¿Brasil, un país de otro planeta?
El autor analiza y proyecta el desarrollo del país vecino. Las oportunidades y los deberes que deberá realizar para sostener el sueño de convertirse en potencia global.
Tengo un amigo extraterrestre. Es de la galaxia zapateriana, donde habita el planeta UmaTeo. Es un ser fascinante porque su estado de evolución le permite vivir mil quinientos años terrestres. Como yo, es un apasionado de la economía. Como en su planeta ya superaron eso de tener que ganarse el sustento para vivir, se dedica a visitar distintas galaxias para, cada 50 años, darse una vueltita y ver qué onda, como aprendió a decir en la Tierra.
Durante su última visita, nos juntamos a tomar un cafecito. Me contó que ya desde sus visitas en el año terrestre 1000 le suenan dos regiones: China e India. En esos años, afirmó, la China representaba el 20% del PBI mundial e India, el 30%. Para 1800, continuó, la primera representaba el 30%, pero la segunda había caído al 15%. Entre 1900 y 2000, los Estados Unidos y un conjunto llamado Europa representaron, entre los dos, más del 50%; China e India habían caído a menos del 5%. Estos cambios abruptos, eran un motivo que le hacían a la Tierra muy divertida.
Un nueva estrella
Yo le comenté que muchos economistas afirman que algo nuevo está pasando por estos pagos: parece que, en los próximos 20 años, ¡otra vez! China e India pasarían a ser las estrellas planetarias. No me extraña, mi querido terrícola, me dijo, ¡hace 1.000 años era lo mismo! Pero lo que sí le llamó la atención fue encontrarse con algo inédito: muchos terrícolas le hablaron de un país estrella nuevo: Brasil. Y con humildad galáctica, quiso saber mi opinión.
Nos juntamos unos días después, él con sumo interés y yo con los deberes hechos. Le hice un racconto de mis datos: desde 1965 y hasta 1980, la economía brasileña creció, en promedio, un 8,5% anual, alcanzando una participación en el PIB mundial del 3,9%, emergiendo como un gran objeto de deseo para lazos comerciales y financieros. Brasil siguió siendo una economía relevante, pero su desempeño relativo comenzó a desentonar respecto a otras estrellas en pugna: en los 20 años siguientes, el crecimiento real promedió un 1,9% anual, apenas superior a su crecimiento poblacional. Ya en el nuevo siglo, la tendencia mejoró con incrementos promedio del 3,5% anual, pero lejos está el país vecino de mostrar credenciales rutilantes. Su participación en el PIB mundial cayó al 2,9% en 2010, mirando desde abajo a India (5,6%) y China (14%), y su PIB per cápita, que, en 1980, era el 36% del de los países del G7 y el 118% del de las economías asiáticas industrializadas, pasó a ser en 2010 un 28% del de los primeros y un 33% del de las segundas.
Pareciera que el país se está haciendo un lugar en el club de los elegidos, más que por su desempeño, por la aplicación de buenas prácticas para lograr la estabilidad macroeconómica. Es decir, crecimiento sin picos inflacionarios ni recesivos: ataque a la inflación, superávit fiscal, desdolarización de la deuda y del sistema financiero, intentos por generar un buen clima de negocios, régimen de tipo de cambio bastante flotante, y política industrial y de financiamiento productivo selectivos. Luego de las dudas de los inicios de la gestión del ex presidente Lula, Brasil se transformó en la esperanza mais grande do América latina. Mi amigo me preguntó con aire desafiante: ¿Alcanzará esto y la prolijidad en la gestión macroeconómica para lograr la prosperidad mediante un crecimiento elevado y sostenido?
Le contesté que Brasil podría ser, efectivamente, un ensayo para ver si la ansiada estabilidad macro alcanza, por sí sola, para conquistar el largo plazo. Seguidamente, como un buen amigo, le regalé un trabajo del BID, La era de la productividad, que muestra que la clave del progreso económico real descansa en los incrementos de la productividad total de los factores productivos (PTF), y la PTF de Brasil resultaba inferior y aumentaba menos que la de varios países de América latina (incluida la de Argentina).
