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San Martín de los Andes invita a explorar los lagos que se internan en la cordillera para disfrutar de sus playas, sus bosques y las historias de sus pobladores.

Una costanera bellísima e híper prolija sobre el Lago Lácar, un centro comercial que sorprende para una ciudad de apenas 30.000 habitantes, los 100 kilómetros de asfalto casi completo del camino de los Siete Lagos, y las alturas de Chapelco. Esas cuatro imágenes bastan para pasar un fin de semana largo en San Martín de los Andes y disfrutar de su encanto.
Sin embargo, alcanza con hojear el mapa de los alrededores para descubrir múltiples paraísos. En el mismo lago Lácar hay parajes imperdibles, cada uno con su impronta y con una belleza particular. El más a mano y, también más visitado, es Quila Quina, una península ubicada a solo 18 kilómetros de la ciudad, a la que se puede llegar en una embarcación que demora poco más de media hora en llegar al muelle ($ 250 por persona). También es posible tomar la ruta 40 hacia Chapelco; en el kilómetro 6 se abre un camino de ripio que se interna en el bosque, atraviesa varias comunidades mapuches que brindan servicios turísticos y gastronómicos y llega a un abanico de playas. En la principal, frente al muelle, hay un excelente restaurante y una pequeña feria en la que conviven desde la anciana artesana mapuche hasta una elegante vendedora de platería que ofrece pago con posnet (con una terminal inalámbrica).
Recorrer Quila Quina a caballo es una opción que sin duda vale la pena experimentar ($ 160 la hora). Desde la playa se observa, al otro lado del lago, una enorme piedra que emerge en el paisaje. Es el Trompul, parte de otro circuito que va de San Martín de los Andes al Paso Hua Hum.
Si se parte del centro por la avenida Koesller y tras pasar frente al Automóvil Club Argentino (ACA) se dobla a la izquierda en la primera rotonda, la ruta 48 (con poca o ninguna señalización) conduce a un ripio que, tras 30 kilómetros (algunos sectores en mejor estado, otros no tanto, pero todo transitable sin problemas), conduce a Yuko, una pequeña península con piletones que se forman entre las rocas. El lugar no es de los más visitados y tiene cuatro playas para elegir dónde quedarse.
De regreso al camino principal, quedan otros 20 kilómetros para llegar al lago Nonthué y al río Hua Hum. El sitio es perfecto para la pesca, pero también ofrece otros atractivos, como el restaurante de la Hostería Hua Hum, el pintoresco Castillito Van Dorseer (un museo de los primeros colonos) y paseos cortos como el de la Cascada Cha Chin. Para llegar hasta allí, 100 metros después del castillito se toma a la izquierda por un camino angosto y tan bello como precario por momentos, que llega hasta el parador, desde donde parte una sencilla caminata de media hora en el bosque que conduce a la cascada, que se muestra como una verdadera postal.
De regreso a la ruta 40, el paso internacional Hua Hum queda muy cerca. Pero ello es destino de otro viaje.Al pie del LanínTras explorar el Lago Lácar se puede dedicar otra jornada a los lagos Huechulafquen y Epulafquen, un par de espejos ubicados al sur del volcán Lanín, que recorta el paisaje con su cara cargada de glaciares.
Para llegar hay que partir desde San Martín a Junín de los Andes, atravesar la ciudad (con sus múltiples semáforos) y al llegar al regimiento del Ejército, justo antes de cruzar el puente sobre el río Chimehuin, sale la ruta 62 a la izquierda. No está bien señalizado, ni hay dársena o rotonda, de modo que al llegar al regimiento conviene aminorar el paso y antes del puente bajar a la banquina para luego cruzar la ruta. Allí comienza un tramo de ripio de distintas calidades, otro tramo de asfalto y luego ripio hasta la cabecera del Huechulafquen y la Boca del Chimehuin, un lugar legendario para la pesca con mosca.
Tras abonar el ingreso al parque nacional, se bordea la margen norte del lago, pasando por bosques y claros, dejando atrás campings, hosterías y restaurantes de campo hasta arribar a Puerto Canoa. Desde aquí zarpa el catamarán José Julián; dos horas de excelente navegación. Las vistas de los lagos y la angostura que los separa, el escorial con su bosque de árboles tan petisos como tenaces, las vistas del Lanín, y hasta la posibilidad de probar (y comprar) excelentes alfajores a base de piñón de araucaria valen la pena el recorrido.
Al volver al puerto, es interesante recorrer dos kilómetros más hasta el lago Paimún, donde una bellísima capilla alinea sus cúpulas con el domo del Lanín. Aún quedarán lagos y playas por descubrir, como el Lolog o el Curruhue. Por eso quizás San Martín de los Andes es uno de esos destinos a los que siempre hay que volver.