Actualidad del mercado de la tv en Argentina

La TV digital, una modernización que se hace esperar

Con un apagón analógico previsto para 2019, la migración de la televisión abierta es motorizada casi exclusivamente por el Estado.

 

La Televisión Digital Argentina (TDA) es hoy, para el público en general, algo difícil de comprender. A la falta de información que hay sobre ella —sólo desde la órbita estatal se comunica regularmente sobre los avances —, deben agregarse las críticas que muchas veces recibe el proyecto desde el punto de vista político, sumado a una cierta confusión que parece existir sobre la función, la finalidad y la importancia de la Televisión Digital Terrestre (TDT).

Pero, bajo todas las versiones, noticias y distorsiones, lo que hay es finalmente un proceso de evolución tecnológica necesario para la televisión abierta, tanto pública como privada, y fundamental para su subsistencia como servicio de interés público, que se está dando no sólo en la Argentina, sino a nivel mundial. Y es en este marco que el Estado argentino ha desarrollado un impulso integral a esta migración evolutiva con una magnitud que no se ha visto en otros países. En contrapartida, el avance del sector privado por sí mismo ha sido prácticamente nulo, lo que puede adjudicarse a dos factores. El principal es la falta de reglas claras en el sector: el Estado aún no ha licitado licencias en firme, con derechos, obligaciones y requerimientos técnicos para la televisión digital. Así, las señales privadas que están emitiendo actualmente lo están haciendo con una licencia de carácter experimental. Y, en menor medida, se puede señalar también que el incentivo del mercado potencial es comparativamente menor al de otros países de la región, principalmente por las altas tasas de penetración de la televisión paga.

El impulso estatal
Luis Valle, director del Posgrado en TV digital de la Universidad de Palermo (UP), explica que la TDA “es un servicio de interés público que garantiza el Estado; es la modernización de la televisión abierta. El Estado no garantiza ni la televisión paga ni la móvil, sino la de aire. La digitalización es simplemente la actualización de este sistema. Nosotros empezamos bastante tarde, en 2009, con el estándar actual, y se establecieron diez años para la transición, fijándose el apagón analógico en 2019. Es un período razonable, comparado con otros países que también fijaron un tiempo similar. Recién pasaron cuatro años desde la adopción del estándar; teniendo esto en cuenta, y que ya hay unas 70 estaciones digitales terrestres, vemos que la situación no está tan mal, sino que es algo que recién empieza”.

Pero no en todos los países es el Estado el que impulsa la migración hacia la televisión digital. “La Argentina fue uno de los países más agresivos de la región y el que hizo eso fue el Estado. Pero hay varios modelos: en Estados Unidos son los canales mismos los que tienen que hacer esta migración. En Europa hay algunos casos donde el Estado ha tenido algún grado de intervención, como en el Reino Unido. Pero, en la Argentina, el Estado se hizo cargo del ciento por ciento del despliegue de la infraestructura e invita a los canales a sumarse. En este momento, los canales están operando en carácter de prueba”, explica Juan Pablo Conti, analista senior de la consultora Dataxis.

Además del esfuerzo en infraestructura y terminales, el Estado también está impulsando el tercer pilar, que es el contenido. Según Conti, “el Gobierno tiene un programa bastante interesante de fomento a la generación de contenidos nativos, que ha aumentado la oferta y sobre todo la ha federalizado, que era sobre todo el incentivo del programa. Vemos que surgen series nuevas en lugares donde no estábamos acostumbrados a este tipo de contenidos y de una calidad aceptable. Lo que no termina de suceder es que esos contenidos por ahora tengan una distribución más allá de la TDA”.

El dilema del sector privado
Este impulso estatal a la infraestructura no ha tenido un correlato en el sector privado. En opinión de Valle, “se podría decir que hay un déficit en lo que es el desarrollo de la TV privada, porque tenemos estaciones colocadas por el Estado para la TV pública. Si bien se les han dado señales de prueba a los canales privados, todavía esas licencias no están en firme. Y en cierta forma lo que falta es una consolidación de la regulación, porque las licencias —incluso las que tiene el Estado— son provisorias”.

