejar la operación de la energética francesa en Bolivia- aludió al cierre del grifo que hicieron los grandes productores mundiales de crudo, como un intento de contener la caída de precios del barril internacional. Mengoni lo mencionó para graficar la, quizás, mayor fuente de incertidumbre con la que hoy se mueven las petroleras: los precios. Fue, también, una sutil forma de referirse -sin nombrarlo- al elefante en medio de todos los salones empresarios durante esta semana: el resultado de las legislativas bonaerenses.

Hay una idea que la industria energética argentina repite como un mantra: el desarrollo de Vaca Muerta es una de las pocas con consenso entre todas las fuerzas políticas. Y que, en todo caso, sus dificultades serán más externas (precios, demanda internacional) que domésticas.

Pero, en mayor o menor medida, la política local siempre juega. Más, después de la inesperada (por la magnitud) derrota comarcal del Gobierno, que hizo un imprevisto ruido donde, hasta hace días, no lo había. O no lo había tanto. Ahora, es la amenaza fantasma de que no todo marcha de acuerdo al plan.

"El recurso existe. Hay regulación. La infraestructura se está haciendo. Y, en el mercado externo, hay oportunidades", resumió Martín Rueda, otro argentino que retornó al país, en su caso, tras 25 años en el exterior, para comandar Harbour Energy, quinto productor doméstico de gas y que, ahora, también mira al shale oil con interés. Para el italiano Andrea Previtali, quien asumió en abril como CEO de Tenaris Cono Sur, si la Argentina alcanza su "target verosímil" de duplicar producción de hidrocarburos, podrá tener "una posición parecida a la de Noruega" en el mapa energético global.

Para que eso ocurra, hace falta inversión. Y, en consecuencia, financiamiento, el gran cuello de botella que hoy desafía a los planes de Vaca Muerta. Lo explicó Ricardo Markous, CEO de Tecpetrol: "Para que Vaca Muerta llegue a 1,5 millón de barriles diarios, no alcanza con reinvertir el flujo de las empresas".

Recién en julio, la formación rozó los 530.000. La energética de Techint, uno de los mayores productores de gas no convencional, tiene un ambicioso proyecto de u$s 2500 millones para extraer shale oil a partir de 2027. En enero, emitió un bono internacional de u$s 400 millones. "Vamos a esperar a que las condiciones macro se ordenen un poco para volver a salir al mercado", anticipó Markous. En la colocación, recordó, Tecpetrol pagó una tasa del 7,5%; en préstamos bancarios más recientes, el 8%. "Aún hay que esperar que las condiciones se ordenen un poco para volver a financiar".

"El desarrollo de estos activos requieren una inversión muy alta", reconoció Julián Escuder, country manager de Pluspetrol Argentina. La empresa de las familias Rey y Poli tiene un proyecto de u$s 2000 milllones para convertir a las áreas que le compró a ExxonMobil en su nueva Camisea. Fue, de hecho, otra de las energéticas locales que captaron fondos en el exterior: debutó con una ON de u$s 450 millones, a 2032, con tasa del 8,5%. "En un mercado más saneado, podríamos ir a 10 años o más. Las empresas argentinas del sector estamos iguales en plazos y costos. Nos miran como si fuéramos una parte de algo", describió Escuder.

Ese "algo" es el prontuario financiero de la Argentina. "Por lo general, una empresa paga por encima de su país. Nosotros pagamos menos que el Gobierno", destacó. Se debe, explicó, a que las empresas argentinas, históricamente, fueron mejores créditos que su soberano.

"Pero no dejan de ser tasas altas. Estamos en 8 u 8,5% cuando podrían ser 200 puntos básicos menos", planteó. Le puso números a ese costo: "Si toda la industria necesita invertir u$s 10.000 millones, esos 200 puntos son u$s 200 millones: 30 pozos. Podríamos perforar más si tuviésemos condiciones macro más positivas". Comparó: si Pluspe buscara capital para Perú, pagaría 4,5 por ciento.

El lunes, después de la mala performance libertaria en el distrito más sangrante por la motosierra, el riesgo país superó los 1100 puntos, nivel en el que no estaba desde hacía 11 meses. La proyección que, además, le dio a la oposición -en particular, a Axel Kicillof- de ser opción de gobierno en 2027 asignó más probabilidades a escenarios que varios preferían descartar. Llamó la atención que, en una industria con ley específica y protección de inversiones reforzada por el RIGI, se oyeran, justo esta semana, voces que recordaran la necesidad de "regulaciones previsibles y estables".

"Tenemos que trabajar con el Gobierno para asegurarnos de que podemos proteger nuestra inversión. Este es el momento de tomar decisiones. El desafío, hoy, es generar el entorno empresarial que permita atraer inversiones. Tener un marco regulatorio mucho más estable y predecible", dijo Ana Simonato, venezolana que tomó en estos días el liderazgo local de Chevron, petrolera estadounidense que es pionera en Vaca Muerta y cuyos acuerdos originales con YPF moldearon un decreto que luego mutó en ley.

"Se deben permitir los movimientos de capital. Es algo crítico a largo plazo. También, respetar las inversiones existentes. Los costos tienen que ser competitivos. Y se deben mantener las políticas de libre mercado", enumeró, con énfasis casi leonino en la última idea. "Si tenemos todo esto, hay un gran futuro juntos", aventuró.

En el último año, nombres como ExxonMobil, Petronas y TotalEnergiesvendieron activos en Vaca Muerta. Cada uno, por razones distintas. Pero todos, con el mismo desenlace: los compradores fueron empresas nacionales.

"El capital que se necesita no se puede cubrir sólo con los jugadores locales. Es necesario atraer a los internacionales", explicó Mengoni, el CEO de la francesa, que el mes pasado le cedió sus participaciones en dos áreas a YPF, por u$s 500 millones.

"Mejorar la distribución de dividendos dará visibilidad de mediano y largo plazo. No podemos estar reinvirtiendo continuamente el flujo de efectivo que generamos acá. Tenemos proyectos en Guyana o Surinam, que también necesitan inversiones. Como, en otro momento, proyectos de afuera que son rentables financian el desarrollo de áreas acá. Así funcionan las multinacionales", apuntó, sobre la gran red flag que, en las casas matrices, todavía hay sobre la Argentina.

Palabras más didácticas que las que usó su jefe, Patrick Pouyanne, un año atrás, cuando respondió por qué Total -jugador mundial de peso en el negocio del GNL- se mantiene al margen de los ambiciosos proyectos locales para licuar gas de Vaca Muerta con destino de exportación: "Queremos que nos devuelvan nuestro dinero. No invertiremos más mientras no veamos libertad para repatriar dividendos". Es que lo que acá varios llaman "riesgo kuka", afuera, no deja de ser riesgo argentino. El de ayer y siempre.