Cuando se advierte, continué, que Brasil cuenta con un bajo nivel de inversión en relación con el producto, concluí que no creía que la estabilidad macro, si bien necesaria, incrementara por sí sola la PTF. En línea con la posición del BID, hay margen y deberían diseñarse políticas inteligentes para el desarrollo productivo: políticas que no sólo incrementen la rentabilidad de ciertos sectores sino que los aumentos de la productividad sean suficientemente altos para asegurar su competitividad en los mercados externos y compensar el costo de dichas políticas.
De nuevo, pero ahora con picardía -y con más información de la que yo suponía- me preguntó: ¿Por qué tan escasa PTF, cuando brillan una batería de subsidios, el Bndes, Embraer, la producción y exportación de toda clase de bienes?.
ndices de competitividad
Me apuré a responder: evidentemente, Brasil hizo progresos en varios frentes pero han sido bastante modestos en relación con lo realizado en otras regiones. Un sistema educativo muy inequitativo y dispar que no está produciendo la clase de capital humano requerido para la competencia mundial actual, está inhibiendo el desarrollo de capacidades que son indispensables para la innovación y el desarrollo de productos y de procesos. Según los índices de competitividad del IMD, Brasil ha mostrado un fuerte declive en el factor educación, pasando de un puesto 39, en 2000, al puesto 56, del año 2011, de un total de 58 países. Además, la dramática situación de la infraestructura básica y tecnológica también se manifiesta en estos índices, pasando de un puesto 38, en 2000, al puesto 56, en 2011. No por nada, añadí, la competitividad global descendió del puesto 38 al 44, en esos años, lo que implica un lastre importante para que la embarcación verdeamarela.
Sin dudas, superar estas falencias están en la agenda brasileña, y la estabilidad macro facilitará atenderlas pero el desarrollo de nuevos sectores, y de nuevas tecnologías en viejos sectores con potencial competitivo, no aparecerán naturalmente sino a través de una adecuada articulación del sistema político.
Por otro lado, seguí, Brasil tiene una estructura productiva bastante compleja y, como señalan los economistas Hausmann e Hidalgo, la complejidad productiva puede predecir el crecimiento futuro por las capacidades desarrolladas entre los individuos en esas actividades, ya sea por la presencia de sinergias, complementariedades intra e interindustriales, aprendizaje en el hacer, entre otros, con lo cual, si Brasil encara de manera adecuada los déficit en educación e infraestructura, contaría con buenos pronósticos para la dinámica futura del desarrollo económico y del bienestar social, dándole así ciertos méritos para consolidarse como una inédita y real estrella planetaria.
Che, y ustedes, los argentinos, que están tan cerquita ¿¡no lo van a aprovechar!?", me espetó. Espero que sí, respondí. Brasil nos importa por lo que nos importa!: el 21% de las exportaciones argentinas van a Brasil. El 50% de todas nuestras Manufacturas de Origen Industrial viajan hacia esas playas. Entonces, sólo el vínculo directo comercial significaría que el crecimiento de nuestro PIB y, por efecto de nuestras ventas industriales, de las potencialidades de nuestro aparato productivo y el desarrollo de largo plazo, serán muy dispares, dependiendo del crecimiento tendencial de nuestro vecino. No es lo mismo que ellos crezcan, de manera sostenida, al 3% o al 6%. Ese crecimiento tendencial dependerá de la evolución de su productividad y competitividad. Todo esto nos da a los argentinos la pauta de los diagnósticos que debemos elaborar y de las actividades que debemos poner en la agenda para ser una sociedad, como alguna vez lo fuimos pero, ahora, junto con el resto de la región, a la vanguardia del desarrollo económico y social.
