SEIS MESES DE TURBULENCIA EN LOS MERCADOS ponen A PRUEBA LAS POL TICAS

Lecciones que dejó la crisis hipotecaria para los grandes bancos centrales

Las instituciones aplicaron las recetas estándar disponibles pero no están seguras de haber creado la receta perfecta para evitar que los mercados estallen de nuevo

Hace seis meses, el mundo descubrió que el festival del crédito había llegado a su fin. Desde entonces, la atención se ha centrado en la actuación de los bancos centrales, o sea, en las políticas de fijar las tasas de interés y su capacidad para paliar la primera escasez generalizada de liquidez en varias décadas.

Ninguna de las instituciones en el corazón de la crisis –la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra– se ha sentido cómoda durante el último medio año. El período ha sido el equivalente a un experimento con tubos de ensayo, y los encargados de fijar políticas se asemejan a un grupo de científicos claramente inquietos: saben qué políticas han ejecutado en los últimos meses, pero dista mucho de estar claro por qué los mercados han reaccionado de determinadas formas, y de ninguna manera están seguros de haber creado la receta perfecta para evitar que los mercados estallen de nuevo.

El pasado fin de semana en Tokio, por ejemplo, un informe del Foro de Estabilidad Financiera –un comité de bancos centrales y supervisores– advirtió que “persiste el riesgo de que nuevos sustos puedan hacer reaparecer graves presiones sobre la liquidez .

Por su parte, Jean-Claude Trichet, presidente del BCE, señaló que “experimentamos una corrección continua del mercado muy significativa y que afecta a varios sectores .

Este explosivo cóctel llevó a los bancos centrales a revisar con calma su actuación desde el 9 de agosto pasado, cuando el BCE alertó al mundo de la crisis crediticia con su primera inyección de 95.000 millones de euros en los mercados monetarios. Este debate entre bastidores ha identificado ya cuatro grandes problemas surgidos en Estados Unidos, la eurozona, y otras economías avanzadas, con la posible excepción de Japón.

Primero, los bancos centrales han encontrado muchas dificultades para mantener los tasas de interés a corto plazo como deseaban en los últimos meses. Esto generó alarma, ya que esas tasas son un puntal clave de la política monetaria moderna.

Segundo, los bancos también han tenido problemas para usar las herramientas estándar a su disposición para dirigir la liquidez hacia las partes turbulentas del sistema financiero. Esto es producto, en parte, de un tercer problema fundamental: los bancos del sector privado se han preocupado tanto por el riesgo de quedar estigmatizados, que en ocasiones se han negado a recaudar dinero de los bancos centrales, aunque lo necesitaran.

Cuarto, los principales bancos centrales temen por el riesgo moral –el miedo a que sus actuaciones para compensar las turbulencias del mercado puedan llevar a los inversores a asumir riesgos aún mayores en el futuro–, con consecuencias potencialmente catastróficas.

Cada uno de los bancos centrales cree que ha abordado alguno de estos cuatro retos con relativo éxito. No obstante, aunque los tres bancos centrales puedan apuntarse ciertos éxitos, ninguno puede afirmar que estos han sido de utilidad en los últimos seis meses.

Las instituciones han ido arreglándoselas como han podido utilizando las precarias herramientas que tienen a su disposición sin entender con exactitud la razón por la que algunas políticas funcionan mejor que otras. En EE.UU, por ejemplo, este periodo ha servido para demostrar que, de algún modo, la Fed ha visto obstaculizada su labor por la deficiencia de las herramientas del mercado monetario. En épocas normales, la Fed opera en los mercados overnight con unos veinte operadores primarios, que distribuyen liquidez al resto del sistema bancario y a mercados a más largo plazo. En términos de banca central, este sistema está sin duda anticuado, a pesar de su largo historial. El año pasado, en plena crisis, los operadores overnight empezaron a acumular liquidez, en vez de prestar a otros bancos.

Mañana, II Parte: Desafíos y cambios que barajan los

bancos centrales

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