HAY UNA INCLINACIÓN NATURAL A BUSCAR LA GRATIFICACIÓN INMEDIATA

¿Le cuesta ahorrar? Los científicos dicen que es el cerebro el que se resiste

Misterio resuelto. Ya se sabe por qué “dejar para mañana lo que se puede gastar hoy no es un refrán muy querido entre los mortales

Cuando se trata de inversiones, se sabe: la paciencia es amarga pero sus frutos son, casi siempre, dulces. Al menos eso piensan aquellos que desafían abiertamente las conclusiones de la “neuroeconomía , una disciplina que estudia, en conjunto, al cerebro y al vil y desvelador metal.

Porque según se desprende de estudios, es mucho más significativo para la mente humana gastar hoy u$s 1 que hacerlo mañana. Ni hablar de utilizar ese billete dentro de seis meses o un año: para el cerebro, esto no existe como estímulo. En cierta forma, esto explicaría por qué, para muchos mortales con dinero, es taaaaan difícil ahorrar. Lo único que puede ayudar –algo– es la promesa de una recompensa mayor que estará esperando, ahí, al final del camino una vez se haya consumido el tiempo estipulado. Para el cerebro, el ahora manda, y el tiempo, más que nunca, es dinero ¡y lo quiere ahora!

Pisando con cuidado el terreno financiero, los lectores de El Cronista y aquellos que siguen las vicisitudes del mundillo del dinero conocen la respuesta. Una inversión a futuro puede reportar buenos dividendos. En todo caso, conocen la respuesta correcta. Esperar, esperar y no desesperar. Pero atención: la mente puede hacer trampa.

Porque si es arduo dejar de gastar mucho hoy, es más arduo guardarlo para mañana. Así, los niveles de dificultad crecen a medida que se hace más lejana la posibilidad de meter la mano en la billetera. Ni hablar del largo plazo: para la mente, en el largo plazo estamos todos muertos.

Existe un libro que ha indagado en la neuroeconomía y que ha tomado nota de estos experimentos: se llama “Your Money and your brain y su autor es el especialista Jason Zweig. Justamente el autor se ha aventurado en los pasillos de la Bolsa de Nueva York. Hay que ver la “caja negra de la visita. No hay datos para la Argentina. Pero en los Estados Unidos, apenas 11 meses de paciencia separan al inversor individual de uno profesional a la hora de comprar un papel en bolsa y luego venderlo.

Ratas de laboratorio

Con el traje de la ciencia enfundado, los investigadores formaron 3 equipos que, linterna en mano, se aventuraron a sondear la oscuridad que aún hoy existe en relación a cuánto se sabe del cerebro humano y sus actividades. La prueba parece haber sido sencilla: se les preguntó a algunos niños si preferían un pequeño sorbo de jugo ahora a uno grande después. Otra del mismo tipo fue consultarles si preferían un certificado para comprar libros por un monto ahora u otro certificado, de mayor valor, para comprar libros las próximas semanas.

Para el segundo grupo la cosa fue parecida. Se le ofreció a un grupo si querían u$s 20 inmediatamente y a partir de allí se les dio la posibilidad de elegir desde u$s 20,25 a las seis horas hasta los u$s 110 a los seis meses.

El tercer contingente soportó la oferta sobre muchos dólares hoy y más dólares –entre 5 y 30% extra– en seis meses.

La conclusión no se hizo esperar: cuando las emociones están a flor de piel, es más difícil esperar por la recompensa. Para el cerebro humano, aún la chance de tener una pequeña recompensa mañana es menos estimulante que poder hacerse hoy del dinero.

La historia pierde emoción de ahí para abajo. Unos dólares de más mañana tienen menos efecto que hoy. Para una persona, los u$s 20 son mejor que los u$s 23 con espera o que los u$s 47 en seis meses. En rigor –científico – el cerebro estaría dispuesto a esperar 3 semanas por una paga mayor, una tasa que anualizada arroja 4.800%.

Odiosa reflexión

A la hora de las motivaciones monetarias, existen otros estudios que han ligado el cerebro con el dinero. Los alemanes de la Universidad de Bonn señalaron que, a la hora de la recompensa, ésta es percibida mejor por el cerebro cuando va acompañada de una valoración positiva comparada con lo que percibe un compañero. En cambio, cuando se obtiene menos que el de al lado por hacer lo mismo, la motivación cae en picada. Los investigadores, entre los que había neurocientíficos y economistas, querían probar hasta qué punto la comparación social era importante como estímulo, frente a quienes pensaban que lo importante era lo que uno considera justo por la realización de un trabajo y no lo que pasa alrededor. Lo sorprendente fue que se toparon con un factor inesperado: cuando dos participantes recibían el mismo pago, los estímulos cerebrales eran moderados. Sin embargo, si a uno de ellos lo recompensaban más que al otro, la activación era mayor en el que ganaba más. ¡Tiembla Nietzche!

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