Mi amigo me miró y con una leve sonrisa que lució a duda me dijo: Estimado amigo terrícola y argentino, mi larga experiencia me indica que es posible que tus razonamientos sobre Brasil sean correctos y que ellos tengan finalmente posibilidades de triunfar: son muchos millones y el juego es incorporar al círculo del consumo, inclusión y equidad a la mayor cantidad de gente posible, pero me parece quemás que de Brasil, de China o de UmaTeo, el destino de la Argentina depende de ustedesChau, pibe, nos vemos en mi próxima visita planetaria.
Durante su última visita, nos juntamos a tomar un cafecito. Me contó que ya desde sus visitas en el año terrestre 1000 le suenan dos regiones: China e India. En esos años, afirmó, la China representaba el 20% del PBI mundial e India, el 30%. Para 1800, continuó, la primera representaba el 30%, pero la segunda había caído al 15%. Entre 1900 y 2000, los Estados Unidos y un conjunto llamado Europa representaron, entre los dos, más del 50%; China e India habían caído a menos del 5%. Estos cambios abruptos, eran un motivo que le hacían a la Tierra muy divertida.
Un nueva estrella
Yo le comenté que muchos economistas afirman que algo nuevo está pasando por estos pagos: parece que, en los próximos 20 años, ¡otra vez! China e India pasarían a ser las estrellas planetarias. No me extraña, mi querido terrícola, me dijo, ¡hace 1.000 años era lo mismo! Pero lo que sí le llamó la atención fue encontrarse con algo inédito: muchos terrícolas le hablaron de un país estrella nuevo: Brasil. Y con humildad galáctica, quiso saber mi opinión.
Nos juntamos unos días después, él con sumo interés y yo con los deberes hechos. Le hice un racconto de mis datos: desde 1965 y hasta 1980, la economía brasileña creció, en promedio, un 8,5% anual, alcanzando una participación en el PIB mundial del 3,9%, emergiendo como un gran objeto de deseo para lazos comerciales y financieros. Brasil siguió siendo una economía relevante, pero su desempeño relativo comenzó a desentonar respecto a otras estrellas en pugna: en los 20 años siguientes, el crecimiento real promedió un 1,9% anual, apenas superior a su crecimiento poblacional. Ya en el nuevo siglo, la tendencia mejoró con incrementos promedio del 3,5% anual, pero lejos está el país vecino de mostrar credenciales rutilantes. Su participación en el PIB mundial cayó al 2,9% en 2010, mirando desde abajo a India (5,6%) y China (14%), y su PIB per cápita, que, en 1980, era el 36% del de los países del G7 y el 118% del de las economías asiáticas industrializadas, pasó a ser en 2010 un 28% del de los primeros y un 33% del de las segundas.
Pareciera que el país se está haciendo un lugar en el club de los elegidos, más que por su desempeño, por la aplicación de buenas prácticas para lograr la estabilidad macroeconómica. Es decir, crecimiento sin picos inflacionarios ni recesivos: ataque a la inflación, superávit fiscal, desdolarización de la deuda y del sistema financiero, intentos por generar un buen clima de negocios, régimen de tipo de cambio bastante flotante, y política industrial y de financiamiento productivo selectivos. Luego de las dudas de los inicios de la gestión del ex presidente Lula, Brasil se transformó en la esperanza mais grande do América latina. Mi amigo me preguntó con aire desafiante: ¿Alcanzará esto y la prolijidad en la gestión macroeconómica para lograr la prosperidad mediante un crecimiento elevado y sostenido?
Le contesté que Brasil podría ser, efectivamente, un ensayo para ver si la ansiada estabilidad macro alcanza, por sí sola, para conquistar el largo plazo. Seguidamente, como un buen amigo, le regalé un trabajo del BID, La era de la productividad, que muestra que la clave del progreso económico real descansa en los incrementos de la productividad total de los factores productivos (PTF), y la PTF de Brasil resultaba inferior y aumentaba menos que la de varios países de América latina (incluida la de Argentina).
