Diego y Fidel: sangre de un amor correspondido

El líder cubano murió tambien un 25 de noviembre, pero de hace cuatro años, tras 10 años de retiro de la vida política luego de visitar la Argentina, en 2006. Historia de una amistad sin fronteras y con un fuerte tono político. 

La muerte de Diego Maradona, en horas del mediodía de hoy en su casa de San Andrés, en Tigre, coincide con un nuevo aniversario, el cuarto, de otra muerte de impacto mundial y de impacto particular, a su vez, en la vida del astro futbolístico argentino: la de Fidel Castro, líder de la revolución cubana, cuya cara estaba tatuada nada menos que en la pierna izquierda del jugador, la llamada "zurda mágica", la de las proezas más inverosimiles que pudieron hacerse con una pelota de fútbol en cualquier campo de juego. Por lo tanto, la ubicación del tatuaje, como el tatuaje mismo, símbolo de adhesión perpetua hacia algo, de amor eterno, no era una casualidad

Fidel Castro, en efecto, murió un 25 de noviembre de 2016, luego de un largo proceso de retiro de la actividad política, que sucedió, significamente, a la que fue una de sus últimas actividades públicas, la que vivio en la Argentina durante su visita en 2006. Luego de ese viaje, se anunció que Fidel "abandona temporalmente el poder por razones de salud".  La cronica publicada por El Cronista aquel día señala que el sangrado intestinal que obligó al reposo al lider de la revolución cubana  "le sobrevino por el 'enorme esfuerzo´ realizado durante su reciente visita a la Argentina para participar en la Cumbre de Mercosur y su intervención en los actos por el aniversario del asalto al cuartel Moncada tras su vuelta a La Habana.

Maradona y Fidel se conocieron en 1987 y desde entonces sostuvieron una relación intensa, plagada de mensajes políticos contundentes.

Maradona aún no había iniciado por aquellas épocas el proceso de intensa politización que vino después, pero ya insinuaba cierto corrimiento hacia la izquierda en sus ideas. Sin embargo, Diego quedó subyugado por la figura de Castro y empezó a preguntar más cosas. Una de las personas que - según señalan quienes conocieron ese proceso- tuvo influencias en esa politización fue el periodista deportivo argentino Pablo Llonto, a la sazón uno de los gestores de ese encuentro, tal como lo contó él mismo en la revista "Un caño". El otro gestor de ese encuentro fue un amigo de Llonto, Carlos Bonelli.

"Fuimos juntos a verlo al departamento de la calle Correa, cerquita de la ESMA, en el mismo edificio donde vivía Moria Casán. Mi relación provenía de los tiempos de la adolescencia, cuando la vida en Clarín iba paralela a la vida de Diego en Argentinos Juniors y Boca. Decían que Diego me quería. Y yo a él", narra Llonto, y sigue: "Le propuse a Carlos una estrategia: le hablaríamos de la belleza de las tierras cubanas, de las playas, de la tranquilidad y la paz, de la importancia de un premio sencillo, de tantas cosas… menos de política. Bonelli ya me había advertido: “Mirá que Diego no quiere viajar porque teme que lo usen políticamente, que digan que apoya al comunismo

Llonto también recuerda que, por aquella época, Diego "venía girando hacia la izquierda". Y explica que "su admiración y orgullo por el Che en Italia, cuando me contaba que se le ponía la piel erizada al observar en las manifestaciones de los obreros tanos las banderas con el rostro de Guevara". 

"Es el más grande de la historia", reconoció en varias oportunidades Maradona sobre Fidel, al que visitó varias veces en Cuba, una de las cuales ya tuvo como contexto una internación para tratar su adicción a las drogas. 

Maradona y Fidel se enviaban sistemáticamene mensajes que cruzaban los mares y cualquier otro accidente geográfico que se interpusiera entre ellos. Eran, públicamente al menos, incondicionales: jamás un pero, podría decirse,  en ninguna circunstancia, lo que es significativo porque ambas figuras estuvieron siempre cruzadas por la polémica. Era como si, en algún momento secreto e íntimo, hubieran pactado aguantar "espalda contra espalda", frente al vendaval de las críticas, se trate de las drogas, del dopping, de los hijos no reconocidos, en un caso, o del autoritarismo y la violencia política, la falta de libertades en Cuba, en otro. 

En 2015 Castro dio a conocer algunas de las cartas que había intercambiado con Maradona.

"Fidel, si algo he aprendido contigo a lo largo de años de sincera y hermosa amistad, es que la lealtad no tiene precio", aseguró Maradona en una de ellas. 

La afirmación de Diego estaba escrita, podría decirse con Manuel Puig, con la sangre de un amor correspondido.

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