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La relación entre el intestino y el cerebro dejó de ser una hipótesis y se convirtió en uno de los focos más relevantes en la investigación sobre el Alzheimer.

En la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer, celebrada en julio en Toronto, científicos de todo el mundo coincidieron en que la microbiota intestinal y el perfil lipídico tienen un rol decisivo en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.

El eje intestino-cerebro ya se vincula con trastornos como la depresión, la ansiedad y el deterioro cognitivo.

Según estudios recientes, el equilibrio de las bacterias intestinales puede modificar procesos inflamatorios y afectar la acumulación de proteínas como beta-amiloide y tau, dos marcadores clave del Alzheimer.

Microbiota: el nuevo termómetro de la salud cerebral

La microbiota es el conjunto de microorganismos que habita en el cuerpo humano, especialmente en el tracto digestivo. Su función va más allá de la digestión: participa en la producción de neurotransmisores como serotonina, dopamina y GABA, esenciales para el estado de ánimo, el sueño y la memoria.

Cuando este ecosistema se desequilibra -lo que se conoce como disbiosis- se genera inflamación crónica, se debilitan las barreras de protección y se liberan sustancias tóxicas que pueden llegar al cerebro. Esto aumenta el riesgo de neuroinflamación y acelera el deterioro cognitivo.

Un estudio de la Universidad Yonsei, en Corea del Sur, analizó los hábitos alimentarios de más de 130.000 personas y concluyó que una dieta saludable reduce significativamente la probabilidad de desarrollar demencia.

¿Qué comer para cuidar el cerebro?

Los expertos coinciden en que la alimentación es una herramienta poderosa para proteger la salud mental. Para mantener una microbiota equilibrada y un colesterol saludable, recomiendan:

  • Priorizar frutas, verduras y cereales integrales
  • Consumir carnes magras y pescados ricos en omega 3
  • Incorporar legumbres y frutos secos
  • Usar aceite de oliva como principal fuente de grasa
  • Evitar ultraprocesados, azúcares refinados y grasas trans
  • Mantener una buena hidratación

Además de la dieta, es clave sumar actividad física regular y ejercicios de estimulación cognitiva. No se trata solo de lo que se come, sino de cómo se vive.