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El infarto de miocardio es una de las principales causas de muerte en el mundo, pero en muchos casos no ocurre de forma repentina. Existen síntomas que pueden aparecer días o incluso semanas antes del evento, y reconocerlos a tiempo permite actuar con rapidez y evitar consecuencias irreversibles.

Aunque los síntomas varían entre personas y pueden confundirse con otras afecciones, prestar atención a señales específicas puede ser clave para un diagnóstico precoz y un tratamiento efectivo.

¿Qué es un infarto y cuáles son sus causas?

El infarto de miocardio es un tipo de cardiopatía isquémica provocada por la obstrucción de las arterias coronarias, que impide que el corazón reciba suficiente sangre. Esta suele deberse a la acumulación de placas de colesterol, lípidos y células inflamatorias, o a la formación de un coágulo que bloquea el flujo sanguíneo.

Entre las causas más frecuentes se encuentran:

  • Arteriosclerosis.
  • Atero- trombosis
  • Contracciones arteriales que impiden el paso de sangre.
  • Enfermedades cardíacas crónicas como arritmias o insuficiencia cardíaca.
  • Factores de riesgo: hipertensión, diabetes, tabaquismo, sedentarismo, colesterol alto.

¿Cuáles son los primeros síntomas?

Los síntomas pueden manifestarse en distintas combinaciones y no siempre son evidentes. Algunos pueden aparecer hasta un mes antes del infarto:

Síntomas generales:

  • Dolor u opresión en el pecho, que no desaparece en reposo.
  • Dolor irradiado a mandíbula, cuello, espalda, brazo izquierdo o abdomen.
  • Mareos, sudoración, fatiga inexplicable.
  • Latidos irregulares, dificultad para respirar, náuseas o vómitos.

En mujeres:

  • Dolor en mandíbula, cuello, parte superior del abdomen o entre los omóplatos.
  • Sensación de indigestión, ansiedad o falta de aire.
  • Fatiga extrema y mareos.

En hombres:

  • Dolor intenso en el pecho que se extiende a brazos, espalda o mandíbula.
  • Náuseas, sudoración, falta de aliento y fatiga repentina.

Infarto: ¿cómo se diagnostica?

El tiempo es vital. Cuanto más rápido se actúe, menor será el daño al corazón. Las pruebas más comunes son:

  • Electrocardiograma: es la prueba definitiva para detectar si se está sufriendo un infarto. Detecta alteraciones en la actividad eléctrica del corazón.
  • Resonancia magnética cardíaca: se utiliza en casos dudosos para confirmar el diagnóstico.

¿Cuál es el tratamiento?

El tratamiento puede ser quirúrgico o farmacológico, según el caso:

  • Angioplastia (cateterismo): se coloca un stent para abrir la arteria bloqueada.
  • Bypass coronario: se crea un puente con una vena o arteria para desviar el flujo sanguíneo.
  • Fármacos: estatinas, ácido acetilsalicílico, betabloqueantes, anticoagulantes, vasodilatadores y diuréticos.

Además, un estudio reciente del Instituto Karolinska en Suecia desarrolló un sistema capaz de anticipar el riesgo de infarto antes de que aparezcan síntomas clínicos. Este modelo analiza datos genéticos y clasifica a los pacientes según su riesgo de progresión de aterosclerosis, lo que permitiría intervenciones preventivas personalizadas.