CÓMO ES LA VIDA COTIDIANA A 20.000 KILOMETROS DE LA CAPITAL ARGENTINA

Tokio, muy lejos de Buenos Aires

Tener un lugar para estacionar es una condición indispensable para comprar un cero kilómetro. Las mujeres cuentan con vagones femeninos en los subtes para evitar manotazos descuidados. Las vacas reciben masajes para lograr mayor grasa en sus cortes.

Olvídese de la carne vacuna magra. Para el japonés, el mejor corte –de hecho, el más caro entre los 50 dólares promedio que se paga por kilo– es aquel que tiene abundante grasa. No es casualidad: para obtenerlos, las vacas reciben dosis de masajes y suculentas raciones de cerveza.

Sin embargo, no son muchas las oportunidades para toparse con carne vacuna en el menú. En Japón el 80% de las comidas es a base a pescado. Por eso, se consumen sólo tres kilos de carne per cápita por año, casi 20 veces menos que los 58 kilos promedio de los argentinos. Obviamente, el hábito del asadito no existe: el liderazgo lo tienen el sushi y la tempura -vegetales y mariscos empanados y fritos-, una moda que tuvo su reflejo local en tiempos delarruistas.

Con 120 millones de habitantes en sólo 370.000 kilómetros cuadrados de superficie, Japón suma otras diferencias claves respecto de la Argentina en lo que hace a la vida cotidiana. Las dificultades para llegar al cero kilómetro no pasan por la falta de financiamiento o la recesión, como ocurre en estas pampas. Nadie puede comprar un auto si antes no acredita tener un lugar donde estacionarlo. La razón es sencilla: existe un parque de 72 millones de unidades, diez veces más que los 7 millones de coches que circulan por la Argentina. Claro que las características de los modelos son distintos: siete de cada diez coches nipones no superan los tres años de antigüedad, mientras el 70% de los argentinos tienen más de siete años, y un millón de vehículos está en condiciones de destrucción o desarmado.

En caso de tener la suerte de contar con un estacionamiento y haber llegado al cero kilómetro, para los nuevos conductores japoneses hay otra traba: el tortuoso camino para obtener la licencia. Para lograrla, cada flamante conductor nipón debe pagar un mínimo de u$s 2.000 por un curso de 36 horas, de las cuales 24 se destinan a pruebas y exámenes de cultura vial dentro de la escuela y las otras 12 a manejar con un supervisor por las calles de Tokio. Una historia demasiado lejana a la tradicional prueba local de estacionar con dos tachitos y un rápido test de las señales de tránsito, las condiciones necesarias para la licencia argentina.

Los que no logran superar la prueba deben conformarse con la bicicleta: por eso, Japón tiene uno de los índices más altos del mundo en la venta de ese tipo de rodado.

En los subtes de Tokio, las mujeres también deben estar atentas. Pero no para evitar a los ladrones, sino para subirse al vagón color rosa en las horas pico. La gran cantidad de personas que viajan en el metro hacen de ese transporte el blanco perfecto de algún manoteador osado. Para huir de ellos, las féminas tienen asignado un vagón específico.

La compra de una vivienda es otro desafío mayor: el metro cuadrado en Tokio cotiza a u$s 300.000, cien veces más que los u$s 3.000 que se pagan en el mejor barrio porteño. No por nada, el 60% de los habitantes de esa ciudad debe conformarse con alquilar.



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