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La esperanza de vida global experimentó un crecimiento notable en los últimos siglos. A comienzos del siglo XX, la media mundial rondaba los 32 años; hoy, supera los 73.

Argentina no fue la excepción: supoblación vive más del doble que hace 150 años. Sin embargo, ese crecimiento no fue igual en todos los países, y el ritmo local comenzó a quedar rezagado respecto a otras naciones.

¿Qué es la esperanza de vida y por qué sigue en aumento?

La esperanza de vida al nacer es una estimación estadística que resume las tasas de mortalidad observadas en un año determinado. No predice cuántos años vivirá una persona, pero da una idea clara del estado sanitario y social de una población.

Factores como la disminución de la mortalidad infantil, los avances médicos, la mejora en el acceso a servicios de salud, el agua potable y la urbanización son claves en este aumento sostenido. Incluso pandemias como la de COVID-19, que provocaron retrocesos temporales, no lograron revertir la tendencia general de aumento.

¿Cuál es la esperanza de vida en Argentina?

En 2023, Argentina alcanzó una esperanza de vida de 77,3 años, ubicándose por encima del promedio mundial (73,3 años) y de América Latina y el Caribe (75,6), pero por debajo del promedio de los países de altos ingresos (80,1 años).

A nivel mundial, ocupa el puesto 79 entre 217 países, y en la región, el puesto 14 de 42, detrás de Chile, Uruguay y Costa Rica, aunque por encima de Brasil, México, Bolivia y Paraguay.

¿Cómo evolucionó la esperanza de vida en Argentina?

En 1870, la expectativa de vida al nacer en el país era de apenas 32 años. Hoy, con más de 77 años, se fue duplicando.

Esta evolución fue impulsada por una menor mortalidad infantil, mayor acceso a tratamientos médicos, más personal de salud por habitante y una infraestructura sanitaria más desarrollada.

No obstante, el crecimiento no fue lineal. La pandemia de COVID-19 impactó temporalmente, provocando una caída entre 2020 y 2022, aunque los niveles se recuperaron en 2023.

Argentina, en retroceso relativo en el ranking mundial

Aunque el crecimiento de la esperanza de vida en Argentina fue significativo, otros países avanzaron más rápido. Mientras el país sumó 45 años entre 1870 y 2023, Chile agregó 60 años, España 54, Corea del Sur 59 y China 53.

Por eso, Argentina pasó del puesto 18° en 1913 al 44° en 2023, según un análisis de largo plazo que abarca 115 países con datos históricos. Las principales caídas en el ranking se registraron entre 1950 y 1965, y nuevamente desde 2005 en adelante.

La brecha entre mujeres y varones: ¿por qué ellas viven más?

En Argentina, las mujeres viven en promedio cinco años más que los hombres: 80 frente a 75. Esta diferencia, que también se observa a nivel global, se explica por una menor mortalidad femenina en todas las etapas de la vida.

Desde el nacimiento, las niñas tienen mayor sobrevida. Durante la juventud, los varones enfrentan mayor riesgo de muerte por violencia o accidentes. En la adultez y la vejez, las enfermedades crónicas y los hábitos como el tabaquismo o el consumo de alcohol inciden más en los hombres.

En el siglo XX, la brecha fue en aumento, llegando a superar los 7 años en 1975. En las últimas décadas, comenzó a reducirse lentamente gracias a la caída de factores que afectaban desproporcionadamente a los hombres, como el consumo de tabaco y los homicidios.

¿Cuál es la provincia que tiene mayor esperanza de vida en Argentina?

Neuquén se destaca como la provincia argentina con la mayor esperanza de vida. En promedio, las mujeres viven 82,8 años, mientras que los hombres alcanzan los 76,39 años, según el propio sitio web del Ministerio de Salud neuquino.

¿Qué desafíos trae vivir más?

El aumento en la esperanza de vida es una señal positiva de desarrollo, pero también impone nuevas demandas a las políticas públicas. Entre ellas, destacan la necesidad de contar con un sistema previsional sostenible, asegurar el acceso a servicios de salud para personas mayores y adaptar infraestructuras y cuidados a una sociedad que envejece.

Además, sostener esta tendencia dependerá de factores como la inversión en salud pública, la prevención de enfermedades crónicas, la reducción de desigualdades y la educación para hábitos saludables.