Un cambio político requiere mostrar arte para gobernar

Piñera debe trabajar para satisfacer el deseo social de una nueva política que supere la mentalidad de trinchera reinante en los grandes partidos chilenos.

Era inevitable que el gobierno de Sebastián Piñera, el presidente de Chile, fuera definido por su respuesta al terremoto que sacudió al país semanas antes de su asunción a comienzos de este año. Declaró entonces que el suyo sería un “gobierno de reconstrucción . Transcurridos más de cuatro meses, está claro que el terremoto no barrió con la necesidad de un cambio político más profundo, un desafío al cual Piñera aún no se ha elevado.

Con todo lo trágico que fue el desastre natural chileno (el terremoto de magnitud 8,8 y el maremoto que golpearon el 27 de febrero y mataron al menos a 486 personas), el número de víctimas podría haber sido mucho mayor en un país no tan bien preparado. La economía mostró su resistencia repuntando rápidamente: en mayo, el producto fue 7,1% superior a un año antes.

Piñera no puede atribuirse la capacidad de auto–sanación de la economía. Como él mismo admite, debe ser juzgado por los resultados de las acciones de su propia administración. Hasta ahora, tiene poco que mostrar pese a su hiperactivo estilo de gobierno. Su plan de financiar u$s 8.400 millones para la parte que asumirá el estado en la reconstrucción sufrió un reciente traspié cuando los legisladores rechazaron una propuesta para subir los impuestos mineros.

Pero la reconstrucción es el menor de los desafíos de Piñera. Es el primer líder de derecha en Chile desde la dictadura de Augusto Pinochet. En un país de arraigado tribalismo político, llegó a la victoria con la promesa de ser distinto a la esclerótica Concertación, la coalición de centroizquierda que había perdido la capacidad de inspirar, a pesar dos décadas de monumentales logros económicos y sociales.

La plataforma de cambio de Piñera era sobre todo retórica, ofreciendo un giro pro–negocios a las políticas existentes para incentivar una mayor creación de empleo y una mayor expansión económica. Si esto se materializa, será bienvenido. Pero es más fácil decirlo que hacerlo. Las sólidas políticas económicas de la Concertación tuvieron éxito, pero el crecimiento de la productividad se estancó hace años, debido en parte a un pésimo sistema educativo.

Los votantes que llevaron a Piñera a la cima esperaban cambios más significativos que éste. La balanza izquierda/derecha la inclinó una parte del electorado compuesta por progresistas jóvenes, que no es la base de apoyo común para un empresario multimillonario declaradamente católico. Si Piñera quiere fortalecer el apoyo de estos votantes, debe trabajar para satisfacer su deseo de una nueva política que supere la mentalidad de trinchera que tienen los dos grandes arcos políticos chilenos.

Ayuda que no sea un ideólogo. Hizo avances prometedores en lo que respecta a los derechos de los homosexuales y la reforma electoral. Pero para conseguir verdaderos cambios, lo que debe mostrar es su arte de gobernar y no su visión para los negocios.

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