Entrevista

Barlow: "Va a ser muy difícil preservar la privacidad en el futuro"

Uno de los referentes mundiales a la hora de pensar cómo regular, o no, las plataformas digitales en Internet, habla sobre la libertad en la Web y asegura que conocer a Lawrence Lessig fue lo más importante que le pasó en la vida.





"No estoy cómodo con un modelo que restringirá sólo a los más ricos la posibilidad de conocer”. Así termina el famoso artículo que John Perry Barlow publicó en la revista Wired en 1994. La pieza, “La economía de las ideas”, es uno de los textos clave para entender la actualidad de las discusiones en torno a la propiedad intelectual. Lo interesante de Barlow, característica que le ha sumado amantes y detractores, es que es un personaje que en su declarado fin de proteger las libertades puede parecer contradictorio.

Es cofundador, junto a Mitchell Kapor y John Gilmore, de la Electronic Frontier Foundation (EFF), una asociación que aboga por la libertad en las plataformas digitales, fue letrista de Grateful Dead (allí fue entonces cuando promoviendo el intercambio de cintas grabadas por los fans comenzó su interés por el copyright) y es un fuerte defensor de la privacidad de terceros a pesar de que en su caso lleva una vida pública. Esas tensiones también se pueden ver en su interés político, donde pasó de estar en las filas republicanas a pasarse a los demócratas, pero siempre teniendo como eje su espíritu libertario.

Barlow —quien se arroga haber acuñado el término ciberespacio— aceptó, vía Twitter, una entrevista con Information Technology en la ciudad de Las Vegas. Su vida se reparte entre charlas y consultorías, por lo que tiene sentido que esta entrevista se haya desarrollado en movimiento. El ida y vuelta comenzó hablando de su encuentro con Borges (a quien recuerda como un hombre tan inteligente como gracioso) durante la espera de un taxi en la feria de electrónica CES, donde había participado de una conferencia; siguió en el asiento trasero de un Crown Victoria camino al aeropuerto y finalizó en unas sillas del aeropuerto Mc Carran tras el “check in”. Minutos antes, el taxista le había preguntado: “¿Usted conoce a Bill Gates? Es el hombre más rico del mundo”, a lo que recibió una respuesta contundente: “Sí, pero no cambiaría mi vida por la de él”. Un Barlow auténtico.

En el panel en el que participó hace unos minutos la mayoría estaba alineada con su manera de pensar acerca de SOPA (Acta de Cese a la Piratería Online, slglas en inglés de un proyecto de ley que impulsaron sin éxito legisladores estadounidenses). ¿Pasaba esto hace unos años?

No, ahora hay un ejército que piensa como uno. Yo sabía que estaba en lo correcto, sabía en mi corazón que estaba en lo cierto al pensar que el principal enemigo de la libertad de expresión, en el futuro, iba a ser quien quisiera asimilar cosas físicas con elementos intangibles, cuando parten de una base teórica totalmente diferente.

Llegó a estos pensamientos a través de... (interrumpe) 

De The Grateful Dead. Yo siempre pensé el arte como un verbo y no como un sustantivo.

¿Qué pensó cuando apareció Internet, se hizo masiva y sus usuarios empezaron a compartir material?

Yo estuve ahí. Estaba por todos lados la idea de compartir. Yo estuve, literalmente, con los chicos de Napster. Mi organización hizo todo lo posible para evitar que fueran destruidos. Llegó un momento en que yo era la única persona en la organización que pensaba de esa manera. Pero así soy. Fui muy poco popular antes entre mis colegas porque nosotros recibíamos mucho dinero de Microsoft y Bill Gates, pero luego, cuando yo escribí el artículo para Wired, “La economía de las ideas”, ellos dejaron de darnos dinero. Microsoft dejó de darnos donaciones y les pidió a otros donantes que hicieran lo mismo. Imagínese que la EFF no estaba muy contenta con eso.

¿Tuvo la oportunidad de hablar con Bill Gates sobre eso?

Sí.

Y, ¿qué le dijo?

En ese momento le parecía correcta su posición. En realidad, creo que si hablara otra vez sería diferente. Los “copyrighters” paran la innovación y creo que ahora él vería eso.

¿Cuál es para usted el mayor impacto que tuvo su manera de pensar? ¿Creative Commons...? (interrumpe)

Sí, eso, eso. Yo creo, y siempre hago la broma al respecto, que lo más importante que hice en mi vida fue cruzarme a Lawrence Lessig. Él es mucho mejor que yo difundiendo el evangelio (risas).

