Veinte años, un punto de partida para la democracia argentina

¿Cuándo fue la última vez que un ciudadano argentino pudo mirar hacia atrás y ver un horizonte de veinte años de democracia?. Fue el 6 de Septiembre de 1930.

En esa jornada nefasta para la historia de los argentinos, en la que se produjo el primer golpe de Estado en nuestro país, terminaba una etapa de sesenta y ocho años (contados a partir del 12 de Octubre de 1862, día en el que asumió Bartolomé Mitre como presidente de la República).

En ese lapso se sucedieron once períodos presidenciales, dentro de los cuales ejercieron su mandato quince presidentes constitucionales (sin contar la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, interrumpida por la primera rebelión militar).

Desde entonces y hasta el 10 de Diciembre de 1983, transcurrieron cincuenta y tres años de tremenda inestabilidad constitucional, en la que se produjeron seis golpes de Estado que nos dieron veinte años de gobiernos “de facto .

En esos cincuenta y tres años apenas se cumplieron íntegramente dos períodos presidenciales completos de seis años, y hubo un promedio de un golpe de Estado cada ocho años y medio.

Una generación entera de argentinos no pudo disfrutar de los beneficios de la continuidad institucional, y fue testigo de una regla que parecía ser imperturbable: la Constitución Nacional parecía no servir para resolver los graves problemas del país, motivo por el cual sólo la fuerza podía poner las cosas en su lugar cuando las instituciones tambaleaban.

Hace veinte años se inició una nueva etapa y comenzó a consolidarse una concepción distinta acerca de cómo encarar la salida de las crisis: únicamente profundizando el sistema democrático.

En los últimos veinte años se desarrollaron cuatro períodos presidenciales (uno de cinco años y medio, uno de cuatro años y medio y dos de cuatro años, en función de la reforma constitucional del año 1994) en los cuales se ejercieron siete mandatos (Alfonsín, Menem, Menem, De la Rúa, Rodríguez Saá, Duhalde y Kirchner).

Ello no significa que la estabilidad haya sido la característica en estas dos décadas de democracia, pero por lo menos los argentinos aprendimos a buscar la solución a las graves crisis por las que atravesó nuestro país, dentro del marco de la democracia y la vigencia de las instituciones.

Como integrante de una generación que hoy ronda los cuarenta años de edad, ejercí por primera vez el derecho de votar el 30 de Octubre de 1983.

Hoy puedo decir con orgullo a mis hijos y alumnos, que desde entonces las circunstancias me permitieron hacerlo doce veces más, en forma regular cada dos años.

Un ciudadano educado cívicamente sabe que la democracia, por sí sola, no resuelve el problema del hambre, la desocupación y la inseguridad; y que aquella famosa arenga de Alfonsín en virtud de la cual “con la democracia se come, se cura y se educa no es más que un eslogan de campaña.

Pero sí sabe que sin democracia y sin educación democrática, los problemas económicos y sociales no sólo no se solucionan, sino que además, al combinarse con la falta de libertad, terminan fatalmente agravándose.



Lejos del fraude

Se cumplen veinte años de democracia en la Argentina; veinte años de una democracia mucho más genuina y transparente que aquella que vivió nuestro país hasta 1916, al amparo del fraude electoral.

Por eso es útil detenerse a pensar en el significado de este 10 de Diciembre de 2003: no sólo será el día en el que Néstor Kirchner inició el vigésimo séptimo período presidencial constitucional de la historia, sino que además puede ser un punto de partida para dar por consolidado el sistema democrático.

Y, a partir de allí, comenzar a solucionar los problemas que, día a día, angustian a los distintos sectores de la sociedad.



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