WhatsApp de vecinos, un vehículo donde todos se vuelven sospechosos

La polémica estalló a partir de la viralización del audio de la cirujana de Nordelta criticando a sus vecinos que toman mate frente al lago en un grupo de WhatsApp. Y lo cierto es que el uso de este aplicativo para intercambios se convirtió en tema de investigación científica. Un trabajo del Conicet asegura que estos vínculos virtuales favorecen el distanciamiento entre clases sociales

Como si no fuera suficiente con los grupos de WhatsApp de "mamis del colegio", el de "egresados del cole", los del trabajo, yoga, inglés o el gym, ahora estallaron los grupos whatsapperos del barrio, la cuadra o el edificio. Y así, el audio de la cirujana de Nordelta que sinceró su disgusto por los vecinos que toman mate "como en la Bristol", se convirtió en tendencia en las redes. Surgidos al calor de la inseguridad, los intercambios entre gente que pocas veces se saluda en persona, ya son motivo de investigaciones.

"El WhastApp es cada vez más una vía de comunicación entre vecinos, que lo toman como una red de contención y de contacto para cuidar la seguridad del barrio", define la Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y becaria doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) Paula Torres, autora del trabajo: Grupos de WhatsApp y aplicaciones de asistencia ciudadana para la gestión.

Torres comenzó a desarrollar su investigación en 2015, cuando fue agregada al grupo de vecinos del barrio El Tropezón, a diez kilómetros de Córdoba capital. A partir de analizar los mensajes, la investigadora determinó que "el tema central que apareció fue el de la inseguridad".

"La interacción vía WhatsApp explica en su paper es fundamental para la construcción de vínculos de solidaridad interclase, al tiempo que legitima la separación y la segregación de otro peligroso. Eso permite sedimentar el tratamiento de la inseguridad como eje sintomático de la conflictividad social, justificando la intensificación de las formas de represión y violencia a partir de la separación clasista".

Lo que llamó la atención de la investigadora fue la rapidez con la que, en el grupo, una persona ajena al barrio se convertía en sospechoso. También, que la interacción instantánea propiciaba la notificación de cada vez más hechos potencialmente extraños.

Torres no solo analizó el grupo de WhatsApp con sus vecinos; sino que se inmiscuyó en otros. Algunos incluso, con presencia policial. "En aquellos grupos en los que hay un efectivo, los relatos de presencias y hechos sospechosos se vuelven más minuciosos y se cuidan las formas", destaca.

Otra de las conclusiones de su investigación fue que "las cuestiones de seguridad también se asociaban a una necesidad de embellecer los espacios públicos, iluminarlos, cuidarlos", puntualizó la investigadora.

No obstante, Torres es crítica de esta forma de vinculación: "En la virtualidad se podría decir que hay más participación social, pero en la vida real, por fuera de estos grupos, no hay instancias de decisión colectiva, ni de encuentro entre los vecinos. Con WhatsApp los espacios de participación son cada vez más individuales. Las personas que conforman el grupo rara vez se reúnen físicamente para tratar algún tema. Simplemente, toman decisiones o solicitan presencia policial desde la intimidad de sus hogares, presionando la pantalla del móvil. Esto da como resultado la fragmentación de las interacciones y un empobrecimiento de los vínculos trans-clasistas. Se van configurando espacios separados", destaca.

Para la autora, el uso de este aplicativo de mensajería instantánea contribuye a "una mayor separación entre clases sociales distintas e intraclase. Y esto redunda en que "los espacios de seguridad y de confianza son cada vez más íntimos y pequeños", concluye.

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