La salida de Eduardo Cunha en Brasil: una caída inevitable que amenaza reactivar la crisis

Eduardo Cunha, conocido como el Frank Underwood brasileño, cayó en desgracia doce días después de que lo hiciera su enemiga política, la ex presidenta Dilma Rousseff. La Cámara de Diputados, por abrumadora mayoría, lo destituyó y le quitó sus derechos políticos por ocho años "por conducta incompatible con el mandato parlamentario". Fue acusado de mentir ante una comisión del Diputados sobre sus cuentas en Suiza.

A la par, tiene causas abiertas en la Corte Suprema por corrupción pasiva, lavado de dinero, ocultamiento de cuentas en el exterior abastecidas con dinero ilegal de Petrobras y maniobras para obstaculizar esas investigaciones. Cunha, que hasta mayo presidía la cámara Baja y desde allí dio el puntapié inicial del juicio político contra Rousseff, lo que abrió el camino al ascenso del presidente Michel Temer, con quien comparte partido, el del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), se convirtió en una brasa caliente para un gobierno que busca dejar atrás la crisis política y poner en agenda las reformas económicas a las que apuesta para que Brasil vuelva a crecer. A horas de su ocaso, Temer lanzó un plan para activar la inversión privada en el país.

La caída del político ultraconservador y evangélico multiprocesado era inevitable después de que Rousseff fuera destituída acusada de cometer irregularidades administrativas por el mismo Congreso, en el que cientos de legisladores tienen cuentas pendientes en la Justicia. Y a poco más de un mes de las elecciones municipales que pondrán luz sobre la adhesión que cosechan hoy los partidos. Resta saber si con el previsible avance de las causas en su contra, Cunha, ya sin fueros, decidirá aportar datos que pueden comprometer a miembros del gobierno bajo la figura el arrepentido para reducir una eventual pena. Un riesgo que nadie puede descartar en Brasilia y que el propio presidente no pudo dejar de correr.

Al salir del Congreso en la medianoche del lunes, enfrentó las cámaras asegurando que no se convertiría en delator pero se quejó del abandono de sus aliados. Y dejó un mensaje: "Me están cobrando el precio del impeachment que acepté y que nadie más estaba en condiciones de hacer", se sinceró.

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