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El mundo occidental está convulsionado luego del ataque de Estados Unidos ordenado por Donald Trump a Irán con el fin de frenar la capacidad de enriquecimiento de uranio de Teherán. Desde entonces crece la posibilidad del estallido de una guerra con Medio Oriente con impacto en el continente.

El ataque aéreo liderado por Washington resultó una operación sin precedentes desde la Guerra del Golfo. Aunque no se emplearon armas atómicas, el uso de bombas antibúnkers como la GBU-57, capaces de perforar hasta 60 metros bajo tierra, redefinió los límites en un conflicto global.

En este contexto internacional de inminentes pasos hacia el estallido de una posible Tercera Guerra Mundial, nace el temor a cerca de la potencialidad de los ataques nucleares y las nulas probabilidades de sobrevivir en caso de su impacto en una de las grandes ciudades de la región como Ciudad de México.

Por qué nada ni nadie puede sobrevivir a una bomba nuclear

Los efectos del impacto de una bomba nuclear son devastadores para todo ser vivo que se encuentre dentro de su radio de alcance. Gracias a simulaciones detalladas y modelos de impacto permiten trazar con precisión el perímetro de destrucción y calcular las zonas de daños y evaluar el porcentaje de oportunidad de supervivencia.

El impacto de una bomba nuclear es letal para cualquier ciudad del mundo. Fuente: archivo
El impacto de una bomba nuclear es letal para cualquier ciudad del mundo. Fuente: archivo

Las consecuencias del estallido de una bomba nuclear no solo repercuten como una gran explosión, sino que se trata de un fenómeno multidimensional que despliega su fuerza en todo tipo de reacciones. El poder de una bomba se divide en: 35% de radiación térmica, un 50% en onda de choque y el resto en radiación nuclear y efectos secundarios.

¿Cuáles son los efectos letales de una bomba nuclear?

En el impacto de una bomba atómica lo primero en llegar es la luz: un destello cegador que durante el día puede causar una ceguera temporal en personas a más de 20 kilómetros de distancia y en la noche se amplía hasta los 85 kilómetros. Un segundo después llega el calor y sus consecuencias pueden ocasionar quemaduras de tercer grado en hasta 8 kilómetros.

En el centro mismo de la explosión la temperatura supera los 100 millones de grados Celsius, por lo que cualquier ser vivo se vaporiza al instante.

La onda expansiva alcanza velocidades y presiones que hacen colapsar edificios como si fueran de juguete a 6 kilómetros del centro. La presión puede ser de 180,000 kilos por metro cuadrado y el viento, más de 250 km/h.