Es que hubo un llamado a licitación para otorgar formalmente unas 222 licencias, pero “finalmente quedó en la nada”, dice Conti. Y agrega que “hubo una mezcla de desinterés y temas económicos. Para aquellos canales comerciales, a la hora de hacer los números las cuentas cerraban sólo para operar en los principales centros urbanos, porque había un mercado publicitario potencial. En definitiva, el proceso de reordenamiento de licencias que se iba a dar a partir de esa licitación no se produjo y se generó este ‘limbo’ desde el punto de vista legal”, según Conti. Finalmente, en julio de 2012, mediante las resoluciones 929 y 930, se dejó sin efecto el concurso público para la adjudicación de licencias para la televisión digital.

Daniel Borovsky, gerente de Operaciones y Técnica de América Medios, apunta que los privados quedaron “un poco atrás en cuanto a pruebas, más que nada porque no estaba definida por completo la norma. En las empresas privadas, lo que se tiene es una sensación de que ‘tengo que migrar a digital porque es el futuro y en algún momento me van a decir que apague mi transmisión analógica’ y, por otro lado, ‘tengo una inversión que tengo que justificarla como negocio’”.

Escenarios posibles
Uno de los beneficios de la digitalización es que permite hacer un uso más eficiente del espectro. En un mismo canal de 6 MHz se pueden emitir hasta alrededor de cuatro señales, en lugar de sólo una como ocurre actualmente con la TV analógica. Cuatro es el número de señales que generalmente se manejan, aunque podrían ser más o menos según la calidad y definición con la que se desee transmitir. Por otro lado, se permite desocupar la banda de 700 MHz del espectro radioeléctrico para su futuro uso en banda ancha móvil una vez que la migración a la TDT esté completa.

Según Borovsky, “aún no está ciento por ciento definido si a los privados nos van a dar los 6 MHz para montar nuestra propia infraestructura, como ocurrió con el comienzo de la TV analógica. Todavía no está del todo claro cómo se va a licitar en la TV digital. A los que somos licenciatarios de televisión analógica nos han dado a modo de prueba un canal de UHF para hacer pruebas, pero yo no tengo la licencia para transmitir en este canal por un plazo de 10 o 20 años. Hoy tengo una licencia experimental para hacer pruebas sobre ese canal”.


"Los privados quedaron un poco atrás con las pruebas porque no  estaba definida por completo la norma", sostuvo Daniel Borovsky, gerente de Operaciones y Técnica de América Medios. Crédito: Gustavo Fernández - Information Technology

“Un escenario posible sería, quizá, que se arme un canal de UHF con América, Canal 9, Telefé y Canal 13, en definición estándar, pero de alguna forma se estaría dejando de lado la posibilidad del HD. Hay quien dice que hay que tener los 6 MHz para meter 18 Mb y hacer un HD a máxima calidad; o bien se pueden hacer dos de 9 Mb, con un HD aceptable. Todo depende de la calidad que se quiera obtener”, explica el ejecutivo de América Medios.

En el esquema experimental actual, las emisoras le entregan a Arsat la señal comprimida, lo que se llama BTS (Broadcast Transport Stream) que es el paquete digital armado, ya codificado, para que ellos lo transmitan.

Una variante sería que Arsat se hiciera cargo de una infraestructura única, mayorista y que los canales de televisión abierta públicos y privados se suban a ésta; algo similar al modelo experimental actual. “Ese es justamente el debate. Lo que está proponiendo Arsat hoy es que se le dé la señal y ellos transmitan, un modelo similar al de los operadores virtuales en telefonía móvil. Tradicionalmente, un canal de televisión tiene sus estudios, sus controles de estudio, su switcher master, su control central y su planta transmisora. Así se perdería cierta potestad de radiodifusor y se pasaría a ser un generador de contenidos, más que nada”, opina Borovsky.

Valle considera que un modelo con un operador de infraestructura podría ser viable. “Yo creo que se puede. Quizá no se justifica replicar infraestructura. A lo mejor habría que hablar de un operador de red independiente, tal vez una empresa privada. O bien una estatal, pero con una estructura de control que les dé confianza a los privados para subirse. Eso hay que analizarlo, pero una de las cosas que lamentablemente falta en el país es una discusión de estos temas para ver lo que es más conveniente”, sostiene.

El modelo operativo para la TDT quedará en firme una vez que el Estado decida sobre la reanudación del proceso de licitación de licencias y defina la forma que tendrá finalmente esta industria.

