Los galgos, más quietos

Con aspecto delgado y pecho voluminoso, la raza canina autóctona de España dejó de convertirse en un acompañamiento para ser un corredor. Las carreras de galgos, que pueden llegar a correr a 70 kilómetros por hora, fueron también un dolor de cabeza para los municipios que buscan desenmascarar las atrocidades de una actividad que abusa del dopaje para aumentar su performance, del apareamiento forzado para generar más crías y del abandono de los animales considerados "descartables". Tras reiteradas demandas, marchas y contramarchas de asociaciones proteccionistas de animales, el ministerio de Seguridad de Buenos Aires dio facultad a las patrullas rurales para actuar de oficio ante las carreras de galgos e intervenir en los hechos delictivos que puedan producirse a través de la actividad.
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