Cuando se advierte, continué, que Brasil cuenta con un bajo nivel de inversión en relación con el producto, concluí que no creía que la estabilidad macro, si bien necesaria, incrementara por sí sola la PTF. En línea con la posición del BID, hay margen y deberían diseñarse políticas inteligentes para el desarrollo productivo: políticas que no sólo incrementen la rentabilidad de ciertos sectores sino que los aumentos de la productividad sean suficientemente altos para asegurar su competitividad en los mercados externos y compensar el costo de dichas políticas.
De nuevo, pero ahora con picardía -y con más información de la que yo suponía- me preguntó: ¿Por qué tan escasa PTF, cuando brillan una batería de subsidios, el Bndes, Embraer, la producción y exportación de toda clase de bienes?.
ndices de competitividad
Me apuré a responder: evidentemente, Brasil hizo progresos en varios frentes pero han sido bastante modestos en relación con lo realizado en otras regiones. Un sistema educativo muy inequitativo y dispar que no está produciendo la clase de capital humano requerido para la competencia mundial actual, está inhibiendo el desarrollo de capacidades que son indispensables para la innovación y el desarrollo de productos y de procesos. Según los índices de competitividad del IMD, Brasil ha mostrado un fuerte declive en el factor educación, pasando de un puesto 39, en 2000, al puesto 56, del año 2011, de un total de 58 países. Además, la dramática situación de la infraestructura básica y tecnológica también se manifiesta en estos índices, pasando de un puesto 38, en 2000, al puesto 56, en 2011. No por nada, añadí, la competitividad global descendió del puesto 38 al 44, en esos años, lo que implica un lastre importante para que la embarcación verdeamarela.
Sin dudas, superar estas falencias están en la agenda brasileña, y la estabilidad macro facilitará atenderlas pero el desarrollo de nuevos sectores, y de nuevas tecnologías en viejos sectores con potencial competitivo, no aparecerán naturalmente sino a través de una adecuada articulación del sistema político.
Por otro lado, seguí, Brasil tiene una estructura productiva bastante compleja y, como señalan los economistas Hausmann e Hidalgo, la complejidad productiva puede predecir el crecimiento futuro por las capacidades desarrolladas entre los individuos en esas actividades, ya sea por la presencia de sinergias, complementariedades intra e interindustriales, aprendizaje en el hacer, entre otros, con lo cual, si Brasil encara de manera adecuada los déficit en educación e infraestructura, contaría con buenos pronósticos para la dinámica futura del desarrollo económico y del bienestar social, dándole así ciertos méritos para consolidarse como una inédita y real estrella planetaria.
Che, y ustedes, los argentinos, que están tan cerquita ¿¡no lo van a aprovechar!?", me espetó. Espero que sí, respondí. Brasil nos importa por lo que nos importa!: el 21% de las exportaciones argentinas van a Brasil. El 50% de todas nuestras Manufacturas de Origen Industrial viajan hacia esas playas. Entonces, sólo el vínculo directo comercial significaría que el crecimiento de nuestro PIB y, por efecto de nuestras ventas industriales, de las potencialidades de nuestro aparato productivo y el desarrollo de largo plazo, serán muy dispares, dependiendo del crecimiento tendencial de nuestro vecino. No es lo mismo que ellos crezcan, de manera sostenida, al 3% o al 6%. Ese crecimiento tendencial dependerá de la evolución de su productividad y competitividad. Todo esto nos da a los argentinos la pauta de los diagnósticos que debemos elaborar y de las actividades que debemos poner en la agenda para ser una sociedad, como alguna vez lo fuimos pero, ahora, junto con el resto de la región, a la vanguardia del desarrollo económico y social.
Mi amigo me miró y con una leve sonrisa que lució a duda me dijo: Estimado amigo terrícola y argentino, mi larga experiencia me indica que es posible que tus razonamientos sobre Brasil sean correctos y que ellos tengan finalmente posibilidades de triunfar: son muchos millones y el juego es incorporar al círculo del consumo, inclusión y equidad a la mayor cantidad de gente posible, pero me parece quemás que de Brasil, de China o de UmaTeo, el destino de la Argentina depende de ustedesChau, pibe, nos vemos en mi próxima visita planetaria.
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