Bill Gates fue uno de los primeros que vió venir el coronavirus o una crisis biosocial similar. Desde un principio, el magnate y fundador del imperio Microsoft predijo cómo sería el desarrollo de la pandemia en todo el mundo. Según su visión, el coronavirus retrocedería fuertemente durante 2021 y la pandemia tendría su fin en algún momento de 2022. "Todo gracias a la tecnología de vacunas, a la financiación y a que las empresas pusieron a su mejor gente. Por eso, soy optimista. Esto no durará para siempre" , explicó.

Sin embargo, ahora ve un peligro igual o peor en ciernes.

"Debemos estar listos 'a cualquier precio' para frenar desastres como ataques terroristas de viruela", afirma Bill Gates, refiriéndose al peligro de los bioterroristas. Se trataría de personas que pueden expandir un virus por determinado territorio, siendo el mayor peligro que éste sea uno con una alta letalidad como el ébola o la viruela.

"¿Y si un bioterrorista llevase la viruela a 10 o más aeropuertos? ¿Sabes cómo respondería el mundo a eso? Hay epidemias causadas de forma natural, y otras provocadas por bioterrorismo que incluso podrían ser peores que las que experimentamos hoy en día".

El bioterrorismo y el control de nuevas pandemias, las nuevas "obsesiones" de Bill Gates

El empresario pidió a los gobiernos del mundo que inviertan miles de millones en seguridad contra posibles ataques biológicos perpetrados por terroristas.

Para eso pidió la creación de un grupo de trabajo en el control de pandemias dirigido por la OMS  que, según medios especializados, debería contar con un fondo cercano a los 1.000 millones de dólares.

"Lo bueno es que gran parte de la investigación y desarrollo que necesitamos hacer para estar preparados para la próxima pandemia son cosas como hacer que las vacunas sean baratas, tener grandes fábricas, erradicar la gripe, deshacerse del resfriado común, hacer que las vacunas sean solo un pequeño parche... cosas que serán increíblemente beneficiosas incluso en los años en que no tengamos pandemias", dijo Gates en diálogo con Policy Exchange.

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Carolina Lamberti