Adiós a un fabulador: murió Gabriel García Márquez

El autor de Cien años de soledad falleció en México a los 87 años tras una complicación respiratoria. Dejó una obra que mereció el Nobel de literatura en 1982 y a millones de lectores que se maravillaron con sus novelas más célebres.

Un hombre frente a un pelotón de fusilamiento no odia ni llora, ni pide perdón. Sólo recuerda un momento de su infancia: aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Con esta historia comienza Cien años de soledad, obra cumbre de Gabriel García Márquez, y sus primeras líneas fueron recitadas de memoria, como canción de escuela, con alegría y sin pomposidad de himno nacional bajo el calor abrasador de Cartagena el 27 de marzo de 2007 por cientos de sus amigos y lectores, a 2720 kilómetros de la capital de México donde el escritor colombiano murió hoy a los 87 años en su casa rodeado de sus afectos más cercanos.

Aquel día, en el ámbito del Congreso de la Lengua, la cita no era caprichosa. García Márquez celebraba sus ochenta años, los veinticinco de haber ganado el Nobel y el cuarenta aniversario de ese libro monumental que apareció con la fuerza de un huracán. Una novela que lo colocó en el olimpo de la literatura y lo hizo conocido en los lugares más inhóspitos del planeta. Un texto central que conforma el llamado boom latinoamericano de la década del 60 con Rayuela de Julio Cortázar, La ciudad y los perros del peruano Mario Vargas Llosa y La muerte de Artemio Cruz del mexicano Carlos Fuentes.

En su amada Cartagena, vestido íntegro de blanco, el colombiano se mostró sonrojado por semejante homenaje. No era para menos: mientras escribía aquel libro a los 38 años a lo largo de 18 meses no pensaba que se iba a convertir en uno de los escritores más renombrados del siglo XX.

Como su maestro William Faulkner, inventó un mundo, una ciudad, en la que dio vida a sus personajes más célebres. Así nació Macondo, un paraje tropical habitado por bandoleros, refugiados de guerras civiles y héroes desaparecidos; un pueblo rencoroso y hostil, con diluvios eternos y pesadillas colectivas donde viven seres extraños como José Arcadio, un aventurero que dio la vuelta al mundo sesenta y tres veces antes de morir misteriosamente; una chica huérfana como Rebeca, que llegó a la ciudad con los huesos de su padre dentro de una bolsa; y un dentista que tortura a sus opositores políticos.

En esta ciudad imaginaria García Márquez situó la historia de los Buendía, la familia que retrató para siempre en su libro más afamado, que definió como “un vallenato de 400 páginas” en alusión al género musical caribeño que siempre le gustó.

Además de la literatura, la política y la fascinación por el poder fueron los temas que lo encandilaron a lo largo de la vida. Sus opiniones tuvieron un peso enorme en América latina durante décadas. En él, confiaban los presidentes y los guerrilleros colombianos y de todo el continente. Amigo y confidente de Fidel Castro, también tuvo acceso libre a la Casa Blanca durante la presidencia de Bill Clinton y participó en negociaciones para que la violencia cesara en su país. Como no podía ser de otra manera, la experiencia que acumuló junto a líderes mundiales la convirtió en novelas. Allí están El otoño del patriarca y El general en su laberinto.

García Márquez había nacido en Aracataca, un pueblo del caribe colombiano, el 6 de marzo de 1927. Trabajó de periodista- profesión que definió como “el mejor oficio del mundo”- en diarios y revistas de su país; escribió ensayos, cuentos y guiones para películas, además de novelas como El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada y El amor en los tiempos del cólera. Fundó una escuela de periodismo y otra de cine.

“Ni en el más delirante de mis sueños en los días en que escribía Cien años de soledad llegué a imaginar que podría ver una edición de un millón de ejemplares. Pensar que un millón de personas pudieran decidir leer algo escrito en la soledad de un cuarto, con veintiocho letras del alfabeto y dos dedos como todo arsenal, parecía a todas luces una locura”, reconoció en aquella jornada calurosa de 2007, cuando se convirtió en una especie de mito, en un personaje fantástico que pasó por este mundo. Una invención literaria, tal vez, imposible de haber sido creada por el fabulador más notable.

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