¿Un peronismo de dos cabezas?

A Kirchner le preocupa la gestión del Estado y a Duhalde la gestión del partido. Ambos roles se complementan y no deberían generar roces. Pero la realidad es más dinámica que sus protagonistas

Los que dicen que el peronismo nunca fue un gallinero para dos gallos se referencian en el antecedente indiscutible de la historia. ¿Sirve la historia para predecir el futuro del justicialismo? ¿Vamos hacia un conflicto inevitable entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde, del cual el tema piqueteros es solo su prólogo?

La situación que dio origen a la alianza entre los dos dirigentes es suficientemente excepcional como para basarse en la historia. Kirchner es el primer presidente de extracción justicialista que no llega como consecuencia de consolidar un liderazgo interno, sino que lo está construyendo una vez sentado en el sillón. Al carecer de base propia, no le quedaba otra que apoyarse en el beneplácito de la opinión pública encuestada –como contrapartida de su accionar en el Gobierno– para acumular capital político propio.

Este pecado original es un dato político clave para el Presidente y para el resto del sistema. Si las encuestas son su base de sostenimiento, son-deos negativos le producirán más desgaste que el normal, y su liderazgo fluirá en consecuencia.

Al Presidente poco le importa el partido, en tanto y en cuanto no le genere problemas. Indicadores económicos en alza, triunfos electorales, manos que se alzan en las dos Cámaras, disciplinamiento político en general son las cosas que realmente lo movilizan. Néstor Kirchner es un apasionado de la administración del Estado y en ese sentido toma decisiones.

Eduardo Duhalde es casi todo lo contrario. Le interesa más armar listas de concejales en el partido de Tapalqué que sentarse a ver números de finanzas y el impacto para su proyecto de poder de diferentes políticas públicas. Él es el territorio y el partido. El resto lo aburre. Hasta cierto punto vive su retiro político como un beneficio y no como un castigo. Difícilmente quiera volver a ser presidente, salvo que las circunstancias lo exijan.

Pues entonces existe un escenario de un presidente –sin liderazgo previo al cargo– apasionado por administrar y poco afecto al partido. Y un referente partidario que prefiere tomar distancia del gerenciamiento, apasionado por las estructuras. En ese marco, se podría decir que existe una complementación de roles casi inédita, con un destacable denominador común ideológico de rechazo al proyecto menemista. Esta descripción del escenario no permite proyectar un conflicto fuerte, salvo escaramuzas menores. Así, el peronismo podría vivir con dos cabezas.

Pero claro, no todo es tan simple, y la realidad es más dinámica de lo que a los protagonistas les gustaría. ¿Qué pasaría si el Presidente, encumbrado en su popularidad, decidiera ir a fondo con el proyecto Cristina Fernández senadora nacional por la provincia de Buenos Aires en 2005? ¿Qué sucedería si Kirchner decide que el problema de la seguridad sólo se resuelve metiendo él la mano en la Policía Bonaerense? ¿A dónde se orientaría la relación entre los dos socios si la sociedad empezara a bufar por que los resultados de la gestión no son los esperados?

En el peronismo, después de Perón, solo se sostienen en el largo plazo los exitosos, los seductores y los que conducen efectivamente al conjunto. Si logran reunir las tres características al mismo tiempo, mejor aún. Si no, por lo menos dos. Menem hasta el ‘97 fue las tres cosas. Luego del ‘97 ya no fue exitoso, pero seducía y conducía. Duhalde fue exitoso hasta el ‘97, pero nunca sedujo y condujo más allá de su provincia. Kirchner lleva un éxito de 6 meses, esto le permite conducir, pero no es por naturaleza un carismático que seduce. El santacruceño logra respeto.

Duhalde se alzará en armas solo una vez que las encuestas le ultra confirmen que Kirchner ya no tiene retorno y la sociedad pide un recambio a gritos. Ya pasó por una y fue demasiado. No querrá pasar por otra tan fácilmente. Como encuestomaníaco, no arriesgará capital en un juego con final incierto. Lo que sí puede suceder es que cada tanto le mande un mensaje a su socio. En parte, por simple reflejo político (a veces hace falta un golpecito). Y en parte porque la tropa lo exige, como sucedió ahora a partir del debate sobre los piqueteros.

Con una economía creciendo est

e año al 7,5 % y al 5% en 2004, el conflicto político está más lejos que cerca. Si la tropa duhaldista quiere hacerse escuchar antes de tiempo, su líder tendrá suficientes recursos políticos para disciplinarla. Y ahí nomás, vendrá la arenga a trabajar todos por Duhalde senador en 2005.

Los dos jugadores no están ahí por casualidad.

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