Terminator 4: la caída de las máquinas

La victoria de Arnold Schwarzenegger en las elecciones de California es un testimonio del poder de la política de las celebridades en Estados Unidos. Aparte de su nombre, sus desmesurados músculos y su cónyuge perteneciente a la sufrida dinastía Kennedy, Schwarzenegger no es el candidato más obvio para hacerse cargo como gobernador de lo que Gray Davis, el desventurado demócrata al que reemplazará, gusta describir como la quinta economía del mundo.

A diferencia de Ronald Reagan, que también era un actor de Hollywood que fue gobernador de California y después avanzó a cumbres políticas más altas, Schwarzenegger es un ingenuo en materia de política. Es un progresista en temas sociales, un conservador en temas fiscales, y tiene debilidad por los ecologistas. No se ajusta a ninguna categoría política obvia. Sin embargo, estas cualidades no convencionales son precisamente las que le ayudaron a obtener una victoria sobre Davis y sobre una colección de excéntricos y buscadores de publicidad.

Muchos, incluido este diario, han deplorado el tosco mecanismo del referéndum revocatorio; un proceso que ofrece a los millonarios como Schwarzenegger la posibilidad de manipular la agenda política. Pero lo más grave es que la votación socavó la legitimidad de un gobernador que obtuvo el mandato popular hace sólo once meses. Por débil que haya sido su desempeño, Davis merecía más tiempo.

De todos modos, la victoria del gobernador electo –que obtuvo más votos que Davis el año pasado –le da un mandato popular fuerte para enfrentar la que podría ser la mayor crisis que enfrenta el estado en más de un siglo: el déficit de presupuesto llega, por lo menos, a 8.000 millones de dólares; se han perdido millones de puestos de trabajo desde el colapso de las puntocom; el nivel de educación es vergonzoso y la gente se está mudando a otros estados. Además, al rechazar a Cruz Bustamante, la alternativa a Davis del establishment del Partido Demócrata, los votantes enviaron una fuerte señal a la indolente Legislatura dominada por los demócratas: quieren cooperación no confrontación.

Durante su breve campaña Schwarzenegger se negó a discutir cómo iba a solucionar el déficit o remediar el malestar que desde hace tiempo afecta al estado. Tampoco está claro cómo su oposición a incrementar los impuestos inmobiliarios puede ayudarle a este respecto. Es posible que quiera volver a hablar sobre el tema con Warren Buffett, su asesor económico.

Algunos demócratas consideran que la revuelta contra un gobierno fiscalmente irresponsable es una mala noticia para el presidente George W. Bush, mientras ciertos estrategas republicanos saludan la victoria de Schwarzenegger como una señal de que Bush obtendrá el premio electoral del estado de California en la próxima carrera presidencial. Pero el resultado podría representar simplemente el triunfo de un populista sobre la persona en el poder: una tendencia que se ha visto últimamente en las democracias occidentales.



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