Corea del Norte parece encaminarse al suicidio

El condenable quinto ensayo norcoreano de un arma nuclear, de una magnitud de entre 10 a 30 kilotones, aumenta gravemente la tensión y los riesgos de un conflicto de consecuencias imprevisibles. El debate entre las principales potencias pasa por ver cómo se detiene el avance militar de un país que cuenta con un arsenal nuclear de efectos devastadores y misiles balísticos de alcance significativo. Cinco resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aplicando estrictas sanciones económicas y financieras no han servido, hasta ahora, de disuasión. Corea del Norte, en una situación económica y humanitaria casi terminal, parece encaminada al suicidio con las terribles consecuencias para la seguridad internacional que esa decisión podría acarrear.
China coincide con Estados Unidos sobre la urgencia y necesidad que Corea del Norte abandone el programa nuclear militar como los desarrollos misilísticos que se encuentra encarando. Sin embargo, no estaría igualmente dispuesta a que la caída del régimen norcoreano altere el equilibrio de fuerzas en la región. La estabilidad estratégica, según voceros chinos, es el objetivo a preservar. Eso implicaría que, aun en la peor de las hipótesis incluso del uso de armas nucleares, China exigiría la subsistencia de la República Popular Democrática de Corea. Las expresiones utilizadas ponen el acento en los límites que encontraría Estados Unidos en el caso de un conflicto militar.
Desde la perspectiva de China no se trataría de sostener la figura dinástica de Kim Jong-un como intenta Rusia en Siria al respaldar insistentemente la continuación de Al Assad en cualquier gobierno de transición, sino de preservar la existencia de las dos coreas y evitar los impulsos de unificación que podría promover Washington en el caso de una guerra que derrote militarmente a Pyongyang.
La unificación de la Península coreana en un solo Estado es aún un objetivo que China no está en condiciones de aceptar y que interpreta como un arrinconamiento de sus intereses estratégicos. En el pasado Beijing ha sido reticente en ponderar intentos integracionistas como lo reflejó con motivo de la presentación como una sola selección coreana en el Mundial de Futbol Sub-20 en Portugal en 1991. Desde esa fecha no se han vuelto a producir iniciativas de integración de características similares.
La grave situación internacional que se enfrenta con la nueva provocación norcoreana, que ignora abiertamente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la reacción de todos sus vecinos, pone en evidencia que no parece haberse encontrado la tecla diplomática adecuada. Endurecer con más sanciones puede no ser la solución para influir en un gobierno perturbado. También sería una decisión moral complicada aumentar medidas que generen una hambruna de 20 millones de personas. El enfrentamiento militar sería otra catástrofe.
El dilema es de los más serios que enfrenta la comunidad internacional. Las dos coreas siguen oficialmente en estado de guerra en virtud que el conflicto de 1950-53 terminó en un armisticio y no con un tratado de paz. Es de esperar que las decisiones futuras pasen por más diplomacia en un proceso que permita abordar la génesis de seis décadas de inestabilidad en la Península Coreana. Es hora que se reflexione al respecto.
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