Explosión prometida
Otra de las ventajas de la digitalización de la TV es que la posibilidad de acomodar más señales en un mismo canal de espectro permitiría, desde un punto de vista técnico, una proliferación de nuevas señales y una explosión de contenidos. Esto ha sido promocionado desde los comienzos del debate a nivel internacional sobre la digitalización. Pero, en la práctica, el modelo de negocios no está claro para los potenciales nuevos prestadores y esto se ha manifestado en distintos países. Varios países han dejado en claro su posición de otorgar licencias a entidades públicas —como entidades de gobierno provincial o universidades— y a organizaciones sin fines de lucro, además de a nuevas empresas privadas.

“El desafío no es exclusivo de la Argentina. Hay varios países donde la TDT se montó, y la posibilidad de multiplicar la oferta de contenidos es real, comparado con la televisión abierta analógica. Pero, en definitiva, cuando se lanza una plataforma de este tipo en mayor o menor medida se termina compitiendo con otras propuestas de multiprogramación, generalmente pagas. El que determina el éxito o el fracaso termina siendo el televidente, más allá de si la plataforma es gratuita”, advierte Conti. Valle recuerda que el Estado “les dio canales a las provincias y a las universidades y han sido muy pocas las que avanzaron: la provincia de Buenos Aires y las universidades de La Plata y Córdoba. Faltaron iniciativas, pero recién van cuatro años”.

Es que el costo de la operación y de generación de los contenidos es un factor determinante. “Los contenidos cuestan y una ONG no instala un estudio de televisión de la noche a la mañana. Lo más probable es que termine tercerizando o sacando contenidos del Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino (BACUA). A quien no tiene fines de lucro, no está subvencionado ni tiene otro tipo de ayuda, se le hace muy difícil armar y operar un canal de televisión”, explica Borovsky.

A diferencia de otros mercados, la penetración de TV paga en la Argentina es muy alta. Está en alrededor del 70 u 80 por ciento, dependiendo de si se cuenta la piratería o no. Entonces, el margen de los hogares que tienen al menos un televisor y que no tienen TV paga, que consumen televisión abierta, es muy pequeño; podríamos hablar de como máximo el 10 por ciento de los hogares de la Argentina. Los usuarios de TV paga tienen un abanico de canales que le llegan porque su operador les paga un determinado monto de dinero por cada usuario. Todas las señales viven en parte gracias a la publicidad, pero su principal ingreso es el pago por usuario que les llega del cableoperador”, apunta Matías Guardiola, editor de Reportes en la consultora Business Bureau.

Según Borovsky, “el cable ganó demasiado mercado. Ahora hay que volver a venderle a la gente que va a ver bien, gratis y en HD. Y esto lleva tiempo, años de esfuerzo de nuevo. Son años de ir en contra del modelo de TV abierta”.

Es difícil estimar el costo de la migración hacia la TDT para los canales abiertos debido a la disparidad que éstos presentan en tamaño e infraestructura, y de sus necesidades en relación con las obligaciones de sus licencias. En el caso de América, Borovsky arriesga que “instalar una planta con transmisor, torre y antena, debe tener un costo cercano a los US$ 2,5 millones. A eso hay que sumarle la conversión de los estudios. A nosotros, convertir los cinco estudios que tenemos acá y el de La Plata, y los móviles de exteriores, nos demandaría unos US$ 10 millones. Y somos el canal que menos estudios tiene”.

La TDT está avanzando en la Argentina, principalmente debido al impulso estatal en infraestructura, contenidos y el equipamiento de los hogares, mediante la facilitación de compra de televisores y la entrega de decodificadores. El sector privado aún debe esperar por las definiciones regulatorias para emprender su migración, pero está claro que forma parte de un proceso de evolución a nivel internacional. Gran parte de los desafíos que enfrenta no tienen que ver con la digitalización en sí, sino con los retos de un modelo de servicio público abierto que se enfrenta a un modelo de pago con una amplia oferta de contenidos, como es la televisión por suscripción —que incluso replica la gran mayoría de la oferta de televisión abierta—. Pero, al margen de esto, el futuro de la televisión abierta es digital más allá de toda duda.

La edición original de este artículo se publicó por primera vez en la revista Information Technology N°191 (agosto de 2013).
 

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