OPINIÓN

¿Comenzó la transición política en Venezuela?

Toda transición implica un cambio y supone el paso de una forma a otra diferente. Nuestro punto de partida es el gobierno de Nicolás Maduro. El de llegada, desconocido aún. Es decir, conocemos el inicio de la crisis de régimen, pero no su desenlace. Esta crisis política abierta en Venezuela a partir de la proclamación de Juan Guaidó puede interpretarse como el momento del inicio de la transición, pero no alcanza para identificar el grado y la modalidad del cambio político iniciado.

El italiano Leonardo Morlino señaló que las posibles secuencias a partir de la crisis de régimen pueden derivar en su hundimiento, reconsolidación o en una transición continúa. Ello resulta determinante para poder observar cuánto y cómo cambia un régimen político. El sentido apropiado de la transición continua es, precisamente, alcanzar la etapa de la instauración de un nuevo tipo de régimen.

Así, la transición política se caracteriza por identificarse como un período de cambios en los arreglos institucionales para determinar nuevas reglas de juego, formales e informales. Durante ese lapso se reemplaza el juego político precedente y se establecen nuevas condiciones de participación, de acceso al poder y ejercicio del mismo. En esta redefinición de reglas se juega el presente y futuro de las nuevas instituciones y de los actores políticos. Entonces, el desenlace de un período de cambio político supone el acatamiento caceptación estratégica– de las nuevas reglas de juego por parte de todos los actores políticos en escena y la ausencia de actores relevantes que las rechacen.  

A mediados de la década de 1980, O´Donnell y Schmitter desarrollaron otro concepto central para analizar las transiciones desde los gobiernos autoritarios y que, hoy, es clave para pensar la actual coyuntura política en Venezuela: la liberalización. Los autores la caracterizan como el proceso que vuelve efectivos ciertos derechos, que protegen a individuos y grupos sociales ante los actos arbitrarios o ilegales cometidos por el Estado o por terceros. Ambos especialistas precisaban que si la liberalización caracteriza la primera fase del proceso de transición, podemos ubicar su punto límite en el momento en que los gobernantes autoritarios “anuncian su propósito de ampliar en grado significativo la esfera de los derechos individuales y colectivos que gozarán de protección (...) y las declaraciones resultan creíbles para la población .

En este punto, entonces, sostenemos que el régimen venezolano no ha comenzado ese proceso de liberalización. Por lo tanto, sí podemos identificar el inicio de la crisis de régimen, pero no necesariamente ello implicaría la apertura de una transición continua como probable desenlace. Efectivamente, no se observan aún indicadores relevantes de apertura del régimen. Más bien lo contrario, el régimen de Maduro continúa cerrándose sobre sí mismo, como lo muestran sus últimas decisiones y el nivel de apoyo que aún mantiene en sus propias Fuerzas Armadas.    

Retomando aquí a Morlino, nos quedaría por evaluar los otros desenlaces posibles: el hundimiento y la reconsolidación. El hundimiento del régimen no sería una resolución improbable, aunque extremadamente gravosa, y podría llegar de la mano de una intervención armada de fuerzas internacionales lideraras por los EE.UU. En este caso, a posteriori, podría abrirse una transición discontinua.  

Mientras que, finalmente, a medida que el régimen de Maduro logre “ganar tiempo fugando hacia adelante , la reconsolidación del régimen es una vía aún probable. Así, el esperado regreso hacia cualquiera de las modalidades de la democracia adjetivada se vislumbra cada día más incierto, mientras que la regresión autoritaria es todavía hoy una alternativa abierta.

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