

Bajo turbulentas o también oscuras y gélidas aguas de muchos mares en el mundo se esconde una amenaza silenciosa que se descompone lentamente, gestando así, una verdadera bomba de tiempo que atenta contra la humanidad entera y la vida de todo ser.
¿Son bombas reales que van a estallar? No, pero sí se tratan de miles de barcos de guerra hundidos durante la Primera y Segunda Guerra Mundial que reposan en el lecho marino, cargados con petróleo y materiales tóxicos, dañinos para la vida de todos.

Según un informe publicado por la agenciad e noticias, Euro News, ahora, expertos del Proyecto Tangaroa y el Ministerio de Defensa del Reino Unido alertan sobre el daño que están a punto de causar estas naves que son unas auténticas "bombas contrarreloj" medioambientales.
Si estallan, estas bombas podrían provocar vertidos catastróficos que afectarían no solo a los ecosistemas, sino también a la salud y economía global.
El pecio HMS Cassandra lleva más de un siglo con su combustible en el fondo del mar
El HMS Cassandra, hundido en 1918 en el mar Báltico, se conserva en tan buen estado que aún retiene grandes cantidades de combustible.
Científicos británicos, en colaboración con Estonia, han comenzado a estudiar cómo mitigar el riesgo. "No ha habido una fuga catastrófica aún, pero eso no significa que estemos fuera de peligro", explicó Harriet Rushton, responsable ambiental del equipo británico DE&S SALMO.
¿Qué son los PPW y por qué ahora son más peligrosos?
La comunidad científica los llama Pecios Potencialmente Contaminantes (PPW). Se calcula que hay al menos 8,500 de estos barcos oxidados bajo los océanos. "Son vestigios tóxicos de conflictos pasados, y muchos de ellos están empezando a descomponerse más rápido de lo previsto", advierte Lydia Woolley, directora del Proyecto Tangaroa.
El cambio climático es un acelerador. El aumento de la temperatura de los océanos y el cambio en la acidez del agua debilitan las estructuras metálicas. "Las tormentas, la minería submarina y la pesca de arrastre también están acortando la mecha de estas bombas ambientales", agregó Woolley. En muchos casos, ya se han detectado fugas, como en el HMS Cassandra, que presenta pequeñas filtraciones de petróleo.

¿Qué pasa si explotan estas auténticas bombas? ¿Y quién debe actuar?
El problema se agrava por la falta de regulación internacional. Muchos de estos barcos pertenecen aún legalmente a países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido, y están protegidos por la inmunidad soberana. Esto significa que ningún otro Estado puede intervenir sin su consentimiento. "Si se pierde tiempo discutiendo quién es responsable mientras el petróleo se filtra, el daño ya está hecho", advirtió Woolley.
Hay que tener encuenta también que los protocolos actuales están diseñados para vertidos recientes de barcos privados, no para estos naufragios estatales. "No hay un marco jurídico efectivo que permita actuar con rapidez", denunció. Sin una solución legal clara, países con menos recursos, que albergan muchos de estos barcos, quedan desprotegidos ante un desastre potencial.
¿Cuál es la solución global que proponen los científicos?
Durante la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, UNOC3, el Proyecto Tangaroa presentó el Manifiesto de Malta, una hoja de ruta con siete acciones urgentes: desde financiación y normativas, hasta innovación tecnológica, educación y cooperación internacional.
El objetivo es prevenir una catástrofe antes del centenario de la Segunda Guerra Mundial, en 2039.
"No venimos con un mensaje fatalista, sino con una advertencia clara y una solución", dijo Woolley. "Ya sabemos cómo gestionar estos riesgos, lo que falta es la voluntad política y los recursos financieros para actuar a la escala necesaria". En palabras de los expertos, el tiempo para prevenir el desastre no se mide en décadas, sino en años. Tal vez menos.



