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¿Alguna vez escuchaste a alguienmasticar y sentiste un rechazo inmediato, incluso con ganas de salir corriendo? Aunque a muchas personas ciertos ruidos les resultan molestos, hay quienes no pueden tolerarlos en absoluto.

Para ellos, sonidos comunes como sorber, golpear con los dedos o respirar fuerte pueden desencadenar una reacción emocional intensa. Esta condición se llama misofonía y, aunque aún es poco conocida, la ciencia está empezando a entenderla mejor.

¿Qué es exactamente la misofonía?

La palabra misofonía proviene del griego y significa "odio al sonido". Pero no se trata simplemente de molestarse por un ruido. Las personas que la padecen experimentan una reacción física y emocional intensa ante ciertos sonidos repetitivos o cotidianos. No es que el ruido les fastidie: su cerebro lo interpreta como una amenaza real.

Se estima que entre el 5% y el 20% de la población adulta podría vivir con esta sensibilidad, aunque todavía no se le da el reconocimiento que merece dentro de la medicina tradicional.

¿Qué tipo de sonidos desencadenan esta reacción?

Lo más curioso es que no suelen ser ruidos fuertes como una sirena o una obra en construcción, sino sonidos suaves y repetitivos: masticar chicle, teclear, toser, sorber la sopa, etc.

Para Jane Gregory, psicóloga de la Universidad de Oxford, el clic de los bolígrafos era una tortura durante su época escolar. También recuerda cómo el arrullo de las palomas le impedía concentrarse cuando estudiaba.

Estos ejemplos muestran cómo sonidos que la mayoría ni nota pueden convertirse en una verdadera fuente de angustia para quienes tienen misofonía.

¿Por qué se produce esta reacción?

Aunque todavía no hay una explicación definitiva, algunas teorías apuntan a una respuesta evolutiva del cerebro. Jennifer Brout, psicóloga e investigadora, sugiere que este "hiperfoco" en ciertos sonidos pudo tener una función protectora en el pasado: detectar depredadores, enfermedades o posibles amenazas.

Sin embargo, en el contexto actual, este sistema de alerta puede jugar en contra, haciendo que sonidos completamente inofensivos se perciban como algo peligroso.

También se observó que la misofonía puede coexistir con otros trastornos como ansiedad, depresión, autismo o TDAH. En algunos casos, aparece después de una experiencia traumática. Y aunque se sospecha que puede haber un componente genético, todavía no se identificaron los genes responsables.

¿Cómo se detecta la misofonía?

No existe un examen médico específico para diagnosticarla. Los profesionales suelen utilizar cuestionarios para evaluar el nivel de sensibilidad y el impacto que tiene en la vida diaria.

Uno de los más usados es el Cuestionario de Misofonía de Duke (DMQ), que ayuda a entender si la persona está viendo afectadas áreas como el trabajo, la escuela o las relaciones personales.

Además, hay herramientas específicas para niños, ya que muchos reportan haber sentido estos síntomas desde muy pequeños, entre los 8 y 12 años.

¿Se puede tratar?

Aunque todavía no está incluida oficialmente en manuales como el DSM-5, la misofonía empieza a ser reconocida por más especialistas. De hecho, en 2024 se destinó una importante suma de dinero a la investigación sobre esta condición.

Por ahora no existe una cura, pero sí formas de manejar los síntomas. Muchas personas utilizan auriculares con cancelación de ruido o reproducen sonidos blancos para bloquear los desencadenantes.

Sin embargo, el tratamiento más efectivo hasta el momento es la terapia cognitivo-conductual (TCC), una forma de terapia que entrena al cerebro a responder de forma distinta ante los sonidos que generan angustia.

Esta terapia ayuda, por ejemplo, a replantear pensamientos como "la gente hace esto para molestarme" o "no debería sentirme así", y a desarrollar una relación más tolerante con los sonidos.

Estudios realizados en EE. UU. y los Países Bajos demostraron que esta terapia mejora los síntomas en al menos un tercio de los pacientes.