

En muchas casas, cerrar las puertas del placard antes de ir a dormir es una costumbre que pasa desapercibida.
Sin embargo, este gesto cotidiano puede tener un trasfondo psicológico más profundo. Desde la necesidad de orden hasta el manejo de miedos inconscientes, este comportamiento dice más de lo que parece.
Para algunas personas, mantener el armario cerrado es una forma de controlar el entorno. Un espacio visualmente limpio y sin elementos abiertos ayuda a reducir la estimulación antes de dormir.
Esto genera una sensación de calma que facilita el descanso. En ese sentido, el hábito se vincula con la preferencia por ambientes estructurados y organizados.
Pero también hay otro factor: el miedo. En la infancia, muchos desarrollan temores relacionados con la oscuridad o lo desconocido. El interior del ropero, al ser un espacio cerrado y oscuro, puede activar recuerdos o sensaciones de inseguridad.
En la adultez, cerrar sus puertas puede funcionar como una forma de protegerse, aunque el peligro no sea real.
Un ritual que prepara para el descanso
Desde la psicología, este tipo de acciones se interpreta como parte de una rutina que ayuda al cerebro a desconectarse. Al igual que apagar las luces o acomodar las almohadas, cerrar el ropero marca el final del día. La repetición de este gesto actúa como un anclaje mental que facilita la transición entre la vigilia y el sueño.
En algunos casos, el hábito puede volverse rígido. Si la persona siente ansiedad al no poder cerrar el armario o necesita hacerlo de forma compulsiva, podría tratarse de un rasgo leve de trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). No implica necesariamente un diagnóstico clínico, pero sí una señal de que el control sobre el entorno se volvió una necesidad emocional.

¿Qué observar en este comportamiento?
- Si el gesto se repite cada noche sin generar malestar, puede ser parte de una rutina saludable.
- Si la necesidad de cerrar el ropero genera ansiedad o interfiere con el descanso, conviene prestar atención.
- Si el hábito se acompaña de otros rituales compulsivos, puede ser útil consultar con un profesional.
En definitiva, lo que parece una acción menor puede ser una ventana a cómo funciona nuestra mente. Observar estos detalles ayuda a entender mejor nuestras emociones y a detectar cuándo el cuerpo busca equilibrio.


