¿Qué dólar conviene más?

El paradigma del dólar alto que agregue competitividad a las empresas es el ganador. Y se fortalece en un mundo que va hacia los grandes acuerdos comerciales. Pero dólar alto implica salarios bajos. ¿Cómo resolver el dilema?

El repunte del dólar de estos días no hizo más que revivir la pregunta: ¿cuál es el de equilibrio del dólar en el largo plazo? ¿Cuál es el target que busca el Gobierno? ¿Cuál conviene más?

Es una obviedad decir que un dólar a más de 3 pesos implica una paridad que le agrega (o le presta) competitividad a la industria y a las actividades exportadoras en general (incluídos servicios como el turismo), pero en la Argentina esto no es gratis: dólar real alto implica salario bajo, como lo comprobó cualquier ministro de Economía que tuvo que administrar las secuelas de una devaluación (Lavagna incluido). Esta paradoja de dólar alto/salarios bajos se explica por el particular perfil productivo del país, que exporta el mismo tipo de bienes que consumen sus trabajadores (alimentos). Así, cada devaluación siempre empuja estos precios y reduce el poder adquisitivo. Es por ello que Economía defiende las retenciones agropecuarias: no sólo por el efecto fiscal, sino por el techo que le ponen al precio de los alimentos.

Hay un hecho más que pocos destacan: las devaluaciones en la Argentina ayudan más por la sobreprotección implícita que generan al frenar las importaciones que por lo que estimulan a las exportaciones. Los 15.000 millones de dólares de superávit comercial que tendrá este año el país se explican no tanto por el aumento de las exportaciones (que subirán 15%), sino por la brutal caída de las importaciones generada por la suma de dólar alto y crisis. El mismo Lavagna señaló ayer que dos tercios del aumento de las ventas al exterior en 2003 se explican por los buenos precios internacionales, lo que revela que el hombre no se engaña sobre el poder del dólar para exportar más.

Hay otros dos objetivos a considerar para definir la meta adecuada para la Argentina. El primero se relaciona con la deuda pública en default, que requiere más superávit fiscal a mayor precio del dólar. Así, para cumplir con los acreedores y terminar cuanto antes con un default muy costoso no sólo en términos de capital e intereses, sino en términos de reputación y credibilidad, un dólar más bajo sería lo mejor, ya que le permitiría al Tesoro comprar más divisas con menos recursos fiscales. Con todo, en la escala de prioridades del país cumplir con la deuda no es la primera prioridad, obviándose su efecto positivo sobre la confianza.

El segundo punto recién comienza a vislumbrarse: en un mundo globalizado en que los países se asocian a diferentes bloques comerciales, los aranceles tienden a disminuir. Así, la paridad cambiaria aparece como la última defensa contra la competitividad de los otros socios comerciales. El dólar alto, o recontra-alto, aparece como un sustituto a los menores aranceles. La última reunión del Alca, en Miami, mostró la resistencia de los países a incluirse en un bloque muy competitivo, que les exigirá un esfuerzo mayor. Por eso triunfó un acuerdo light en que cada país pueda elegir la velocidad de su integración.

Si se observa el sismógrafo de las crisis argentinas, a precios de hoy el dólar real de las hiper tocó 7,63 pesos. Eso es mucho. En el otro extremo, el dólar de la convertibilidad promedió 1,33 pesos y también era insostenible, pero por demasiado bajo.

En los años ochenta, con dólar alto, las exportaciones crecieron sólo 54% entre puntas, mientras que en los noventa (dólar superbajo), las mismas aumentaron 113%. Cuando menos, para las importaciones la sabiduría tradicional funcionó: en los ochenta, con dólar alto, las mismas cayeron 61%, mientras que en los noventa, con dólar bajo, estas se multiplicaron por 5.

Pese a quienes sugieren que nadie podrá con la tendencia a la apreciación generada por la sobreoferta de divisas, todo indica que el dólar de equilibrio quedará mucho más cerca de 3 pesos. Pero más que el precio sería buena la estabilidad.



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