

En las profundidades heladas de la Antártida, una enorme masa de hielo comparable en extensión con el estado de Florida avanza hacia un deterioro sin precedentes. Se trata del glaciar Thwaites, conocido como el “Glaciar del Juicio Final”, cuya progresiva desintegración se convirtió en una de las mayores amenazas climáticas del planeta.
Durante más de 20 años, científicos de la Colaboración Internacional del Glaciar Thwaites monitorearon de manera sistemática su evolución. Los datos recopilados confirman un escenario preocupante: el glaciar no solo está perdiendo volumen por el derretimiento, sino que también se está fragmentando desde su interior. Las fracturas que recorren su estructura se duplicaron en menos de dos décadas, al pasar de 165 kilómetros en 2002 a más de 336 kilómetros en 2021.
Los investigadores advierten que el proceso ya habría cruzado un punto de no retorno. De hecho, se apoya sobre un lecho marino que se inclina hacia el interior del continente, una configuración geológica que acelera su retroceso una vez iniciado. En otras palabras, la propia dinámica física del glaciar favorece su colapso progresivo.
Las consecuencias potenciales son de alcance global. Si colapsa por completo, podría provocar un aumento del nivel del mar de hasta 65 centímetros, suficiente para inundar zonas costeras densamente pobladas en todos los continentes. Además, su desestabilización podría desencadenar el colapso de gran parte de la capa de hielo de la Antártida Occidental, que alberga suficiente agua como para elevar los océanos hasta cinco metros, un escenario con implicancias catastróficas para millones de personas.

El efecto dominó que nadie esperaba: cómo las grietas aceleran su propia destrucción
Los investigadores de la Universidad de Manitoba descubrieron algo que suena a ciencia ficción, pero es terriblemente real: el glaciar Thwaites está atrapado en un ciclo de autodestrucción. Cada nueva grieta acelera el flujo de hielo hacia el océano, y ese aumento de velocidad genera más grietas. Es un círculo vicioso que se retroalimenta sin freno.
Este fenómeno quedó registrado con precisión inquietante durante el invierno de 2020, cuando los dispositivos GPS desplegados sobre la plataforma detectaron que los cambios estructurales avanzaban a una velocidad de 55 kilómetros por año.
El análisis satelital revela que el glaciar atravesó cuatro fases de debilitamiento distintas. Primero aparecieron grietas masivas de más de 8 kilómetros que atravesaban completamente la plataforma de hielo. Luego surgieron miles de fisuras más pequeñas, multiplicando exponencialmente el daño. Lo que antes era una estructura sólida anclada hacia el fondo oceánico ahora es una red fragmentada que perdió su conexión con los puntos que la mantenían estable.
De escudo a enemigo: el punto de anclaje que traicionó al glaciar
Durante años, una cresta en el fondo oceánico actuó como el último bastión del glaciar Thwaites, sosteniéndolo contra las fuerzas que lo empujaban hacia el mar. Pero en una cruel ironía, ese mismo punto de anclaje se convirtió ahora en el factor que acelera su desintegración.
Entre 2002 y 2006, la plataforma de hielo se encontraba en equilibrio relativo. Sin embargo, a partir de 2007, todo cambió. La zona de cizallamiento que conectaba la plataforma con la lengua de hielo occidental colapsó, concentrando tensiones masivas alrededor del punto de anclaje. Para 2017, las grietas habían atravesado completamente esa conexión crítica.
El resultado es devastador: el glaciar ya no está anclado. Lo que antes lo protegía ahora trabaja en su contra, generando tensiones que aceleran el flujo de hielo aguas arriba. Los modelos numéricos predicen que la línea de base del glaciar retrocederá aproximadamente un kilómetro cada año durante las próximas cuatro décadas, un ritmo que convertiría el colapso total en una certeza matemática.

El presagio antártico: lo que le pasó al glaciar Larsen podría repetirse a escala global
La historia no está de nuestro lado. En la década de 1970, la plataforma de hielo Larsen en la Península Antártica mostraba patrones similares: un abultamiento inicial que parecía estabilizarla terminó siendo el punto de origen de las grietas que causaron su desintegración total.
Los científicos advierten que el patrón de deterioro del Thwaites podría replicarse en otras plataformas de hielo antárticas que atraviesan procesos similares de debilitamiento. No estamos hablando de un evento aislado, sino del primer dominó en una cadena que podría transformar radicalmente las costas del planeta.
Las implicaciones son estremecedoras. Un aumento de 65 centímetros en el nivel del mar pondría en riesgo directo a ciudades como Miami, Shanghái, Bombay, Bangkok y Yakarta. Pero si el colapso de Thwaites desencadena la desestabilización de toda la Antártida Occidental, estaríamos hablando de cinco metros adicionales, suficientes para rediseñar completamente el mapa del mundo y desplazar a cientos de millones de personas.