Más allá de Creative Commons, ¿cuál cree que es su mayor aporte?

Me alegra haber sido de los primeros en decir que hay una relación entre el mundo físico y el virtual, pero que, a su vez, no es una relación fácil de entender. Necesitamos dejar crecer este otro mundo virtual, porque es el futuro del pensamiento. Somos los ancestros de gente que va a ser capaz de aprender todo lo que quiera de lo que la humanidad haya aprendido. Eso es importante.

Privacidad en persona

Si bien EFF se enfoca en la libertad en Internet, la privacidad es un tema que hoy cruza todo el trabajo sobre el ciberespacio. ¿Cuál es su posición sobre este conflicto?

Me di cuenta hace mucho que la privacidad va a ser muy difícil de preservar en el futuro y tampoco estoy tan seguro de que sea algo bueno de tener.

¿La privacidad o la pérdida de privacidad?

No estoy tan seguro de que sea bueno tener privacidad. Yo crecí en una pequeña ciudad de Wyoming donde nadie tenía privacidad, todo el mundo sabía todo de cada uno y estaba perfecto así. Si tenías un problema alguien venía a ayudarte, pero sería muy difícil para mí hablar para todos desde mi posición, ya que yo sé que tengo la posibilidad de no tener que buscar un trabajo de la manera usual o trabajar para una corporación. Entonces, puedo decir lo que se me cante y vivir como quiero. Creo que mucha gente no puede darse ese lujo y muchos que sí se lo pueden dar no se animan a hacerlo. Creo que vamos a llegar a un punto en que seremos todos más tolerantes con lo que hace el otro y que la única pregunta va a ser si podés hacer bien tu trabajo. Creo que la mayoría de las personas pueden ser muy felices siendo quienes realmente son. Es más: yo hago un experimento conmigo mismo siendo todo lo visible que puedo ser. Nadie podría chantajearme porque todo lo que hago es conocido. Yo he entrado al edificio principal de la CIA y si he llegado hasta esos niveles de seguridad es porque saben exactamente lo que hago. No tengo nada que ocultar. Creo en la libertad al extremo.

Lo que dice puede sonar contradictorio con la misión de la EFF, que suele proteger la privacidad de las personas. ¿Cómo explica ambas posturas?

Exacto, hacemos mucho para proteger la privacidad. Creemos que para muchas personas la privacidad y la posibilidad de expresarse van de la mano. A mí no me gusta el anonimato, pero entiendo que en muchos casos ser anónimo puede ser necesario para que alguien no te mate. Hay una asimetría enorme entre lo que las instituciones pueden saber sobre uno y lo que uno puede saber sobre ellas y creo que esto tendría que estar equilibrado.

Hay una frase popular en Internet que dice que “cuando el producto es gratis, el producto es uno”. ¿Cree que es así?

Seguro. Se ha hecho un gran trabajo para monetizar el hecho de que el producto sea uno mismo. Facebook y Google tienen clarísimo esto y seguramente encontrarán mejores formas que las actuales de explotar esta mina de oro sobre la que están sentados. Pero no me molesta ser parte del producto si eso permite que pensemos colectivamente como una especie de organismo digital.

¿A qué se refiere con “organismo colectivo de la mente”?

Eso es Internet. Tuve una especie de sensación religiosa la primera vez que usé Internet desde Estados Unidos y me comuniqué con Suiza. Ahí me di cuenta de que esto era el sistema nervioso del organismo colectivo de la mente. En 1985, cuando había apenas unas cientos de direcciones de e-mail, tuve un extraño sentimiento de que todo el mundo iba a estar conectado y eso iba a generar problemas. Toda persona en el mundo iba a ser sacudida por esta revolución, la más grande de la historia. Internet pone en jaque a las instituciones y éstas se van a defender. Queda mucho por ver.

En la Argentina se están discutiendo muchos temas relacionados con regulación e Internet, ¿qué les recomendaría a los legisladores?

Les recomiendo que hagan lo mínimo posible. Eso hizo Estados Unidos y hoy lo digital es una enorme parte de nuestra economía. Es inevitable que los modos tradicionales de hacer las cosas se vuelvan obsoletos y mantenerlos forzosamente lastimará el espacio de la Argentina en el resto del mundo. Hay que formar parte de la Web en sus propios términos.

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