Martín Urrutia

Hola flaco, esta vez el que te planté en el golf fui yo, perdón, pero no pude avisarte a tiempo, los celulares ya no andan como en la ahora llamada década infame. Ayer volvía de Cariló, entré a Buenos Aires y me puse a mirar cómo somos los argentinos en la calle. Vi tantas actitudes de falta de respeto a las normas de convivencia que me pregunté si había alguna diferencia entre cómo nos manejamos cotidianamente y cómo somos como país, y así nos va. La lista es conocida: el tipo que cruza la calle a mitad de cuadra mirando a cualquier lado, y si le tocás bocina encima te insulta. O los autos que van por la izquierda y no te dan lugar cuando les pedís paso, o los colectivos cruzando luces rojas, o los taxistas yendo a 20 km por hora cuando están vacíos. ¿Es diferente eso a cómo nos ubicamos frente al resto del mundo desde hace décadas, echándole cada tanto la culpa de lo que nos pasa, envidiando en vez de admirar a los que les va bien y llegando al resentimiento? Iba pensando en eso cuando me tragué un lomo de burro de esos que ponen en las calles para que los autos no corran tanto, reductores de velocidad los llaman. Claro, como no podemos hacer que la gente respete los límites, terminamos poniendo barreras que nos perjudican a todos. ¿No es increíble tanta creatividad para hacernos daño los unos a los otros? Claro, por supuesto que la culpa es del gobierno anterior. Abrazo, Martín



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