

Durante años, el multitasking fue acusado de ser el gran destructor de la productividad. Numerosos estudios mostraron que intentar hacer varias cosas a la vez disminuye la calidad de los resultados, multiplica los errores y agota la energía mental. Y no es mentira: cuando confundimos multitasking con estar en mil frentes sin foco, caemos en la trampa de la dispersión.
Sin embargo, el multitasking no es el verdadero enemigo. El enemigo es la forma en la que lo interpretamos. Cuando aprendemos a usarlo con criterio, el multitasking se transforma en un aliado poderoso para aprovechar mejor el tiempo, combinar actividades y liberar espacio mental para lo que de verdad importa.
El multitasking mal entendido
Imaginemos a un gerente en una reunión: mientras alguien expone, revisa el mail, responde WhatsApp y piensa en la presentación de la tarde. ¿Qué sucede? No atiende bien a nadie. El cerebro no puede procesar con profundidad dos tareas cognitivamente exigentes en paralelo; lo que hace es cambiar de foco constantemente. Ese "switching" tiene un costo alto:
- Se pierde entre 20% y 40% de productividad.
- El cerebro tarda varios minutos en retomar la concentración.
- Se incrementan los niveles de estrés y fatiga mental.
Ese es el multitasking "enemigo": el que nos hace sentir ocupados, pero no productivos.
El multitasking bien entendido
El multitasking inteligente no busca hacer todo a la vez, sino combinar actividades que no compiten entre sí. Funciona cuando unimos tareas de distinta intensidad cognitiva: una que demanda foco alto y otra que es rutinaria o automática.
Ejemplos:
- Escuchar un podcast de liderazgo mientras entrenamos.
- Aprovechar un viaje en taxi para responder mails rápidos o hacer llamadas pendientes.
- Avanzar en tareas administrativas mientras se procesa un informe en la computadora.
- Dejar que la tecnología automatice recordatorios, reportes o respuestas estándar, liberando energía para lo estratégico.
El secreto no está en hacer más, sino en elegir bien qué actividades pueden convivir sin fricción.
Cuándo decirle sí y cuándo no al multitasking
No todas las tareas permiten multitasking. Hay momentos donde la concentración profunda (deep work) es irremplazable:
- Diseñar una estrategia.
- Tomar decisiones críticas.
- Negociar un contrato importante.
- Tener una conversación significativa con tu equipo o tu familia.
En esos casos, el multitasking es veneno. Pero en otros escenarios, puede ser un aliado para optimizar el tiempo y reducir la sensación de estar "atrasado con todo".
Tips para usar el multitasking como aliado
- Bloqueá espacios de monotarea: dedicá al menos 1 o 2 bloques diarios (de 60-90 minutos) a trabajar sin interrupciones en lo más importante.
- Clasificá tus tareas por profundidad cognitiva:
- Alta: requiere creatividad, análisis o decisiones.
- Media: necesita atención, pero no de forma exclusiva.
- Baja: repetitiva, rutinaria, administrativa.
Usá multitasking solo en tareas bajas + medias, nunca en dos altas a la vez. - Aprovechá los tiempos muertos: aeropuertos, esperas en salas, traslados. En lugar de quejarte, usalos como oficinas móviles.
- Establecé rituales de multitasking: por ejemplo, responder mails simples solo durante traslados o revisar mensajes mientras hacés una caminata.
- Apoyate en la tecnología: aplicaciones de agenda, asistentes de IA, automatización de reportes. Todo lo que puedas delegar a sistemas, hacelo.
- Evitá el multitasking en reuniones importantes: si estás, estás al 100%. Escuchar a medias no es multitasking: es falta de respeto y de foco.
- Usá la regla de los 2 minutos: si algo te lleva menos de 2 minutos, combinalo con otra tarea simple y sacalo de encima.
- Alterná energía: después de un bloque de alta concentración, hacé multitasking ligero (ej. caminar + escuchar mensajes) para recuperarte sin perder tiempo.
- No confundas multitasking con urgencia: si todo es urgente, nada lo es. Definí prioridades antes de entrar en modo multitarea.
- Entrená la disciplina del "stop": saber cuándo cortar y volver al foco único es la clave para no caer en el multitasking tóxico.
El multitasking en la vida personal
Este concepto no se aplica solo a la oficina. En la vida cotidiana también puede ser un gran aliado. Escuchar un audiolibro mientras cocinás, caminar con tu hijo mientras respondés una llamada no crítica, o aprovechar la cola del banco para organizar tu agenda. Pero cuidado: al igual que en lo laboral, hay momentos que exigen presencia total: una charla de pareja, una comida en familia, un momento de juego con tus hijos. Ahí el multitasking no es aliado, es ladrón.
Conclusión
El multitasking no es ni bueno ni malo en sí mismo. Es como un martillo: puede construir o puede destruir. Mal entendido, nos convierte en personas dispersas, cansadas y poco efectivas. Bien aplicado, nos ayuda a optimizar tiempos, liberar espacio mental y ganar flexibilidad en un mundo donde la agenda nunca alcanza.
La pregunta no es si hacemos multitasking o no, sino cómo y cuándo lo hacemos. En la medida en que aprendamos a diferenciar entre lo que exige foco total y lo que puede combinarse sin fricción, transformaremos al multitasking de enemigo a un verdadero aliado.



