Financial Times: los demócratas necesitan un mesías para el 2020

Las señales son preocupantemente débiles. Parece difícil que alguno de los principales candidatos se gane los corazones de un partido al que le gusta enamorarse y que abarca a todas las minorías

Comenzó con una explosión. Los demócratas en EE.UU. estaban listos para presentarse a la audición para ganarse el papel del héroe del partido que iba a deshacerse de Trump. Incluso el cartero local podría derrotar a Donald Trump, bromeaba la gente. El grupo de candidatos era el más grande y diverso de la historia: un número récord de mujeres y de personas de diferentes razas; el primer candidato abiertamente gay; y aspirantes jóvenes y viejos. Entre los que siguen en pie, muy pocos parecen tener la capacidad para ganarse los corazones de "un partido al que le gusta enamorarse", como dice el dicho. Fueron los demócratas, después de todo, quienes produjeron a John F. Kennedy y Barack Obama.

¿Quién será su salvador en 2020? Las señales en el radar son preocupantemente débiles. Ninguno de los principales candidatos ha demostrado tener la capacidad para unir a una base dispar. El Partido Demócrata abarca a todas las minorías, una parte clave de las clases sindicales obreras, la mayoría de los estadounidenses más ricos y educados y otros más. Incluso cuando Trump es tu oponente, necesitas un poco de magia para unir a una coalición tan diversa. Ricos y pobres, de raza blanca y negra, homosexuales y heterosexuales; todos detestan al presidente. ¿Qué más los podrá unir?

El desafío se acentúa por la división del partido con respecto a lo que significa Trump. Algunos, liderados por Joe Biden, creen que es una aberración. Otros, liderados por Elizabeth Warren y Bernie Sanders, lo ven como un síntoma de una afección preexistente en EE.UU. El primer grupo trata a 2020 como una emergencia. Trump debe ser removido a toda costa. Otros objetivos pueden esperar. El segundo grupo ve el próximo año como una oportunidad. Éste es el mejor momento para reestructurar el vacilante sistema capitalista de EE.UU. Se necesita un político único para combinar estas prioridades.

Cada uno de los candidatos que quedan en la contienda tiene obvias deficiencias. En el caso de Biden, son difíciles de reparar. El problema más grande es la costumbre que tiene su familia de monetizar su nombre. Nadie alega que el hermano menor de Biden, James, ni su hijo, Hunter, han violado ninguna ley. Pero su capacidad a largo plazo para beneficiarse del reconocido nombre y estatus de Biden neutraliza, al menos en parte, su ataque contra la corrupción de Trump. Biden parece ciego a las fallas de su familia y no parece tener una respuesta cuando se le pregunta sobre ellas.

Trump tratará de plantear dudas sobre la salud y el vigor de Biden, quien tendría 78 años de edad en la inauguración de la próxima presidencia estadounidense. A los votantes mayores les gusta. Al igual que a los afroamericanos y a algunos demócratas de cuello azul. Todavía tiene que atraer a demócratas más jóvenes y con educación universitaria.

La base de admiradores de Warren es una imagen opuesta a la de Biden. Su campaña —que se enfoca en planes y políticas— recuerda a muchos ex contendientes demócratas, desde Adlai Stevenson en la década de 1950 hasta George McGovern en 1972, Michael Dukakis en 1988 y Paul Tsongas en 1992. Lo que resuena en las facultades de los campus universitarios y con los periodistas metropolitanos es una señal confiable de un alcance limitado. Como dijo Stevenson después de que le dijeron que tenía el apoyo de todos los estadounidenses pensantes: "Está bien, pero necesito una mayoría". Warren ha luchado por volver a asociarse con la clase trabajadora de Oklahoma donde creció, a diferencia de Massachusetts, donde se convirtió en profesora de Harvard.

Sanders comparte la inclinación de Warren por las promesas radicales. El ala adinerada del Partido Demócrata ahora tiene un campeón en Michael Bloomberg, quien es la novena persona más rica del mundo, según Forbes. Pero su lado positivo está limitado por su falta de carisma. Si sigue fragmentado el grupo de candidatos después del "súper martes" —el 3 de marzo de 2020, cuando la mitad de los estados de EE.UU. celebran elecciones primarias— el gasto enorme de Bloomberg en su campaña electoral podría ser suficiente para forzar una 'convención abierta', la primera del partido en décadas.

Pero eso sólo destaca el problema. Ni Pete Buttigieg, el alcalde de 37 años de South Bend, Indiana, ni Amy Klobuchar, la senadora de Minnesota, han podido atraer a votantes afroamericanos. Nadie ha ganado la nominación sin el apoyo mayoritario de los afroamericanos, los cuales apoyan a Biden. Por otra parte, la historia también nos dice que nadie se convierte en candidato a menos que gane en Iowa o New Hampshire, donde Biden parece débil. El tiempo se está acabando.

La falta de un ganador obvio importaría menos si la base de Trump hubiera comenzado a desmoronarse, o si la economía de EE.UU. se encaminara hacia la recesión. No parece que va a suceder ninguna de las dos cosas. La mayoría de las encuestas muestran que aproximadamente la mitad de los estadounidenses respaldan su juicio político, lo que significa que cerca de la mitad no lo respalda.

La historia también está del lado de Trump. La mayoría de los presidentes ganan los segundos períodos.

Para detener eso, los demócratas necesitan un campeón. Su apuesta menos mala, según las encuestas, es Biden. Eso no es muy tranquilizador. Lo que comenzó con una explosión para los demócratas corre el riesgo de terminar con un lamento.

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